Ana María Galarza no volvió al Chaco: regresó a sí misma. Después de vivir más de dos décadas en Tierra del Fuego, esta profesora de biología, fotógrafa y ecoperiodista chaqueña sintió que era tiempo de escuchar lo que su corazón le pedía hacía años. El duelo por la muerte de su madre en plena pandemia fue el punto de inflexión: creó la página Te muestro otro Chaco como un modo de transitar ese dolor y reconectar con sus raíces. Hoy, la página está Declarada de Interés Turístico desde la provincia y de Interés Cultural, desde la Legislatura provincial.
Desde entonces, se convirtió en una voz sensible y comprometida que, cámara en mano, se adentra en El Impenetrable para retratar paisajes, leyendas, animales y, sobre todo, historias humanas invisibilizadas.

Con presencia amorosa y escucha atenta, logró tejer vínculos con comunidades wichí que la invitan a registrar desde adentro sus tradiciones. En esta entrevista con Para Ti, Ana María nos habla de sanación, identidad, territorios sagrados y la potencia de mirar con otros ojos el lugar del que venimos.

Volver a las raíces
-Leí que regresaste de Tierra del Fuego al Chaco despues de muchos años, ¿qué sentiste?
-Sí, viví 25 años en Río Grande, Tierra del Fuego, lugar donde también me recibí de profesora de Biología, tuve un hijo -Facundo Lautaro-, es decir la otra mitad de mi corazón sigue en el sur. Hoy mucho más ya que también me convertí en abuela de Isaías y viene otro nieto/a en camino.
Pero la verdad que a medida que fue pasando el tiempo y mi único hijo se iba independizando cada vez más, comencé a sentir que estaba llegando al fin de una etapa. Más allá que Tierra del Fuego es uno de los lugares más lindos del mundo, con paisajes imponentes pero siempre en algún del corazón algo distantes... Eso no impidió que aprendiera del lugar a través del andinismo y cuando no tenía casi más montañas por subir o senderos por dónde hacer treking, tuve la oportunidad de explorar otras alturas.

Así también, en dos oportunidades, subí el Aconcagua en la provincia de Mendoza, pero de nuevo volvía a Tierra del Fuego y además ese contacto con la naturaleza desde el andinismo comenzaba a sonarme en alguna parte del corazón e iba experimentando cambios, modificando prioridades y preferencias en mi vida. No las podía entender muy bien pero el andinismo y la cercanía con la naturaleza me ayudó a tomar la decisión de volver al Chaco, lugar de donde nunca me quise ir pero -siendo adolescente por entonces-, no tenía otra alternativa.
Volver al Chaco fue querer volver para reencontrarme con todo lo que me forma y siempre estuvo ahí, latiendo. El Chaco, un lugar que nunca dejó de estar en mí, no sólo fue un cambio de geografía, fue regresar a una manera de sentir y mirar el mundo, que había estado muy dormida o en pausa, por 25 años.

Apreciar una siesta, el olor a tierra mojada, el saludar a los vecinos sentados en la vereda tomando unos mates, comprar verduras o frutas en las ferias comunitarias de la plaza del barrio, eran cosas tan de siempre y que hasta hoy las disfruto y mucho.
Siempre sentí que estaba haciendo lo que me iba a hacer sentir bien, más allá que en el camino hubo y hay aprendizajes todos los días. Desde hace 11 años estoy viviendo en Resistencia,Chaco

La otra mirada desde el duelo
-¿Cómo influyó el duelo por tu madre en la creación de “Te Muestro Otro Chaco”?
-La muerte de mi mamá en plena pandemia, año 2020, representó un quiebre profundo desde lo emocional y desde la razón. Es hasta hoy el momento más difícil de mi vida que tuve que atravesar sola, porque lo que realmente me quebró, lo que todavía me duele profundamente, fue no haber podido despedirme de ella. No pude abrazarla, no pude decirle lo que sentía, no pude estar en ese momento y hasta hoy a veces suelo pensar, ¿qué debe sentir morir sola y no por elección sino impuesta por una pandemia?
Ese vacío el de la despedida que no fue, me marcó para siempre. Fue desde ese dolor que nació "Te Muestro Otro Chaco" como una forma de reconstruirme, de reencontrar sentido, a ese latido que siempre estuvo en mi corazón, que sólo se hace sentir con la naturaleza cerca, la de mi lugar. Comenzar a estar conectada con parte de la identidad de mi Chaco desde la naturaleza, me salvó.

