Este martes, mientras era trasladado a declarar en Entre Ríos, Pablo Laurta rompió el silencio.
“Todo fue por justicia”, dijo ante las cámaras, sin titubear. Las palabras helaron el aire. No pidió perdón. No explicó. Solo repitió la frase, como si buscara justificar lo injustificable.
Laurta, uruguayo y miembro del movimiento “Varones Unidos”, está acusado de un doble femicidio, un homicidio y el secuestro de su hijo de seis años.
Según la investigación, planificó con detalle cada paso: se entrenó durante días para cruzar en kayak el río Uruguay, contrató a un chofer de aplicación para trasladarse desde Gualeguaychú hasta Rafaela y ejecutó los crímenes con precisión metódica.
Las víctimas fueron Luna Giardina (26), su expareja, y Mariel Zamudio (54), su exsuegra. Ambas fueron asesinadas en su casa en Córdoba. El cuerpo del remisero Martín Sebastián Palacio, que había sido visto por última vez junto al acusado, fue hallado días después, descuartizado en un descampado de Entre Ríos.
El hijo de Laurta fue encontrado ileso, tras un operativo que unió a las policías de Córdoba, Santa Fe y Entre Ríos.
Mientras la Justicia avanza, la frase del acusado —“todo fue por justicia”— deja una herida abierta.
En esas palabras se condensa el intento de control, el relato distorsionado de quien decide ejercer poder sobre las vidas de otros y llamarlo justicia.
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