3 caprichos arquitectónicos del siglo XX que fueron posibles en Argentina - Revista Para Ti
 

3 caprichos arquitectónicos del siglo XX que fueron posibles en Argentina

Mariela Blanco, periodista y autora de "Leyendas de ladrillos y adoquines" nos comparte esta columna sobre el Palacio Errázuriz-Alvear, la Casa Redonda y el Petit Hotel Piccaluga.
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Cuando nuestro país era considerado el granero del mundo, hubo una elite capaz de materializar antojos "a troche y moche". La Argentina del centenario puede compararse en términos de desarrollo con la historia de Dubai. Estábamos entre las ocho economías mas importantes del mundo, se exportaban 5 millones de toneladas de granos y la arquitectura se consolidaba como una de las 12 mejores.

La high society no solo contrataba arquitectos europeos para replicar palacios y castillos a menor escala sino que también importaba mano de obra calificada para llevar a cabo detalles decorativos de valiosa manufactura.

En este informe, recopilo tres edificios cargados de excentricidades que sobrevivieron a todos los vaivenes económicos y que son testigos fidedignos de que Buenos Aires –como definiera el intelectual francés André Malraux- fue la capital de un imperio que nunca existió.

Palacio Errázuriz Alvear

Dentro del Palacio Errázuriz Alvear, diseñado en 1911 por el arquitecto René Sergent, se encuentran grandes excentricidades tanto en lo referido a construcción como mobiliario y elementos decorativos.

La entrada del Palacio Errázuriz-Alvear, sede del Museo Nacional de Arte Decorativo. Foto: Pinterest

Este edificio -donde hoy funciona el Museo Nacional de Arte Decorativo- está en Av. Libertador al 1900 y fue la residencia de la familia formada por Josefina de Alvear y Matías Errázuriz Ortúzar.

El matrimonio adquirió en Europa una valiosa colección de obras de arte europeo y oriental pero vayamos al quid de la cuestión. ¿Por qué un diplomático como Don Matías Errazuriz querría tener libros de mentira en su escritorio privado?

En principio porque había que seguir los cánones del diseño y, en esa época, estaba muy extendida la búsqueda casi obsesiva de la simetría.

Por eso, las puertas de acceso al escritorio privado del dueño de casa presentan estantes de libros simulados, a fin de generar la excluyente simetría con la biblioteca lindera.

En realidad, hay que decir que este palacio le rinde honor al arte de la simulación casi tanto como si fuera una pieza teatral. 

Palacio Errázuriz-Alvear, sede del Museo Nacional de Arte Decorativo. Foto: gentileza @museodecorativo.

El Gran Hall es un verdadero juego de ilusionismo. En primer lugar, porque es un ambiente que evoca a los palacios del Renacimiento pero construido en el siglo XX.

Tiene techo de yeso pintado imitando madera de roble; pisos en tres tonos para dar sensación de perspectiva y tridimensionalidad en una superficie plana; y paredes que imitan a la piedra pero que, en realidad, son de ladrillo. Nada es real en este palacio que tampoco es un palacio sino un "grand hôtel particulier"

El Gran Hall del Palacio Errázuriz-Alvear, sede del Museo Nacional de Arte Decorativo. Foto: gentileza @museodecorativo.

Y si hablamos de caprichos y obsesiones, no podemos dejar de mencionar que todo el salón se diagramó en base al tamaño de los tapices flamencos de fines del siglo XVI bordados con lana, seda, oro y plata. 

Por supuesto, como no podía ser de otra manera, también se colocaron puertas falsas a ambos lados del tapiz para que haya simetría.

El tapiz del Gran Hall. Foto: Mariela Blanco.

Palacio Piccaluga

Se trata de un "petit hotel" -tipología residencial de gran adhesión a principios del siglo XX- que está ubicado en Marcelo T. de Alvear 1560, Recoleta.

La familia Piccaluga vivía en el campo, se dedicaba a la industria textil y encargaron el diseño de esta residencia urbana al arquitecto italiano Domingo Donati para poder disfrutar de la vida social que la alta sociedad tenía en Buenos Aires en ese momento. 

La entrada del Palacio Piccaluga. Foto: Mariela Blanco.

La casa era un showroom de gran categoría edilicia que oficiaba de vidriera para poder mostrarse. Se construyó en 1915 en 3 niveles con materiales del país.

Palacio Piccaluga. Foto: Mariela Blanco.

El capricho en este caso está en un objeto: el escudo que se repite en distintos ambientes e incluso en los grandes vitrales porque todo palacio digno de serlo tenía que tener al menos un hogar, una sala de esgrima y, de ser posible, un escudo para asemejarse a la nobleza

En Argentina no hubo familias con títulos nobiliarios pero por unos cuantos pesos se podía elegir un escudo por catálogo porque a veces no alcanza con ser; también hay que parecer. 

El escudo de la familia Piccaluga se repite en distintos ambientes e incluso en los grandes vitrales de la mansión. Foto: Mariela Blanco.

La Casa Redonda

El podio de esta trilogía se lo lleva el palacete que Mario Palanti diseñó para la familia Fevre (representante de Chrysler en la Argentina) en la esquina de Eduardo Costa y Ortiz de Ocampo en Palermo Chico.

Este edificio ecléctico combina el art nouveau con detalles del medioevo y decoración art decó. Sobresalen en el gran portón de madera lustrada los rostros de Dante Alighieri y su musa Beatrice, probablemente, por sugerencia del arquitecto italiano que era fanático de la Divina Comedia (sobra decir que es el mismo autor del Palacio Barolo).

La Casa Redonda.

Pero... ¿Por qué tiene un mirador la Casa Redonda de Palermo?

Resulta que esta familia también era dueña del vecino Palacio Alcorta donde funcionaba una concesionaria que tenía en el terraza una pista para probar los autos.

Eso explica porqué tiene esa torre mirador de estilo hindú. A los Fevre les interesaba ver esa especie de “autódromo” desde su casa.

El mirador estilo hindú de la Casa Redonda. Foto: Mariela Blanco.

Más información en parati.com.ar

 

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