Jan Broberg es una actriz de Hollywood, tiene 61 años y es conocida por sus interpretaciones en El demonio en el espejo (2020), Maniac (2012) y Pequeños Secretos (2001), entre otras producciones.
Pero es, además, una sobreviviente. Siendo una preadolescente fue secuestrada y abusada dos veces por parte de una persona a la que le tenía confianza. No sólo ella, sino su familia.
Fue, en la década del 70, víctima de lo que hoy se denomina grooming. Pero la fortaleza y la resiliencia con la que Jan afrontó esta dura experiencia la llevaron, en la actualidad, a convertirse en una vocera para advertir sobre los peligros de este flagelo que hoy también cuenta con la posibilidad de extenderse a través de las redes sociales.
Más de cuarenta años después de ese terrible episodio, Jan produjo y protagonizó una docuserie en el que cuenta esta terrible historia en detalle, A friend of the family (disponible en Universal+).
En un encuentro exclusivo, Jan Broberg conversó con Para Ti, contó algunos detalles de lo que vivió y de cómo fue encontrando la fuerza para enfrentarlo. Además, reforzó el mensaje que quiere dar con su experiencia, para crear conciencia en las personas más jóvenes y su entorno.
Pasaste por una de las peores experiencias que puede atravesar un ser humano. No sólo pudiste sobrevivir, sino que estás dando un mensaje para que tu sufrimiento no haya sido en vano. ¿Dónde creés fuiste encontrando la fuerza para todo esto?
-Creo que la fuerza me vino de los padres que tenía, quienes se refugiaban mucho en la fe. Que también me brindaron su amor incondicional, lo que me permitió tener una base a la que retornar una vez que todo terminó, para reconstruir mi vida. Se fundó en la fe, la familia, mis padres maravillosos, hermanas y amigos. Todos me apoyaron y me creyeron. ¡Es tan importante que te crean!
¿Recordás qué sentiste cuando te percataste de cómo te había manipulado, cómo manejaste esas emociones?
-Es una terrible traición. Porque casi siempre, las víctimas son sometidas por personas que conocen, que aman, y en las que confían. Por eso es tan común que a las víctimas de abuso, violación, tráfico o explotación no se les crea. Porque es alguien del entorno de la persona a la que los demás también conocen, aman, le creen, así que no le creen a la víctima.
"Pero la gente joven no miente sobre estas cosas. No es algo que se exhibe como una medalla de honor. No desearías nunca haber pasado por una experiencia así".
"Así que, para superar esa traición… es sentimiento de ‘¿cómo pude haber confiado y amado a alguien que me estaba haciendo daño y lastimando?’, tuve que hacer terapia, tuve que contar mi historia".
"Necesité que las personas de mi alrededor me creyeran que lo que les estaba diciendo era cierto. Esa parte es la más importante y que es, justamente, la menos brindada a la víctima, a la que suelen mirar pensando ‘no podés estar diciendo la vedad’. Y eso, para mí, es el motivo por el que sané: porque fui capaz de saber que lo que pensaba y lo que vi fue todo manipulado por él. Él hizo que todo eso pareciera real".
"Por supuesto, yo era una niña inocente creyendo, confiando, como cualquier persona. Así que me tuve que perdonar a mí misma por no saber y también necesité mucho tiempo para reconstruir la confianza, que requirió de muchos tipos de terapias que encaré. Y atravesar por muchas cosas que ahora están disponibles, que no lo estaba en ese momento".
¿Pensás que las autoridades están mejor preparadas en la actualidad para recibir a las víctimas de abuso?
-Creo que las autoridades están mejor preparadas pero no están informadas en cuanto a las tramas. Y necesitamos que los detectives, profesionales médicos, trabajadores sociales, jueces y las personas que van a interactuar con las víctimas estén más informadas sobre las tramas, también los docentes.
Porque estos crímenes están ocurriendo en lugares familiares: los hogares, en las escuelas, en los centros comunitarios, en las iglesias. La gente que interactúa con las víctimas tiene que estar informada de esto. Creo que todo ha mejorado pero tenemos un largo camino por delante".
