Carolina Amoroso cuenta cómo se prepara para ser mamá y el mensaje que quiere dejarle a su hijo
 

Caro Amoroso habla de su primer hijo: "Quiero ser una mamá que le abra la ventana al mundo"

Carolina Amoroso
Carolina Amoroso abre su casa y su corazón en una charla donde la periodista y corresponsal de guerra nos cuenta cómo vive sus días intensos entre la profesión y la espera de su primer hijo. Con la sinceridad que la caracteriza, habla de la libertad, la familia que la sostiene y ese amor inmenso que ya tiene para darle a su bebé.
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Carolina Amoroso llega a la entrevista con Para Ti con un café en mano, un poco agitada, y se disculpa con el equipo que la esperaba cómodamente sentado en el living de su casa: “Perdón, (N. de R: llegaba cinco minutos tarde), aproveché para hacerme unos estudios”, mientras acaricia su pancita de casi siete meses.

Sonriente y predispuesta, repasa con el productor los outfits que usará para la sesión de fotos después de que su peinador y maquilladora la dejen lista. Entre ellos, la amabilidad y las bromas cómplices evidencian que trabajan juntos a diario, en las largas jornadas que la periodista dedica a su profesión, tanto en Infobae (hace streaming de 9 a 12 ), como en TN, de lunes a sábados (Está pasando y TN Internacional).

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"Solo en el primer trimestre tuve un poco de somnolencia; me quedaba dormida mientras me hacían el retoque de maquillaje"

Con 39 años, nacida en Brandsen, Carolina habla tan prolijamente como lo hace al aire, con la intención clara de que sus palabras reflejen fielmente lo que quiere transmitir. Quizás, un rasgo heredado de su madre, “una mujer de letras”.

Familiera hasta la médula, disfruta a pleno su presente: convertirse en mamá de un varoncito, fruto de su amor con Guido Covini, el músico con quien se casó hace año y medio.

En esta charla recorreremos su presente, sus extensas jornadas de trabajo, sus expectativas ante este momento tan especial, y también su experiencia como corresponsal de guerra, oficio que ejerce con una pasión palpable cuando rememora sus vivencias y las luchas —todavía vigentes— en las que cree con vehemencia y que ha presenciado de cerca.

No faltarán las referencias a su familia, su “red”, esa que está más que dispuesta a hacer malabares cuando ella lo necesita, para que pueda seguir al frente de los ciclos que la demandan.

—¿Cómo estás hoy?

—Felicísima. Estoy como medio en una nube, ¿viste? Era un momento que realmente deseaba para mí.

Creo que llega en un buen momento de madurez personal y profesional, con un proyecto de familia armado tal como soñé y quería. Te diría que siento una mezcla: muy contenta y muy enfocada en lo que viene... y un poco ansiosa.

Estoy tratando de equilibrar la alegría y la ansiedad para que no me consuman. Esa parte de mí que quiere anticiparse a todo lo que va a venir —que no sé qué es— pero que probablemente tampoco voy a saber hasta que llegue.

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"Me sirve mucho bailar, es muy liberador. Es un ejercicio para el alma"

-A nivel preparativos, ¿sos organizada?

-Bueno, sí. Trato de organizar algunas cosas, además me divierte todo el preparativo: el cuarto, comprar las cosas, todo me parece un planazo. Pero te repito, como lo deseé tanto, todo me divierte mucho. Tengo un grupo de amigas —muchas ya son mamás— muy entusiasmadas con todo lo que tiene que ver con demostraciones de afecto.

Así que están organizando el baby shower. Estoy en todo ese modo, digamos "rosa", no porque sea una nena, sino por el momento diáfano en el que estoy. Y preparo todo lo que puedo, dentro del poco tiempo que tengo.

Me gustaría ya tener previstas más cosas de las que tengo a esta altura, pero bastante pude hacer con el poco tiempo disponible que tuve. Porque fue un año bastante intenso de trabajo.

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"Tengo una relación personal con algunas de las cosas que cuento y cubro... si eso no me sacude como persona, no seguiría haciendo lo que hago".

