Este jueves 31 de julio, un derrumbe en la mina El Teniente, la más grande del mundo en explotación subterránea de cobre, volvió a sacudir a Chile. La tragedia ocurrió en el proyecto Andesita, parte de la división de Codelco en la Región de O’Higgins, y dejó como saldo un trabajador fallecido y cinco más atrapados a 500 metros de profundidad.
El hecho se produjo tras un sismo de magnitud 4,2 que generó una liberación súbita de energía en el interior de la mina, provocando el colapso de parte del túnel. La víctima fatal fue identificada como Paulo Marín Tapia, trabajador eléctrico oriundo de Illapel y padre de tres hijos, con un cuarto en camino.

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Los cinco mineros atrapados pertenecen a la empresa contratista Gardilcic y fueron identificados como Moisés Pávez Armijo, Gonzalo Núñez Caroca, Alex Araya Acevedo, Jean Miranda Ibaceta y Carlos Arancibia Valenzuela. La mayoría de ellos tiene entre 30 y 35 años, y al menos dos esperaban un hijo próximamente. Sus familias permanecen en las inmediaciones del yacimiento, aferradas a la esperanza.

Un rescate complejo y una espera angustiante
Desde el momento del derrumbe, se desplegó un importante operativo de rescate que involucra a más de 100 personas, entre ellas rescatistas especializados con experiencia en la tragedia de los 33 mineros de Atacama en 2010. Las labores son complejas, debido a la inestabilidad del terreno y la profundidad en la que se encuentran los trabajadores.
La ministra de Minería, Aurora Williams, viajó a la zona para acompañar a las familias y supervisar los trabajos, mientras que Codelco suspendió parcialmente las operaciones de la mina, manteniendo únicamente activos los procesos de fundición y concentración.
La Fiscalía Regional de O’Higgins abrió una causa para investigar posibles responsabilidades y determinar las causas exactas del derrumbe.

Un país que vuelve a contener la respiración
La escena en la entrada de la mina es desoladora: velas encendidas, familiares en vigilia y un silencio que lo dice todo. Las redes sociales y los medios chilenos no tardaron en trazar el paralelismo inevitable con los 33 mineros atrapados en Atacama hace quince años.
Pero esta vez los nombres son otros, las familias son otras y la angustia vuelve a ser la misma. Chile sabe lo que significa sostener la esperanza cuando todo tiembla. Y vuelve a hacerlo, una vez más.
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