Fracasar sin culpa: cómo podemos transformar el síndrome del impostor
 

Fracasar sin culpa: cómo podemos transformar el síndrome del impostor

Esa voz que invalida nuestros logros, minimiza nuestros esfuerzos y atribuye los éxitos a factores externos como la suerte o el contexto, son síntoma de que estamos sufriendo el síndrome del impostor. Acá, las claves para contrarrestarlo.

El Síndrome del Impostor es una experiencia interna en la que una persona, a pesar de sus logros, siente que no es suficientemente competente, que no merece el lugar que ocupa o que en cualquier momento va a quedar expuesta como un “fraude”. Es una voz interna que invalida nuestros logros, minimiza nuestros esfuerzos y atribuye los éxitos a factores externos como la suerte o el contexto, por lo que terminamos creyendo que no merecemos nuestros logros.


Aunque no es exclusivo de las mujeres, sí se presenta con mayor intensidad en nosotras, y, cuando no lo trabajamos, puede volverse especialmente limitante para nuestro desarrollo profesional. Esto no es casualidad: las mujeres cargamos con mandatos culturales profundamente arraigados, que nos exigen ser perfectas, modestas, agradables… y, en muchos casos, seguir sosteniendo el trabajo doméstico y de cuidados, incluso cuando tenemos un empleo fuera del hogar.

Esto genera una sensación constante de estar en deuda: con los demás, con nuestras responsabilidades, con nosotras mismas. Como si nunca fuera suficiente. A esto se suma otro factor que no es menor: la falta de representación en determinados espacios. Cuando somos “la única” o “una de las pocas”, es fácil que aparezca esa voz que susurra: “¿realmente estoy preparada para estar acá?”.

Y como si eso fuera poco, muchas veces también somos medidas con una doble vara, lo que refuerza la sensación de no pertenecer, de estar “ocupando un lugar prestado”. Alejandra Marcote, autora del libro "Cómo transformar el Síndrome del Impostor en tu aliado", nos invita a reflexionar sobre cómo podemos resignificar esta experiencia y convertirla en una oportunidad de crecimiento personal y profesional.


“Durante varios años conviví con la sensación de no estar a la altura, incluso cuando todo afuera parecía indicar lo contrario. Me ha ido muy bien en la facultad y laboralmente, pero siempre sentía que era una cuestión de tiempo para que alguien ‘descubriera’ que no merecía estar donde estaba”, comparte Marcote.


Su libro propone prácticas concretas para reconocer, desarmar y resignificar ese diálogo interno que tantas veces nos limita. Alejandra lo explica con claridad: “Cuando lo compartimos, algo se afloja. Muchas veces creemos que somos las únicas sintiéndonos así, pero al hablarlo con alguien que nos escucha sin juzgar, descubrimos que no estamos solas. Y que quizás esa voz que hoy nos limita… no tiene tanto fundamento como pensábamos.”


Sobre las exigencias que nos autoimponemos, propone una mirada amorosa y consciente:
“¿De dónde vienen esas expectativas que te exigen ser ‘más’? ¿Estás intentando alcanzar una perfección imposible o respondiendo a mandatos que ni siquiera elegiste? Preguntarte eso puede ayudarte a soltar la exigencia y a mirarte con más humanidad.”


También invita a escribir para reconectar con lo que sí está: “Hacé una lista de tus fortalezas y logros. Escribila, tenela a mano. Y sumale lo que otras personas ven en vos. Muchas veces, necesitamos ese ‘espejo externo’ que nos recuerde todo lo que hemos construido (y que merecemos valorar).”


Otra clave: dejar de restar valor a lo conseguido. Así lo señala: “Si alguien te felicita, no los tapes con un ‘no fue nada’. Practicá decir simplemente: ‘gracias’. Porque sí fue algo. Y seguramente tuvo mucho de tu mérito, de tu esfuerzo, de tu saber.”


Y cuando se trata de errores o fracasos, Alejandra ofrece una perspectiva transformadora:
Un proyecto que no salió como esperabas, no te convierte en un fracaso. Podés mirar esa experiencia con ojos de aprendiz, preguntarte qué podés mejorar… y seguir. El error no es el final: muchas veces, es el verdadero inicio.”


También alienta a actuar sin esperar el momento perfecto: “Ponete una fecha, lanzalo, compartilo. Porque si esperás a que esté ‘perfecto’, quizás nunca lo muestres. Permitite aprender en el camino. Mejor hecho que perfecto.”


Finalmente, propone una práctica poderosa: “Acompañar a alguien que está empezando te permite dimensionar todo lo que sabés y lo lejos que llegaste. A veces, vernos a través de los ojos de otra persona es el mejor antídoto contra la duda.”


En un mundo que constantemente nos exige más, aprender a frenar, observar y validar nuestro camino es un acto profundamente transformador. Como concluye Marcote: “No se trata de eliminar el Síndrome del Impostor, sino de aprender a conversar con él y ponerlo a nuestro servicio para que nos ayude a conocernos mejor.”

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