—Se te ve muy bien, pero te pregunto, ¿cómo fue tu embarazo?

—¡Es bárbaro! Solo en el primer trimestre tuve un poco de somnolencia; me quedaba dormida mientras me hacían el retoque de maquillaje, entre mi noticiero y Telenoche. Y encima, tenía la presión de que en ese momento ¡todavía no podía decir nada!, obviamente por prudencia. Así que trataba de disimular que me quedaba dormida, ¡parecía que había estado de gira toda la noche!

Me quedaba dormida todo el tiempo, la somnolencia me pegó fuerte en ese primer trimestre. Por suerte, pude tomarme unas vacaciones de verano que tenía pendientes, así que las aproveché para descansar. Tuve que reprogramar vacaciones porque, en un momento, mis opciones eran unas, y después —obviamente— se redujeron un poco para estar más tranquilos durante ese primer trimestre.

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En el segundo trimestre estoy en la gloria total, acostumbrándome a la panza que crece, y todo viene muy bien. Trabajo seis días a la semana, de lunes a sábado, y la verdad es que el cuerpo me responde bien.

Además, estoy muy contenida por mis amigos acá (N. de R.: se refiere a su equipo de maquillaje y peinado), que me acompañan todos los días. Nada de lo que uno atraviesa en un momento como este —o al menos en mi caso— se puede hacer sin ayuda o sin un equipo, una red detrás, ¿no?

En todos los equipos en los que trabajo me he sentido muy contenida y comprendida. Por suerte, físicamente me está respondiendo el cuerpo y me acompaña la pancita. Cada tanto, en la noche, me pega unas pataditas; supongo que a veces lo canso de más.

Carolina Amoroso
"Hay algo —no sé si sobrenatural, pero sí superpoderoso— en el cuerpo y en el espíritu de una mujer que está atravesando la maternidad".

"Amo bailar, es liberador, un ejercicio para el alma"

—Leí por ahí que te gustaba bailar, que lo hacés por hobby.

—¡Sigo bailando! Dos veces por semana. Tampoco es que despliegue una gran habilidad; no te vas a imaginar el virtuosismo de Laura Fidalgo, pero sí me gusta mucho. Ahora, obviamente, un poquito menos exigido que antes, pero sí, sigo haciéndolo. Es el único ejercicio con el que tengo constancia. Soy muy mala con el ejercicio físico.

Es lo único que encontré lo suficientemente atractivo como para mantenerlo con cierta constancia.

-¿Qué bailás, Caro?

-Ritmos latinos, que es lo que más me gusta, ¿viste? Tengo toda mi cuota medio caribe (N. de R.: en el pasado, Carolina vivió en Venezuela, Ecuador y Brasil por el trabajo de su padre).

También algo de ritmos urbanos; mi profe prepara una mini coreo, que es como el desafío de cada clase, y la voy siguiendo. Al final la tengo que completar, y generalmente lo logro. Igual me va bajando el grado de dificultad notablemente. Me sirve mucho bailar, es muy liberador.

Es lindo, además es un ejercicio para el alma. Es un ejercicio de libertad, que después predispone el cuerpo de una manera distinta para, incluso, hacer mi laburo, que a veces es más rígido. De paso, yendo un poco a tu trabajo, tiene una estructura de la que no podés escapar, por el formato.

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" A veces no me gusta verme porque me critico mucho técnicamente"

"Tengo una relación personal con algunas de las cosas que cuento"

—A veces tenés que hablar de cosas muy difíciles, ¿cómo hacés para hacerlo con la templanza con la que se te ve, para que no te impacte en lo personal?

—Mirá, a mí me pasa con mi trabajo que quizás… lo que voy a decir suene un poco controvertido, pero lo voy a decir. Tengo una relación personal con algunas de las cosas que cuento y cubro.

Y no me pesa eso porque creo que hacemos un trabajo con una función social, y en el momento en que las historias que relato dejen de atravesarme personalmente —crisis humanitarias, migratorias, guerras, gente que pasa por dolores indecibles—, o que no me sacudan como persona, no seguiría haciendo lo que hago.

