Cuando una paciente visita el consultorio de dermatología, su inquietud rara vez se limita a un tema superficial. En muchos casos, lo que trae consigo son sentimientos profundos: incertidumbre, desilusiones e, incluso, temor.
Temor a no encontrar soluciones, a pensar que su situación es irreparable o a revivir malas experiencias anteriores. Además, estas preocupaciones están frecuentemente ligadas a factores internos y emocionales que influyen directamente en la salud de la piel, como el estrés, los hábitos de vida y las experiencias personales que marcan su percepción de bienestar.
La piel, como órgano más visible del cuerpo, es un reflejo de nuestra salud y bienestar emocional. Por eso, cualquier alteración en ella no solo afecta cómo nos vemos, sino también cómo nos sentimos. Entender esta conexión es fundamental para abordar los problemas dermatológicos de manera efectiva.
Mi filosofía en dermatología se basa en el acompañamiento y la escucha activa. Cada piel cuenta una historia, y detrás de cada consulta hay una experiencia que merece ser atendida con sensibilidad y profesionalismo.
A veces, el primer paso no es un tratamiento tópico, sino generar un espacio de confianza donde la paciente se sienta entendida y acompañada.
Tratar la piel va mucho más allá de lo estético: estrés, hábitos alimenticios, calidad del sueño y factores emocionales pueden influir directamente en su salud.
También es crucial considerar que los medicamentos que consumimos, como polivitamínicos, creatina, proteína, y suplementos como la proteína Huey, así como métodos anticonceptivos (DIU, anticonceptivos orales, inyectables, pellets anticonceptivos o el chip de la juventud), pueden tener un impacto significativo en la piel. Estos productos, al interactuar con nuestro organismo, pueden alterar el equilibrio y manifestarse en forma de cambios cutáneos.
Por otra parte, ¿cómo estamos metabólicamente a nivel hematológico, hormonal, renal y de la glándula tiroides?
Esto también influye directamente en la salud de nuestra piel, al igual que nuestra salud cardiovascular. Todas estas dimensiones internas están interconectadas y pueden revelar pistas importantes sobre la calidad y el estado de nuestra dermis.
Este enfoque integral no solo mejora la piel, sino que ayuda a construir una relación más saludable con nuestro cuerpo.
Si estás enfrentando un problema dermatológico y sientes frustración o inseguridad, quiero recordarte que siempre hay opciones. Cada caso es único, y con un enfoque adecuado, paciencia y constancia, los resultados llegan.
Cuidar la piel no es un lujo ni algo superficial; es un acto de amor propio. Te invito a dar ese primer paso hacia una piel más saludable y una vida más plena.
Fuente: Dra. Florencia Paniego, dermatóloga IG @draflorpaniego
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