“Trabajo con casas que ya existían. No las invento desde cero, sino que las leo, las interpreto, y las acompaño en su transformación”.
Así comienza su columna Marcelo Sasso, arquitecto, creador de PH TIPO CASA (@phtipocasa),
Sasso tiene más de 15 años de experiencia en reforma y puesta en valor de casas y PHs, y es el experto y asesor de para ti DECO en su nueva cápsula de contenido llamada ph DECO.
“Si hay dos formas de vivienda que me enseñaron a escuchar la arquitectura con otra atención, son las casas chorizo y los PHs”, reflexiona.
Casas chorizo y PHs: pasado y futuro

Las casas chorizo y los PHs son parte de nuestra historia urbana; de una Buenos Aires que creció en loteos angostos, con patios que hoy vuelven a cobrar sentido.
Como arquitecto especializado en refacciones y ampliaciones de estas tipologías, trabajo todos los días con su legado y con algo todavía más vital: su posibilidad de futuro.
Qué es una casa chorizo: origen del nombre, estructura y el secreto de su vigencia

La casa chorizo es una tipología porteña por excelencia. Surgió entre fines del siglo XIX y principios del XX, influenciada por modelos italianos, españoles y criollos, y adaptados a las particularidades del tejido urbano porteño: lotes de 8,66 metros de frente por hasta 40 metros de fondo.
Una forma de aprovechar al máximo ese rectángulo profundo fue organizar las habitaciones de manera lineal, conectadas entre sí y con un patio lateral que garantizaba luz y ventilación.
El nombre “chorizo” viene justamente de esa secuencia: ambientes en fila —salón, habitaciones, comedor— como rodajas en una cuerda.

Estas casas solían tener molduras trabajadas, pisos calcáreos en el exterior y de pinotea en su interior, y un fondo que muchas veces incluía un galpón, un aljibe, o incluso un pequeño taller.
Lo interesante es que, más de cien años después, siguen siendo increíblemente habitables.
Su estructura generosa permite adaptaciones contemporáneas: abrir cocinas, sumar baños, expandirse hacia arriba o hacia el fondo, sin perder su esencia.
En muchos casos, reformar una casa chorizo implica no tanto “modernizarla” como devolverle el alma.

En una obra que hicimos en Villa del Parque, por ejemplo, tomamos una casa de más de 17 metros de largo y la reconfiguramos para una familia con dos hijos pequeños.
Conservamos la estructura, respetamos la secuencia, la ampliamos en su terraza, e hicimos que la luz entrara desde varios puntos. ¡Y la casa volvió a vivir!
El nacimiento del PH: normativa, medidas y convivencia

Con el paso del tiempo y la creciente necesidad de vivienda, muchas de esas grandes casas comenzaron a dividirse. Nació así el PH, o propiedad horizontal, formalizada legalmente en la Argentina con la Ley 13.512 en 1948.
Esta ley permitió que un mismo lote pudiera albergar varias unidades funcionales, con escritura independiente, pero compartiendo espacios comunes: el pasillo, el patio, las escaleras.
Los PHs mantuvieron, en muchos casos, las lógicas espaciales de la casa chorizo, pero a menor escala.
En la práctica, muchas unidades típicas se desarrollan sobre parcelas de 8 x 7 metros —a veces más chicas, a veces con ampliaciones posteriores— con uno o dos ambientes principales, baño y cocina. El patio, aunque mínimo, sigue siendo fundamental para la ventilación e iluminación.
Una particularidad entrañable del PH porteño es el llamado PH al fondo.

Muchas veces, esa última unidad es la más tranquila, la más luminosa, e incluso la que más posibilidades tiene de expansión. Llegar hasta ella implica atravesar el pasillo, como una pequeña procesión doméstica. Y al llegar, suele haber silencio y la sensación de estar en otro tiempo.
En mi estudio, algunas de las obras más poéticas que realizamos fueron justamente en PHs al fondo: viviendas de artistas, familias jóvenes, personas que buscan habitar con calma el ritmo de la ciudad.
Del pasado al presente: cómo poner en valor casas chorizo y PHs

Tanto en casas chorizo como en PHs mi trabajo consiste en mirar lo que ya está — mosaicos gastados, techos altos, puertas de doble hoja— y pensar cómo resignificarlo.
Cada proyecto es un equilibrio entre memoria y deseo: conservar lo esencial, sin quedar atado al pasado.
La puesta en valor no es restaurar como si fuera un museo: es trabajar con lo preexistente para hacerlo habitable hoy, como mejorar el confort térmico, sumar tecnología, abrir nuevas visuales.
Antes y después. Antes y después. Presente y pasado. El afuera y el adentro se conectan a través de un patio.
En muchos casos, también implica desarmar malas intervenciones hechas con apuro, para dejar que la casa vuelva a contar su historia.
Por eso no hablo de refacciones como “cambios”, sino como diálogos. Entre el tiempo y el presente. Entre el ladrillo visto y la luz natural. Entre una idea de hogar que heredamos, y otra que estamos construyendo.
Las casas chorizo y PHs son parte del ADN urbano de Buenos Aires. Nos recuerdan una forma de habitar donde el afuera y el adentro se conectan a través de un patio, donde las proporciones invitan al sosiego, y donde los materiales envejecen con dignidad.

Transformarlas no es una moda: es una forma de reconocer lo que valía la pena, y actualizarlo. Son casas con historia, sí. Pero sobre todo, son casas con futuro.