Creo que parte de mi trabajo es lograr que la gente se movilice, incluso emocionalmente, con eso. El trabajo de separarme es un proceso en curso para mí; a veces lo logro con más efectividad, otras con menos.

En ese sentido, me apoyo mucho en mi red de contención, en mi familia. Creo que también está bueno hacer terapia, sobre todo cuando pasás por ciertas situaciones. Eso es un arma de doble filo porque hay momentos en que te pega más de la cuenta, y no es algo que puedas calibrar tanto.

Ahora, atravesando mi maternidad, pienso en un montón de mujeres que conocí en lugares donde nunca te imaginarías una criatura o un embarazo. Y, claro, se me revalorizaron todas esas historias, ¿viste?

Recuerdo mi primer viaje a Ucrania: vi que habían montado una maternidad en un hospital, con las incubadoras en un sótano. Era realmente tétrico, te daba escalofríos porque no era un lugar apto para eso. Las mamás llegaban de lugares que habían sido asediados y bombardeados durante días. Y es impresionante cómo juega lo instintivo: en ese momento no lo comprendía, y ahora quizás estoy más cerca de entenderlo. Que esas mujeres habían aguantado, incluso atravesado todo el país para llegar ahí con la última energía que tenían. Muchas habían parido y estaban en terapia, con los nenes en incubadora, al cuidado de las enfermeras.

En ese momento me preguntaba: ‘¿Cómo es que el cuerpo les resistió toda esta travesía hasta llegar a parir acá?’. Hoy lo entiendo, porque hay algo —no sé si sobrenatural, pero sí superpoderoso— en el cuerpo y en el espíritu de una mujer que está atravesando la maternidad. Ni hablar en una situación límite como esa. Y podría contarte un montón de casos más. Revaloricé mi laburo con esta experiencia, pero me sigue siendo muy difícil no involucrarme todo el tiempo.

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"Siento que hacemos un trabajo colectivo con mucho sentido"

—¿Qué te pasa hoy cuando ves algo del material que salía cuando estabas en alguna cobertura?

—A veces no me gusta verme porque me critico mucho técnicamente. Pienso: "pudo haber estado mejor" o "esto podría haber sido de otra manera", pero con el tiempo traté de volverme un poco más amable conmigo misma.

Porque me acuerdo de todo lo que viví y digo: bueno, esto estuvo bien, más allá de lo que haría mil veces mejor. Por suerte, este laburo te da revancha. Pude viajar cuatro veces a ese territorio para hacer las cosas mejor.

—¿De dónde crees que te sale ese valor para poner el cuerpo (y el alma), agarrar la valija y chau, ¡me voy!?

—Primero, porque estoy muy convencida del laburo colectivo que hacemos: el camarógrafo, el asistente de cámara, todos. Lo tomo como parte de una misión grande que tiene sentido.

Por ejemplo, cuando llegás a un lugar y alguien te da lo único que tiene porque siente que vos estás ahí para poner un micrófono y decirle "esto que te está pasando está mal". Si bien no voy a poder modificarlo, sí puedo visibilizarlo. Porque entiendo que eso no puede seguir así. Cuando te pasa eso, decís: "esto tiene todo el sentido del mundo".

A lo largo de todas las coberturas, te soy sincera, es mucho más lo que vuelve. Suena a frase hecha, pero es mucho más lo que me devuelve toda esa gente que voy conociendo en ese camino, que lo que yo puedo llegar a ofrecerles. Así que siempre es una ecuación que, por más que implique riesgos, siempre vale la pena.

Vimos con mi esposo un documental que se llama 20 días en Mariúpol. El cementerio que está en una de las ciudades más golpeadas de Ucrania, donde bombardearon una maternidad. Le comenté: "No puedo creer que uno sigue viviendo sabiendo todo esto", y mi esposo me dijo una frase que me encantó: "Yo no puedo creer que haya gente que viva sin saberlo". Creo que hacía referencia a las tantas cosas que ignoramos todo el tiempo, tragedias enormes que suceden, no tan lejos, incluso de acá.

