Pocos saben que “una de las características del mundo del espectáculo que tengo es tener ritmo y me gusta la música. A los 6 en el acto de fin de año, junto con mi amiga Analía, fui elegido como uno de los solistas para bailar La Batalla del Movimiento de Julieta Magaña con todos nuestros compañeros de primer y segundo grado bailando alrededor”, cuenta Pablo Ramírez casi al final de la entrevista.

-¿Sabés bailar?
-Me encanta, siempre digo que soy como Billy Elliot con mal final. En Navarro había una escuela de baile y mi papá, que no era minero como el de la película sino mecánico, me dejó ir. Lo hice durante dos años, de mandado que era. Después mi mamá me dijo: "tu papá no quiere que vayas más". Nunca fui rebelde de confrontar pero siempre me las ingenié para hacer lo que yo quería, siempre hice lo que yo quería.
-¿Te gustaría hoy aprender a bailar?
-Sí, es algo que siempre tengo pendiente. De hecho cuando en algún lugar me suelto y me pongo a bailar, me dicen: "¡ah, bailás bien!". Es algo que me encanta y que también proyecto en lo que hago, porque para mí, en la ropa, también está puesto el tema del movimiento.

-¿Qué quedó del Pablo que tomaba sol en el club Las Mojarritas de Navarro?
-(N. de R.: abre los ojos, se sonríe). Los dueños de Las Mojarritas eran el Chino Cura, que era profesor de educación física, y su mujer Betty, y eran mis amigos grandes porque ellos tenían la edad de mi mamá. Después, en los 80, Betty tenía un videoclub, yo empecé a frecuentarlo y nos hicimos muy amigos. Los visitaba en su quinta donde Chino tenía una colonia de vacaciones. En esa época todos tomábamos sol ¡imaginate, vivía carbonizado!
Quién es Pablo Ramírez

La entrevista a Pablo Ramírez comenzó temprano y terminó al mediodía de una mañana nublada y calurosa de enero en Buenos Aires en el atelier del diseñador. Puertas adentro la charla fue un ir y venir donde la moda, tal como se la conoce, aparecía y desaparecía en anécdotas. El clásico reportaje donde podría pensarse que solamente se hablará de moda y de tendencias, no fue tal.
El recorrido comienza con una pregunta y otra pregunta como respuesta:
-¿Quién es Pablo Ramírez?
-Es un dibujante, un diseñador, un director, todo eso. Cuando venía para la entrevista pensaba que me siento muy bien a los 53 años porque siento que yo siempre quise ser grande. Cuando era chico quería ser grande, siempre tuve alma de grande, nunca me interesaron las cosas de chicos, tampoco las de joven.
-¿Por dónde iba ese sentimiento?
-Tenía otros intereses, siempre me interesó hablar y estar con gente más grande. Mi deseo era ser grande.

-¿Puedo decir que te querías escapar de ser chico para ser grande?
-¡Sí!
-Y también te querías ir de Navarro...
-Eran las dos cosas. Nunca sabía si me quería ir de Navarro y ser grande, o si la cosa era ser grande para irme de Navarro. Siento que lo de Navarro ya es una prueba superada, me reconcilié, no tengo ningún trauma ni ningún problema. Digo, se llama Navarro pero podría haber sido otra ciudad, no es puntual ni refiere a la ciudad ni a la gente. Tiene que ver con ser de determinada manera o sentirse de determinada manera en un lugar.
-¿Hoy sentís que ya que no te querés escapar de ningún lado?
-Sí, totalmente.
-¿Y eso qué te provoca?
-Paz y tranquilidad. Y eso me lleva a tener nuevas inquietudes.
La moda y el drama
Si uno mira hacia atrás las colecciones de Ramírez puede ver que siempre existió el drama. Prendas rigurosas cinceladas a puro drama con el color negro como hilo conductor.

