El Palacio de Aguas Corrientes está ubicado en Av. Córdoba y Riobamba. Fue inaugurado en 1894 como el primer Gran Depósito Distribuidor de agua potable que tuvo la Ciudad.
Es una obra única, de arte y de ingeniería. Por fuera, deslumbra la fachada revestida con 300 mil mayólicas inglesas y en su interior guarda una enorme estructura de hierro fabricada en Bélgica: 3 pisos de tanques sostenidos por 180 columnas capaces de albergar más de 72 millones de litros de agua.
Claro que, al ingresar, uno espera ver escaleras de honor, columnas con yeso dorado a la hoja, esculturas de artistas afamados, lámparas con cristal de roca, vitrales. Pero no va a encontrar absolutamente nada de esto porque fue construido para alojar doce tanques de agua.
El edificio era un símbolo de que en Buenos Aires se terminarían las epidemias y constituyó un verdadero testimonio de la importancia otorgada a la higiene pública y al agua "pura" por los gobernantes de la época.
Las casas de la Buenos Aires colonial contaban, con suerte, con un aljibe que juntaba el agua de las azoteas, las que nunca estaban demasiado limpias por lo cual eran nocivas para la salud.
Otra opción en aquel tiempo era acudir al aguatero, que vendía a los vecinos el agua recogida del mismo río donde las lavanderas lavaban la ropa.
La cuestión del agua potable se había vuelto imperiosa por eso, la construcción de este edificio se llevó casi el 50 por ciento del total del presupuesto destinado a las obras de saneamiento que se realizarían en la Capital.
El edificio
Se hizo como un rompecabezas. Se trajeron de Europa 300 mil piezas importadas numeradas listas para armar. Por ejemplo, lo que se ve en la fachada son piezas de terracota esmaltada vitrificada. Llegaban en barcos ingleses que se volvían con nuestros granos y ganado.
Funciona aquí el Museo del Agua, que fue creado para promover el conocimiento de la historia de las obras de salubridad y de su magnífico patrimonio
Cuenta con una biblioteca semipública especializada en Ingeniería Sanitaria y Ciencias del Ambiente.
Hoy funciona también una especie de “Museo del Inodoro”. Hay artefactos sanitarios, nacionales e importados utilizados desde fines del siglo XIX hasta la década de 1970. En su mayoría, se trata de inodoros procedentes de Europa y Estados Unidos, y en menor medida fabricados en el país.
El museo cuenta, por ejemplo, con un bidet portátil de hierro enlozado, letrinas, palanganas, mingitorios, un inodoro con tapa de madera y un modelo conocido como “slop sink” o vaciadero muy usado en hospitales ya que contaba con una parrilla donde se podían escurrir las chatas y los papagayos.
Por si algo faltara, hay una variante "2x1" que reúne lavatorio e inodoro en un solo cuerpo de aleación de aluminio que era muy utilizado en las cárceles a finales de los años 60.
Todas estas piezas curiosas permiten descubrir la historia de lo cotidiano. Es muy interesante la colección de cañerías, medidores y grifería, de distintos materiales y procedencia.
Por último, el Archivo de planos históricos es una joya. Atesora información especializada sobre edificios emblemáticos, obras y aspectos clave del desarrollo urbanístico y arquitectónico de Buenos Aires. Es uno de los más importantes del país. Sus documentos más antiguos son de fines del 1800.
El jefe del área, Iván Garnica García, precisó que el archivo reúne unos tres millones de planos de instalaciones domiciliarias de viviendas de la Ciudad de Buenos Aires, tanto de las que se conservan en pie y como de aquellas que fueron demolidas
Los miles de piezas gráficas de alta significación patrimonial que componen el Archivo se guardan en un espacio único: dentro de los grandes tanques de hierro del Palacio de las Aguas Corrientes.
Fotos: gentileza AySA & Mariela Blanco.
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