Parte de nuestro trabajo es que la gente no viva sin saberlo, que sepa que esto pasa y que, aunque sea prestándole atención a esas historias, ya le da un sentido. Eso de conectar con el sentido, no pensar demasiado, hay cierta cuota de salto de fe y de inconsciencia, supongo. Ser responsables con lo que hacemos y las decisiones que tomamos, pero dejarte llevar por eso que te arde adentro, que es la necesidad de contarlo.

Carolina Amoroso
"Muchas cosas que te hacen perder la fe, pero casi automáticamente después ves que mucha de esa gente que te está contando que sufrió las peores crueldades del mundo sigue adelante, es solidaria y tiene la mirada puesta en el otro".

"Mi deseo a futuro es hacer una cobertura desde Haití. Es un país que está roto y no sale de una espiral de violencia y tragedia interminable."

—¿Qué cosa te gustaría hacer que todavía no te haya tocado hacer a nivel profesional?

Hace ya varios años que intento realizar algunas coberturas que son asignaturas pendientes. Hay una en particular —algunas ni las digo porque me las quiero guardar— que ahora está particularmente difícil, porque casi el 80% de la capital está tomada por pandillas.

Entrar al país requiere sacar un seguro de secuestro, pero es Haití, un lugar en el que siento que tendría que haber un despliegue grande de equipos periodísticos. Hasta el 80% de la capital llegó a estar tomada por las pandillas. Es un país que está roto y no sale de una espiral de violencia y tragedia interminable.

Cuando salí de Venezuela estuve en República Dominicana, cerca de la frontera, en un batey —así le llaman los haitianos a sus comunidades— donde hay mucha migración haitiana.

Allí conocí mujeres que contaban historias que incluyen explotación sexual, están a merced de coyotes —o sea, personas que las cruzan hacia el otro lado—, violencia de todo tipo, xenofobia, discriminación, imposibilidad de acceder a documentación, hijos apátridas que no acceden a ningún tipo de identificación, o sea, que no tienen lugar alguno en el mundo.

Y ahí dije: “Yo no puedo estar en la puerta de esto y no entrar”. En ese momento volvíamos de la cobertura en Venezuela, ya habíamos tenido bastante, pero me quedó esa cuenta pendiente.

Carolina Amoroso
"Quiero ser una mamá tierna, darle todo el cariño que tenga adentro".

Venezuela: una relación personal y un deseo ardiente de recuperación

—¿Hubo algo que te hizo perder la fe en la humanidad?

-Hay muchas cosas que te hacen perder la fe, pero casi automáticamente después ves que mucha de esa gente que te está contando que sufrió las peores crueldades del mundo sigue adelante, es solidaria y tiene la mirada puesta en el otro. O te cuenta su historia para que no se repita.

Te cuento de esta mamá haitiana que me decía que ya había sido explotada sexualmente desde los 8 años. Me decía: "Cuenta, cuenta nuestra historia." Te juro que tengo la cara dibujada, hay caras que te quedan tatuadas en el alma.

En Venezuela, hay muchas historias que a veces te hacen perder la fe en la humanidad, porque hablan de sobrevivientes de centros de tortura, de represión, de violación sistemática de derechos humanos. Pero después, hilado con esas historias, viene el deseo de resiliencia, de salir adelante.

Hace un tiempo hice un informe sobre un centro de tortura en Venezuela y escuché historias terribles. Un chico, Dylan, que tenía 16 años, llegó a escribir con sangre cómo se sentía en la celda donde estaba detenido con otros chicos por manifestarse por un país mejor. Esa es la razón por la que los criminalizan. Y ese mismo chico terminó la nota, me abrazó y me dijo: "Gracias." A mí, que no estaba haciendo nada.

Cuando alguien te da un testimonio así, tu agradecimiento tiene que ser de por vida, porque te está confiando su lugar más sagrado: su herida. Ese chico, por ejemplo, trabaja en visibilizar lo que pasa en ese centro de tortura para que desde la comunidad internacional se pida por la liberación de los presos políticos.

Víctor Navarro es otro sobreviviente de ese centro, que armó un museo virtual con realidad aumentada para mostrar cómo es el recorrido adentro y generar conciencia sobre los centros de tortura que todavía existen en América Latina, en pleno centro de una ciudad como Caracas.