-¿Podrías vivir la vida sin drama?
-Cada vez la estoy viviendo con menos drama. En realidad creo que antes era muy dramático, de hecho el primer desfile que hice en Designers, la colección Bien Común, (invierno 2014) la terminé con una canción de la banda española Fangoria que dice “no quiero más dramas en mi vida” (risas).
-Pasaron 10 años, ahí algo cambió…
-¡Totalmente! Es como que a partir de ese momento ¡sólo comedias entretenidas! Por supuesto que hay cosas dramáticas y convivimos con eso, pero yo, que tengo la posibilidad, el lujo, la fortuna de trabajar de lo que me gusta, de vivir de lo que me gusta, ya no hay lugar para la queja.
Hace muchos años el joven tímido se presentó en los afamados concursos de Alpargatas y lo ganó al segundo intento. Irse de Navarro supuso una nueva vida y una nueva toma de decisiones. El mercado laboral que supo ver con la ñata contra el vidrio le abrió las puertas.

-Sos tímido pero a la vez sos osado, desde el comienzo sos lanzado en lo que hacés. ¿Cómo vivís con esa dualidad?
-Tiene que ver con la inconsciencia, con el impulso, no pensar en la consecuencia. Hay algo en mi forma de ser, de mi timidez, de mi personalidad ensimismada donde no estoy pensando en las consecuencias.
-A veces la inconciencia es la que abre puertas...
-Para mí más que la inconsciencia es el impulso, el impulso vital, el impulso creativo, el impulso que tiene que ver con la pasión y con el deseo.
-¿Te considerás un divo?
-No (risas). De hecho me causa mucha gracia porque de alguna manera, sin quererlo, construí una imagen que dista mucho de quien soy yo. Por supuesto que no me lo propuse, pero bueno, quedó como una especie de personaje que quizás es la consecuencia de una serie de acciones que tienen que ver con el trabajo. Hoy a mí ya no me preocupa si lo piensan, quienes me conocen saben cómo soy.
-¿Sos excéntrico?
-No sé si tengo excentricidades, quizás sí. Uno vive su vida y siempre le parece que su parámetro es lo normal. El tema es lo que pasa a los ojos del otro. En mi guardarropas hay ropa negra y para mí eso es normal, quizás para otros sea una excentricidad.
-¿El ego es parte de tu vida como diseñador?
-Es algo que no lo tengo muy claro. ¡Y me psicoanalizo hace mucho! Cuando yo empecé con mi proyecto hace casi 25 años, no me imaginaba que mi marca tuviera mi nombre. De hecho la primera colección, que se llamó Casta (invierno 2000), decidí que las prendas no tuvieran etiquetas.
-¿Por qué?
-Había algo de ideológico y también algo de práctico porque a mí no me gustan las etiquetas cosidas, me molestan, siempre las descoso. Entonces les puse un alfiler de gancho, como una especie de símbolo. Se podía sacar o poner, quien quisiera sentirse identificado la dejaba y quien no, la sacaba. Fue con la segunda colección que, al tener una socia, hubo que ponerle un nombre y como yo era el responsable, decidimos poner mi nombre. De todas maneras yo sentía todo el tiempo que no tenía el ego puesto en que mi nombre fuera una marca. No me imagino mi nombre en una bolsa, por ejemplo.
La etiqueta interna toca el cuerpo en una suerte de intimidad entre la persona y la prenda…
Tenía un conflicto con eso. Entonces hice etiquetas rojas muy finitas que en letras muy chiquitas decían Pablo Ramírez, estaban cocidas con dos puntadas para poder sacarlas fácilmente.

-¿En qué momento el tema del nombre propio y la etiqueta cambiaron?
-En 2005, cuando abrí la tienda en San Telmo, dejé de tener socios y sentí que fue un volver a empezar. En los medios me hicieron notas, Annie Ventura escribió “Un tal Ramírez”, otras notas dijeron “la vuelta de Ramírez”. Incluso mi hermana me dijo: vos deberías ser directamente Ramírez. Fue mi amigo Horacio Gallo el responsable y quien terminó definiendo la cosa: "es Ramírez, con mayúsculas y con acento". Yo seguía pensando que era mucho. Entonces me dijo: "no sos más vos, es una marca, vos construiste una marca, es un estilo".
-Pasaste de ser un DNI, -porque Pablo Ramírez tiene un DNI-, a ser Ramírez...
-Entonces fue ahí que si bien sentía lo contrario a lo que yo quería, después me di cuenta que había algo como entre comillas, ya despersonalizado, que me trascendía, que podía ponerme en la sombra y que ahí estuviera Ramírez.
-Estabas pero no estabas…
-Hoy siento que logré mantener un perfil donde me siento cómodo y fiel a mí mismo. Gonzalo (N. de R.: su flamante marido y compañero laboral) hace las relaciones públicas, está con las clientas y tiene todo ese vínculo hacia el exterior, algo que yo también lo tengo pero más íntimo.
-Hablás de intimidad, ¿cómo te llevás con la exposición?
-También fue un trabajo, fue un proceso porque a mí no me interesa exponerme.
-Entendés que es parte de tu trabajo…
-Sí, por supuesto, en la medida que pueda manejarlo y que sienta que es coherente y que esté en un contexto, que tenga un marco, sí. Como fue en la Legislatura. El reconocimiento se agradece siempre un montón.
Un diseñador muy premiado