-¿Cómo evolucionó tu emprendimiento desde un refugio personal hasta convertirse en un referente cultural y turístico?
-La pandemia tuvo mucho que ver con esa evolución. Comencé a subir fotos de paisajes del Chaco, amaneceres, puestas de sol o de lo que fue incursionar en el canotaje y puse el foco en mirar y mostrar desde la cámara de mi celular, paisajes increíbles que fui descubriendo desde el río.
Acompañada cada foto por un relato escrito de mi parte, no sabía si la gente lo iba a leer pero para mí era una manera de ocupar mi cabeza en pleno duelo por mi pérdida, prestar atención en describir qué me producía esa foto, remando por el Río Negro, Tragadero o el imponente Rio Paraná.

Resultó que los pocos seguidores por entonces se fueron enganchando con la lectura y un día comencé a recibir por mensajes privados en la página, opiniones sobre mis fotos y mis relatos. Eran de chaqueños y otros seguidores de otras provincias, que habían viajado muchísimo por Argentina y el resto del mundo.
A la gente le llegaban las fotos, pero también los relatos que las acompañaban. Me escribían para contarme cuánto les emocionaba ver esos paisajes del Chaco, se sentían identificados con mi manera de describir ese otro Chaco, como si los hiciera viajar, recordar o descubrir por primera vez su propio lugar, como también lo estaba haciendo yo.

La página comenzó a crecer en seguidores y me pareció una manera de revalorizar mi trabajo de estar descubriendo una provincia que pocos sabemos mirar. Darle un marco de seriedad en cuanto al trabajo responsable y dedicado, me pareció una manera de ser un referente turístico y cultural, ya que por entonces todavía nadie mostraba el Chaco desde otra mirada tan distinta.
-Trabajaste con comunidades wichí y artesanas del chaguar. ¿Cómo ganaste su confianza y qué enseñanzas te llevaste?
-Sí, trabajé y sigo trabajando con maestras artesanas Wichí de Paraje Pozo del Toba. Ellas están a unos 5 km de Misión Nueva Pompeya, pertenecen a la Asociación Chitsaj Tokojchey que nuclea a más de 40 artesanas también de parajes linderos.
Con tiempo, con respeto, con presencia real. Llegué al Paraje contándoles de mi intención de querer mostrar cómo ellas realizan sus artesanías, cuál es el proceso, registrarlo para mostrar a través de la página "Te Muestro Otro" con el objetivo de saber de su trabajo, en qué consiste y qué tiempo les lleva.
Los primeros tiempos no fui a sacar fotos, ni a contarles de mi: fui a escuchar. Me senté a tomar mate con ellas, a aprender sus palabras, a entender sus silencios y respetarlos. Ellas me enseñaron otra forma de habitar y tratar el mundo, que muchas veces no tiene reloj pero sí un propósito. Me enseñaron, además, historias y leyendas del lugar
Me enseñaron a ir a cada lugar donde vaya con un corazón, me enseñaron a hablar pausado, en un tono más bajo, porque en el monte no suele haber reloj, son otros sus tiempos y no hace falta allá levantar la voz porque en el monte siempre hay mucho silencio.

No sólo me enseñaron su arte para visibizarlo sino también su sabiduría ancestral, su manera de habitar el monte. No solo transmiten saberes tejidos, sino una manera profunda y tan distinta de habitar el mundo.
-¿Por qué es importante visibilizar la cultura de las maestras artesanas Wichí de El Impenetrable?
-Porque en cada hilo tejido de chaguar hay una historia, un territorio, una identidad que resiste. Las maestras artesanas Wichí no solo crean artesanías únicas e irrepetibles, transmiten en ellas saberes ancestrales, formas de vida ligadas al monte, a los ciclos de la naturaleza y a una cosmovisión que sigue viva en sus comunidades.