Te diría que cosas crueles he visto muchas, pero justo aparejadas con esos momentos en los que siento que nos caemos al abismo más oscuro, que nada tiene sentido y que todo es horrible, encontrás gente que sigue adelante habiendo pasado por cosas que no se pueden ni reproducir, y te miran con una sonrisa. Creo que en el fondo nunca perdí la fe, y mucho tiene que ver con esas personas.

Carolina Amoroso

-Venezuela te toca muy de cerca. ¿Cuál es tu anhelo para ese país tan querido para vos?

-Que se vayan ya, que haya rendición de cuentas y reparación para las víctimas. Además, en el caso de Venezuela, el arco dramático es terrible porque ese país fue un refugio cuando muchos argentinos huían de la dictadura militar y de los años más oscuros de América Latina. Que se haya convertido en ese mismo infierno es un poco imperdonable.

Sin dudas, Venezuela es un lugar en el mundo para mí. Deseo que sea libre y también, aunque hay mucho debate, pienso en los pactos de impunidad que podrían permitir que se vayan más rápido. No sé si eso es posible a esta altura.

Empiezo a creer que no hay pacto posible para ellos, por todos los crímenes y el desfalco en los que están involucrados. Yo quisiera que haya reparación para las víctimas. No venganza, porque eso no construye un país mejor, pero sí reparación. Deseo una Venezuela libre y que todos los artífices del horror estén muy lejos de ese suelo y de esa gente.

—¿Cuáles son tus referentes en el periodismo?

—Tengo muchos, sobre todo del exterior. Por ejemplo, a Oriana Fallaci la tengo como la periodista definitiva, la entrevistadora por excelencia. Siempre vuelvo a leer sus entrevistas, me parecen brillantes.

A mí además me gusta hacer periodismo internacional, así que mis referentes están muy ligados a esa especialidad. Christiane Amanpour es para mí la dama de la cobertura internacional, la admiro muchísimo. Combina dos cosas que a mí me encantaría tener: una es la capacidad de hacer una cobertura en territorio impecable y la otra es el análisis profundo. Creo que yo soy más fuerte en una que en la otra, pero cuando veo a ella digo: “¿Cómo puede ser tan buena en las dos cosas?”

Además, como analista es exquisita, una lectora de la realidad muy precisa, con toda la experiencia que tiene. Y me parece una mujer desprejuiciada. Ahora está haciendo un podcast con su exmarido que se llama Los archivos ex (The Ex Files). Es una mina que rompe estructuras, nunca atravesó una línea divisoria entre quién es ella como mujer y como persona y quién es ella como periodista que cubre el mundo. Me parece espectacular.

Después hay una periodista joven que me gusta mucho, que acaba de ser mamá, y a la que sigo porque digo, “A ver cuánto tiempo estuvo en pausa, cuánto se aguantó antes de volver a hacer una cobertura.” Ella hace coberturas muy similares a las que hago yo. Ahora estuvo en Culiacán, en Sinaloa. Se llama Isobel Yeung y me encanta lo que hace. También me gustan algunas cosas de Clarissa Ward.

Y después tengo a mis amigos de la cofradía de periodistas con los que comparto coberturas similares, como Joaquín Sánchez Mariño, que es amigo mío hace varios años. Compartimos cobertura en Venezuela, en la frontera colombiana-venezolana, entramos juntos por primera vez a Ucrania y este año cubrimos las elecciones en Venezuela.

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"Quiero ser una mamá que dé amor, que contenga y que le abra la ventana al mundo para que sea una persona libre".

También está Ángel Sastre, un periodista español que conozco hace muchos años y que es corresponsal para América Latina y Medio Oriente. Tiene una historia increíble porque estuvo 11 meses secuestrado en Siria y después volvió a la cobertura. Lo quiero como amigo, pero además lo admiro mucho. Por último, en la escritura, Leila Guerriero me parece la cronista definitiva, la cronista que todas queremos ser.