-¿Creés en el poder de los premios?
-No sé si tienen poder. Siento que forma parte del mismo sistema del reconocimiento.
Si bien durante la entrevista no hablamos de premios y reconocimientos puntuales a su tarea como diseñador (7 premios Tijera de Plata y 1 Tijera de Oro, el premio Florencio Sánchez al mejor vestuario por la obra Triste Golondrina Macho en el 2013 y dos premios Martín Fierro de la Moda: al Mejor Diseñador de Alta Costura-Prêt-à-Couture en 2019 y como Mejor Trayectoria de Diseñador en 2023), cuando se refiere a la Legislatura, tiene que ver con el reconocimiento que recibió el año pasado, la distinción de Personalidad Destacada de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires en el ámbito de la Cultura en un evento conmemorado en el Salón Dorado del Palacio Legislativo.
-¿Sentís que tocás el cielo con las manos después de haber recibido el reconocimiento en la Legislatura el año pasado?
-Para nada (muchas risas).

-¿Qué se siente?
-Al principio tenía una especie de resistencia. "¡Ay no, que vergüenza!", me dije. Soy tímido y me daba vergüenza. Entonces en esos momentos pensé en el contexto, en compartirlo con Gonzalo, con mi familia, en mis amigos, en la gente que quiero, la que me acompaña y la que me acompañó ese día. Es un momento para compartir.
-Ahí no le pones ego.
-No. Para mí es orgullo, es alegría.
-¿En tu caso tampoco hay un ego aplicado a tu moda?
-Para nada. Otra cosa que me pasa es que siempre trabajé en una línea que tiene que ver con favorecer y con embellecer, mi trabajo es de alguna manera subrayar a la persona y que la prenda no sea la protagonista. Eso a mí me encanta. Me encanta cuando la gente se apropia de mis diseños. Si bien me gusta el uniforme, con mi moda y con mi estilo no pretendo uniformar al mundo. Creo piezas clave para que cada uno pueda incorporarlas en su vida.
-¿Reconocés tus diseños cuando los ves?
-Casi nunca me fijo lo que tienen puesto los otros. Una de las cosas que me pasan, y esto es muy gracioso, es que para que me llame la atención lo que viste otro, es porque está muy bien o porque del horror no puedo creer lo que se puso. En general, con las personas conecto por otro lado que no es la ropa. Me pasa que a veces le digo a alguien que me gusta lo que tiene puesto y me dice "¡es tuyo!", entonces me da un poco de vergüenza no haberlo reconocido. Y es porque la persona se la apropió. Quizás ahí sí está puesto el ego.
El universo Ramírez