Cuál es tu visión, en la actualidad, sobre lo que significan las redes sociales y el acceso que brindan? (y que muchas veces aprovechan estas personas siniestras)
-Creo que las redes sociales son un excelente medio para informarse, por un lado, pero un lugar muy peligroso, por el otro.
"No obstante, creo que si empoderamos a los adultos, a los padres, que se involucren más en establecer los límites de cómo los chicos usan las redes sociales, eso puede ayudar. Y que ellos estén alertados y que van a poder detectar cuando alguien que se comunique con ellos les esté mintiendo con respecto a su identidad".
"El problema más grande es que la gente joven no está equipada, preparada para pensar, para reconocer a un manipulador, para darse cuenta cuándo les están haciendo grooming. Y todas esas cosas pueden pasar online tan fácilmente… ni siquiera es necesario que muestren sus verdaderas caras… pueden decir que tienen 15 años y tener 50".
"Este es el problema, creo que el principal asunto, más allá de las redes sociales, es que hay que tener una relación abierta, comunicativa, con tus hijos. Compartir la cena, escucharlos, creerles: no los callen, no decirles ‘eso no es posible, el abuelo no haría algo así’, no volverse locos, para que ellos dejen de hablar".
"Hay que escucharlos y decirles que los van a ayudar a sentirse seguros, que saben que algo no es correcto, decirles que quieren ser ayudarlos a desenredarse de estas personas que los están manipulando y lastimando o que están por hacerlo. Estar ahí para sus hijos, de modo que ellos sientan que les pueden hablar, es lo más importante".
"Hasta los manipuladores más sofisticados, como el mío -que era tan inteligente-, no le dije nada a mis padres hasta que me pude dar cuenta de que no era verdad lo que me decía. Ahí les conté todo porque tenía una relación en la que sabía que me querían incondicionalmente, que me escuchaban y me creían".
La historia de Jan Broberg: el enemigo íntimo
Jan Broberg nació hace 61 años en la ciudad de Pocatello (Idaho, Estados Unidos) en el seno de una "familia tipo". Sus padres, Bob y Mary Ann, se habían casado jóvenes y tuvieron tres hijas: Jan, Karen y Susan.
Vvían en un barrio tranquilo y asistían a la iglesia cada semana. Fue en la iglesia en donde conocieron, en el año 1972, a Robert Berchtold, un empresario que acababa de mudarse a su ciudad junto a su esposa Gail y sus hijos.
Las familias comenzaron a relacionarse y a ganar confianza. Se convirtieron en amigos cercanos. Curiosamente, Robert empezó a mostrar especial interés por Jan: si bien llamó la atención de los padres y causó molestia, en ese momento nadie se atrevió a decir nada.
Según testimonios de quienes conocían a Berchtold, era un hombre muy especial y encantador. Con su personalidad lograba caer bien al instante, con lo cual quienes lo rodeaban confiaban plenamente en él y en sus intenciones.
El mismo año en el que Mary Ann conoció a Berchtold, ambos mantuvieron un breve romance y hubo situaciones de intimidad con Bob, incluso. Lo que ellos no sabían es que todo formaba parte del siniestro plan de Berchtold.
Secuestro, mentiras y amenzadas
En 1974 Robert Berchtold secuestró a Jan, quien en ese momento tenía 12 años. Se la llevó de su casa con el permiso de su madre, ya que le había dicho que irían a montar a caballo.
Pero en realidad, lo que hizo fue sacarla del país y casarse con ella en México. Jan estuvo varios días desaparecida: el FBI comenzó a buscarla.
Lo primero que encontraron los investigadores fue el auto de Berchtold abandonado en el parque estatal Register Rock, a unos cuantos kilómetros de donde vivían. El vehículo tenía la puerta del conductor rota y había sangre en la ventana del acompañante. Pese al hallazgo, no descubrieron rastros del paradero de Berchtold y de Jan.