—Retomando tu presente personal, ¿cómo lo ves a Guido como futuro papá?

—¡Es el mejor! Obvio que nos falta vivir la experiencia, pero digo que "ya" es porque es el mejor tío, un crack. Me da mucha tranquilidad porque en muchas cosas creo que voy a poder descansar. Él tiene el cuidado incorporado, ¿viste? Hay gente a la que se le da eso de estar atento, de registrar al otro. Además, disfruta mucho de sus sobrinos, de mis sobrinas también, es muy tierno. Siento que ya es papá, sin serlo todavía.

—¿También es colaborativo en el día a día? ¿Imaginás que va a cambiarlo, que va a poner el lavarropas?

—¡Cien por ciento! A mí me pasa algo: la decisión de armar una familia, en este caso, es de dos. No es que uno ayuda y el otro se encarga. Hay un reconocimiento claro de que los dos tenemos que ayudar en esa construcción. Él lo tiene clarísimo. De hecho, en muchas cosas es más organizado que yo, está más pendiente de algunas cosas cotidianas.

Si bien yo le pongo mucho a la familia y a la casa porque me importa, soy un poco un quilombo en términos de tiempos. Cuando surge algo que quiero hacer, como estas misiones de las que venimos hablando, mi vida pasa a ser monofocal (porque tengo eso). Pero encontré con un compañero que me acompaña y que compensa cuando tengo esos momentos.

—¿Cocinás?

—No, ¡nada!

Carolina Amoroso
"Los hombres de mi vida están muy a la altura de las circunstancias (...) Guido es el mejor y mi papá es el CEO de mi vida".

—¿Te gustaría? ¿Es algo pendiente?

—No, no es algo pendiente porque no tengo la paciencia que hay que tener para cocinar. No se me da. Me encanta comer, ¡soy una gran comensal!, en mi defensa... Así que nos arreglamos como podemos.

Mi padre cocina como los dioses —mi viejo es pastelero, le decimos “Juanca soluciones”—. Nos pasa la viandita, o le decimos: “Che, me tenés que arreglar tal cosa, las duchas del baño”.

Mi padre fue el CEO de mi vida mucho tiempo. Por ejemplo, cuando me iba a la selva del Darién —una selva muy peligrosa— me había olvidado de comprarme las botas. El día que estaba por viajar me dijo: “Te compré las botas, son estas”. Y aunque estaba bastante temeroso de que hiciera el Darién, el último día me las trajo.

Los hombres de mi vida están muy a la altura de las circunstancias. Y mi madre también es un ángel. Son una red en serio, igual que yo trato de estar cuando me necesitan.

Carolina Amoroso
"Quiero ser una mamá que cultive la libertad"

—¿Cómo te imaginas como mamá?

Quiero ser una mamá tierna, darle todo el cariño que tenga adentro y toda la contención que pueda ofrecer. Pero, sobre todo, quiero ser una mamá que cultive la libertad, ¿viste?

Que le enseñe la libertad como un valor fundamental. Se habla mucho de la libertad, pero para mí es, ante todo, una enorme responsabilidad. Cultivar un alma libre es también cultivar un alma inquieta por la dignidad de los otros, por el respeto hacia ellos, por la libertad de todos.

No existe eso de “yo soy libre y que el otro se arregle”. Si hay alguien que por alguna razón está sometido a alguna forma de opresión o injusticia, me gustaría criar a alguien para quien eso no sea indiferente. Aunque, claro, tal vez sea mucha información para los primeros años de vida, ¿no?

En el inicio del camino, quiero ser una mamá que dé amor, que contenga y que le abra la ventana al mundo para que sea una persona libre, con un sentido de propósito y una mirada puesta en los demás. Porque la idea de ser feliz está buenísima, pero para mí, más lindo todavía es la idea de una vida al servicio de algo. Eso es lo que te hace crear lazos con los otros, y la vida es con los otros.

FOTOS @fotos_diego 

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MAQUILLAJE @belencambaceres 

PEINADOS @lucianocastro1 

Agradecemos a @mariapaezarg @maa_maternity @magiorossetto y @lunagarzonaccesorios 

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