Son 30 años en el mundo de la moda y casi 25 con su propia etiqueta lo que arma una gran trayectoria marcada por la coherencia. El pasado tiene mucha tela cortada y el presente es un lienzo negro listo para convertirse en moda. En cambio, el futuro quizás sea solamente una biopic. O quizás, no.
-¿Te gustaría que tu marca continúe cuando vos no estés?
-La verdad es que no me lo imagino. Me da risa porque vi la serie de Balenciaga y por otro lado veo lo que ocurre hoy con su nombre y su marca y pienso "¡Dios mío, pobre Cristóbal, si supiera lo que están haciendo!" Además tampoco me lo imagino porque lo mío es algo muy chico, esto no es un imperio ni estamos en Europa. Estamos en otra escala, completamente. Yo siento que de alguna manera fui construyendo un universo Ramírez que es mi mundo.
-¿Considerás que hay un imperio Ramírez?
-No, lo mío no es un imperio. Imperio es el de Armani.
-Influencers, celebridades, estilistas de celebridades, peinadores, "lleva carteras", etc. ¿Te molestan los nuevos divismos que tiene la moda hoy?
-Me cuestan, la verdad es que me cuestan. Porque desde que empecé, siempre tuve la suerte de que las actrices o los actores me llamaran por teléfono, pude y puedo tener un contacto directo que para mí es fundamental. Y tampoco lo podemos comparar con Europa porque allá las marcas juegan en las grandes ligas. Son corporaciones enormes con departamentos de publicidad, de marketing etc. donde se entiende que haya estilistas o asesores de vestuarios para personas como Nicole Kidman a quien le mandan las colecciones para que elija. Y porque además son estrellas que mueven millones.
Acá todo eso no tiene ese sentido ¿entendés?, acá no hay nada de todo eso. En este medio somos diez que nos conocemos todos. Entonces me cuesta, prefiero seguir trabajando de esta manera artesanal, personal, con la pequeña escala.
-¿Siempre fuiste así?
-Siempre fui muy firme con mi forma de pensar y también con esto de la inconsciencia de no saber. Decido yo lo que considero que está bien o lo que está mal. Cuando recién empecé, cuando me parecía que algo no correspondía, era así. No es que pensaba: "bueno, tendrá que ser así porque estoy recién empezando".
- Veo que hay mucha coherencia en tu mirada como diseñador para con tu marca.
-Sí, porqué me preocupa mucho mi trabajo.
-¿Creés que hoy en la moda hay show y circo?
-En realidad creo que sí. De alguna manera siempre hubo circo y creo que eso va cambiando y va evolucionando o se va deformando (risas). Llamémoslo como quieras, tiene que ver con lo que pasa con la comunicación. Hay una vorágine de comunicación y una avidez de un bombardeo tan constante. Entonces, para mí lo que pasa con eso es que se termina desvirtuando todo.
-Entre una celebridad y una clienta fiel, ¿a quién le das prioridad?
-En Ramírez vivimos de la clientas.
-¿Creés que por una influencer o una celebridad llegan más clientas?
-Creo que va más allá de eso. Por un lado están las clientas, lo otro es importante porque te da visibilidad. Para mí es como armar una vidriera para que alguien te represente en un evento, una alfombra roja, etc.
-El tema es quien se pone qué y cómo se lo pone.
-¡Claro! Por eso para mí también es muy importante no decir a todo el mundo que sí, en cualquier lugar que sí, bajo cualquier circunstancia que sí. En ese sentido también me siento muy afortunado porque la verdad es que creo que vestí a casi todas, todo el mundo me llamó. Quizás fue un momento, fue una etapa, un período, una circunstancia, etc. La verdad es que no me quita el sueño pensar ¿a quién voy a vestir ahora?. Y tampoco nunca tuve a nadie trabajando conmigo haciendo eso, convocando, llamando o buscando a alguien.
-Algo bien hiciste.
-No sé si lo hice bien (risas). Como pasé por la facultad, y para mí la universidad es algo clave, trato, al menos una vez por año, de ir a dar una charla para compartir mi experiencia con los estudiantes de la carrera. No me pongo de ejemplo, solamente les cuento cuál fue mi camino y cómo lo hice. No voy a contarles que descubrí la fórmula y que ése es el único camino.
-¿Hay fórmulas en la moda?
-No las hay, aunque me encantaría (risas). Yo sé que rinde un montón, que a la gente le encanta tener tips, hacer listas y todo ese tipo de cosas, pero en realidad es algo subjetivo, tan personal, tan único. Somos todas personas únicas y diferentes, y me parece importante poder pensar esto.
Contemporaneidad, brillo y erotismo
La inspiración de Pablo Ramírez fue y es un caleidoscopio de imágenes cercanas al cine y la música donde lo retro cose con hilos de seda. Décadas pasadas, estrellas del cine de aquellos años, figuras políticas de antaño, cantantes de todas las épocas… nada escapa al universo del hombre vestido de negro cuya cuenta de Instagram, @ramirezdenegro, con más de cien mil seguidores, lo honra en el color negro como sello distintivo personal y laboral.
Pablo no sigue los ritmos de la moda, lo suyo refiere más a un estilo determinado que le es propio desde el comienzo. El diseñador tiene sus propios tiempos, su propio calendario y contemporaneidad. La contemporaneidad hace que uno pueda seguir estando.