Pasaron 35 días, hasta que Robert llamó a su hermano Joe para pedirle que le diga a los padres de Jan que si no firmaban un permiso para que se casara con su hija, no volverían a Estados Unidos. Rápidamente, el FBI rastreó la llamada y localizaron al sospechoso en un hotel en la ciudad de Mazatlán. Fueron hasta el lugar, lo detuvieron y rescataron a la nena.
Jan se reencontró con su familia y regresó a su hogar, pero escondía un secreto: Berchtold la había manipulado con mentiras, haciéndole creer que un par de alienígenas le habían encomendado la misión de encontrar un acompañante masculino y tener un hijo antes de que cumpliera 16 años.
Por esa razón, en las semanas en que Jan estuvo cautiva, Berchtold abusó sexualmente de ella en varias ocasiones con la excusa de que "ambos tenían que terminar la misión". Si ella no obedecía, los aliens la habían amenazado con llevarse a su hermana menor y matar a toda su familia.
Además, antes de que la policía detuviera a Robert, él le dijo que había cuatro cosas de las cuales ella no podía hablar con nadie: la misión, las pastillas relajantes que él le daba para sus "alergias", ninguna experiencia sexual y la existencia de los alienígenas.
Semanas más tarde, Berchtold se las ingenió para extorsionar a los padres de Jan: si no firmaban declaraciones juradas afirmando que autorizaron a la niña a ir con él, revelaría públicamente los encuentros sexuales que tuvo con ellos.
El matrimonio accedió y, cuando firmaron, el juicio federal a Berchtold se pospuso y fue liberado bajo fianza. Luego, se mudó a Utah para trabajar junto a su hermano y sólo volvía a su casa en Idaho los fines de semana.
Con el tiempo, los Broberg volvieron confiar en Robert y el hombre volvió a frecuentar su casa.
Segundo secuestro: el monstruo ataca de nuevo
Robert Berchtold había manipulado psicológicamente a Jan y sus efectos continuaban. La adolescente se creían enamorada de él y creía que tenía que cumplir con la "misión" para proteger a su familia.
Así fue que se la llevó nuevamente en 1976, convenciéndola de escaparse juntos. La joven llegó a dejar una nota para sus padres:
"Queridos Bob y Mary Ann. No me dejan hacer lo correcto así que tengo que hacer lo incorrecto. Me voy sin “B” (el apodo de Robert) y no pienso regresar hasta que me acepten como soy. No puedo aceptar su religión ni su torcida moral. Yo solo quiero ser yo y estar con B. Antes de que estemos todos destruidos, déjenme ir. Jan".
Tres meses después de su desaparición, el FBI descubrió que Berchtold estaba nuevamente detrás del hecho: se la llevó a más de 1300 kilómetros y la anotó en un colegio, en el que dijo ser su padre: así podía estar cerca de ella sin levantar sospechas.
Pero nuevamente fue descubierto y detenido por oficiales del FBI.
Jan regresó a su casa en Pocatello pero continuaba preocupada por la "misión", algo que la atormentó hasta cumplir sus 16 años, cuando se dio cuenta de que todo era una mentira de su agresor.
Finalmente, luego de contarle a su hermana menor lo que había vivido durante su primer secuestro, le confesó todo a sus padres.
Por su parte, Brechtold estuvo en prisión unos meses y luego en un centro de salud mental por haber sido declarado inimputable, luego fue exonerado del delito de secuestro en primer grado y quedó en libertad.
Recién 28 años después, Jan Broberg, denunció penalmente a Robert Berchtold por acoso. Si bien habían perdido el contacto por completo, él solía aparecer en los lugares que ella frecuentaba constantemente.
En el 2004, la Justicia declaró a Berchtold culpable del delito de acoso contra Broberg y lo citó para la semana próxima para una audiencia en la que le harían saber su sentencia. Sin embargo, antes de ello, se suicidó.
A pesar de que Jan no obtuvo justicia por los abusos que sufrió, se convirtió en una referente en la lucha que representa a las víctimas de abuso sexual infantil.
Edición de video: Candela Petech
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