-¿Qué es la moda para vos?
-Yo siempre digo para mí es comunicación, es lenguaje y como diseñador yo lo que hago es contar una historia ya sea en un desfile, en un video, en una campaña. Cuento una historia, un mensaje, y esas prendas son como las palabras que después quién va a mi tienda y ve el perchero cuenta su propia historia al usarlas. Es una forma de expresarte, es una declaración, es contar quién sos.
-¿Tu moda te representa?
-Sí, desde siempre, desde el primer día.
-¿Cómo ves a la moda argentina?
-Me cuesta pensar a la moda argentina sin pensarla insertada en un fenómeno global, que en el mundo hay una crisis y que todo el mundo intenta expresarse, pero está tironeando entre lo que tiene, lo que debería y lo que hay. Yo siento mucho respeto y admiración por todo el mundo que sigue trabajando y que persevera y resiste, porque la verdad es muy difícil. Hemos sobrevivido a todo, hemos resistido todo y nos hemos adaptado a todo, así que la verdad, ¡bravo por todo el mundo que sigue haciendo!
-¿Cómo te llevás con tus colegas?
-Bien, por lo que te dije antes: yo respeto un montón y sé lo qué es el trabajo, sé de qué se trata, entonces me parece respetable que todo el mundo esté trabajando, haciendo y resistiendo.
-¿Creés que en algún nivel hay competencia entre los diseñadores?
-Sí, pero no participo, estoy inmerso en mi universo. Para mí es como el Al Don Pirulero: cada uno tiene su juego.
-Con casi 25 años en la moda ¿tu capacidad de asombro y de sorpresa siguen intactos?
-Creo que sí, me parece fundamental tener virgen la curiosidad. Te cuento algo, acá también colabora Juan Risoleo, un diseñador argentino que acaba de cumplir 79 años, que empezó a las 16 trabajando con Paco Jamandreu y que en los 70 y 80 fundó la marca Ropas Argentinas con Federico Moura. Después se fue a Los Ángeles y estuvo 45 años con una tienda allá y hace 3 o 4, después de la pandemia, cerró y volvió a Argentina. ¡Tiene una historia fabulosa!
Lo sorprendente es que es el más grande del grupo y a la vez es el más joven, nos inspira y nos motiva a todos porque tiene una inocencia y una capacidad de fascinación, y de disfrute de descubrir belleza en todo. También está trabajando Jerónimo que está haciendo la carrera de indumentaria en la UBA y acaba de cumplir 24. Los dos tienen el mismo entusiasmo, la misma ilusión y la misma curiosidad. Y en el medio estoy yo.
-¿Cómo hacés para ser contemporáneo y tener una inspiración un poco retro?
-Lo contemporáneo tiene que ver con las clientas, con el uso, con la vida de hoy. Si bien hay cosas que refieren al estilo, con determinadas líneas y formas que me interesan, además está la vida diaria. Siempre, para mí, el punto de partida además del dibujo, es el cuerpo, ahí tiene que ver con el funcionamiento, con el moverse, con lo ergonómico. Pienso en un cuerpo vivo, en alguien en movimiento.
-¿Por dónde pasa el sex-appeal en la moda de Ramírez?
-Pasa por el misterio, por sugerir, por subrayar la figura.
-No hay obviedades…
-No. Siempre me parece que hay algo excitante que me gusta que tiene que ver con el cuerpo contenido, con el cuerpo cubierto.
Por eso para Pablo Ramírez una de las escenas más eróticas ocurre en "La Lección de Piano", cuando Holly Hunter está tocando el piano y Harvey Keitel se tira al suelo y descubre en la pierna de ella un agujero en la media. “Ese momento es de una tensión erótica impresionante, me parece súper erótico eso. No se trata de tirar toda la carne al asador, tiene que haber misterio”
- ¿Cuál es el límite del brillo para una prenda de Ramírez?
-Yo trabajo con la síntesis, entonces para mí es muy importante como en toda síntesis que haya un foco. No me imagino hacer algo que sea todo brilloso, tiene que haber una proporción, un balance. Hace poco hice un vestido a medida para una madrina con una tela que tenía brillo, pero arriba tenía toda una capa de organza que velaba ese brillo. Como en lo erótico, para el diseñador, el brillo tiene que ver con lo sutil
-Si una mujer viene todos los años, ¿encuentra un vestido negro nuevo?
-Sí, totalmente.
-¿Y eso es un desafío para vos?
-Para mí es como una especie de juego.
-¿Preferís la palabra juego a desafío?
-Sí. Quizás para mí el desafío es otro, y es también cuando me río de mí mismo, cuando busco algo en el perchero y no lo encuentro y digo ¡a qué mente enferma se le puede ocurrir hacer durante 25 años solo ropa negra! (risas)
-¿Sabés todo lo que está colgado en la tienda? Lo pregunto porque me contás que a veces no reconocés que lo que tiene puesto el otro lleva tu firma.
-Sí, por supuesto. Me fascina la apropiación que hace alguien cuando compra una prenda, cuando la personaliza. Es ahí cuando deja de pertenecerme.
-¿Tenés archivo de todo?
-No tengo archivo de todo. Por suerte hay clientas fieles con prendas de hace más de 20 años que me las ofrecen para cuando pueda existir una muestra.
-¿Vos te pondrías todo lo que diseñás?
-No sé si lo pienso así, no me pienso yo en ese lugar, siento que tiene que ver con la fantasía, con el deseo. No sé, no lo tengo tan en claro. Con la ropa para hombre sí me pasa. Hace mucho, creo que la segunda vez que la vestí, Cecilia Roth me dijo "¿alguna vez te pusiste un vestido tuyo?". Le dije que no. Entonces exclamó: "¡no, no te podés privar de eso!, ¡vos tenés que saber lo que nos hacés sentir!".
-Fama y prestigio, ¿cuál te gusta más?
-Fue algo que me lo terminó diciendo el terapeuta: "vos trabajás por el prestigio".
-Lo digo porque tenés ambas
-Ninguna de las dos fueron un objetivo para mí, para nada. De hecho, la contradicción fue irme de un pueblo para no ser reconocido y después, por mi trabajo, terminar siendo reconocido.
Pablo Ramírez prefiere pensar al prestigio como una valoración del trabajo, que se sepa que atrás hay una labor bien hecha, hay una conciencia y una coherencia. Asimismo reconoce que el trabajo siempre lo hizo bajo la peor de las miradas: la propia, la que tiene que ver consigo mismo. En su carrera existe el regocijo del trabajo bien hecho que además se amplía al diseño de vestuario para el teatro.
-El año pasado diseñaste más de 400 trajes para la obra Carmen en el Teatro Municipal de San Pablo, ¿sabés qué sigue?
-Sí, y es un desafío. Voy a debutar como director con María Merlino en el Cervantes. Cuando hace dos años invité a María para cantar en la presentación que hice Evita Frente al Espejo en el Palacio Libertad presenció como trabajé en la puesta, en las luces, la coreografía de las modelos, etc. y me dijo "¡vos sos un director de teatro, vos tenés que dirigir! (risas) ¡Tengo un texto, quiero que lo veas y quiero que me dirijas vos!".
Empezamos a trabajar en un proyecto que iba a ser independiente pero luego llegó a manos de Gonzalo Demaría, que está dirigiendo el teatro Cervantes, y le encantó. Tenemos fecha de estreno para el 7 de agosto. Y, por supuesto, también haré el vestuario.
-Una vez alguien fue a la mesa de Mirtha (Legrand) vestida por Ramírez y Chiquita dijo: "es quien hace solo ropa negra, ¿no? Me dijeron que es daltónico (risas)".
-Vale la aclaración: no soy daltónico ni le tengo fobia al color.
-Siempre estás vestido de negro, ¿tenés una vida de colores?
-Sí, sí, absolutamente.
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