Visibilizarlas, poner en valor su trabajo, es una manera de aprender a valorar parte de nuestra identidad chaqueña. Es reconocer su rol como guardianas de un conocimiento que ha pasado de generación en generación, muchas veces en silencio y sin el valor que merece. Es darles lugar en un mundo que muchas veces las invisibiliza, cuando en realidad ellas sostienen una de las expresiones más profundas y genuinas del Chaco.
Historias de El Impenetrable
-¿Qué historias te marcaron durante los recorridos por El Impenetrable?
-Una de las historias que me marcaron en mis recorridos por fue el encuentro con Isis, una yaguareté que conocí en el Parque Nacional del Impenetrable. Se había inaugurado El Camping La Fidelidad dentro del parque y sólo algunos medios de comunicación tuvimos el privilegio de visitar uno de los recintos que están bajo el cuidado y el control de la Estación Biológica “El Teuco” que pertenece a la Fundación Rewilding y El Parque Nacional El Impenetrable, lugar donde no acceden los turistas.
En esta oportunidad estaba ahí ella, tan imponente como tan vulnerable a la vez. Fue la primera vez que estuve cara a cara con este felino majestuoso, que no solo es el depredador tope de la cadena alimentaria del monte chaqueño, sino también un símbolo de resistencia y de fragilidad. Isis, una yaguareté que había sido sido entregada por una familia de Brasil a la Fundación Rewilding ya que fue criada como mascota y al aumentar de tamaño no podrían tenerla más en su hogar sin tener en cuenta además el daño que ya habían causado en ella.
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Isis está sentenciada por el egoísmo del hombre y por creerse todo poderoso, a vivir siempre en cautiverio, ya que no puede adaptarse a vivir nuevamente en el monte porque su vida correría peligro. Permanece en el recinto con fines de reproducción para mejorar la calidad genética en su especie, si logra aparearse con Qramta, el yaguareté macho que vive de manera silvestre por el monte y alrededores del Parque Nacional El Impenetrable.

Si bien los recintos donde está Isis son amplios y extensos, jamás ella podrá conocer su hábitat natural. Conocerla fue aprender a ver a los demás yaguaretés no sólo como una postal exótica, sino como un recordatorio de todo lo que hemos hecho mal como humanidad. Tenemos la oportunidad de revertirlo a través del trabajo inmenso que viene llegando adelante la Fundación Rewilding desde la reitroducción de especies en peligro de extinción.
Estar frente a un yaguareté por primera vez, es algo que no se olvida jamás: se siente el poder y la majestuosidad del monte latiendo.
Una mirada profunda que te atraviesa , ese silencio tenso, pero sin miedo, con mucho respeto. Te enfrenta con la historia de una especie que tocó la línea de la extinción por la caza indiscriminada del hombre y el desmonte.
Conocer a Isis fue conocer uno de los secretos más ocultos del Chaco, en ella vi representada la mejestuosidad del yaguareté. Y la otra historia que me marcó y que la estoy contando por primera vez, fue lo vivido en el Paraje Tartagal que depende de la localidad de El Sauzalito.

Es un paraje con solo 200 habitantes y en su mayoría de la comunidad Wichí. Había llegado a este lugar con el propósito de conocer, haciendo unos 100 km más hasta el límite Tripartito en Fortín Belgrano, donde se encuentran limitando las provincias de Formosa, Salta y El Chaco. Alojada en la casa de María Robledo, una de las pocas criollas de Paraje Tartagal, que supe conocer andando por otros lugares de El Impenetrable.
Me instalé en el lugar con la intención también de registrar, la naturaleza, su gente y sus costumbres. A pocos días de mi llegada, fallece el Cacique del lugar de Paraje Tartagal de la Comunidad Wichí, un hombre de más de 90 años.
A los pocos minutos de enterarme de esta triste noticia, llega a la casa de María un hombre Wichí, ella sale a su patio a charlar con él y a su regreso me dice “el que vino a hablar conmigo es el hijo del Cacique que falleció, sabe que hay una periodista de Resistencia y quiere que vayas mañana a registrar con fotos el traslado del cajón de su papá hasta el cementerio, después quiere que le pases las fotos, para ir a reclamar a una autoridad del gobierno, que su padre fue enterrado en su tierra pero en un cajón que el cuerpo de este Cacique no se merecía".
Con este pedido, volvió a mi memoria el hecho que no había podido despedir a mi mamá antes de morir y a eso le sumaba que jamás me gustó participar de velorios o acompañar a las familias al cementerio.
María conociendo la historia de la partida de mi mamá me miró fijamente a los ojos, me sostuvo fuertemente de los hombros y me dijo “sé por lo que estás pasando, perder a una mamá no es fácil, menos en las condiciones en que la perdiste vos pero quiero que sepas que las comunidades Wichí y sobre todo de estas zonas tan alejadas y rodeadas del verdadero monte de El Impenetrable, son extremadamente cerradas con la gente de afuera, de otros lugares que visitan su lugar. Si este hijo Wichí, tan dolido, te viene a pedir este favor, significa que sin conocerte le generaste confianza y quiere que “vos” saques esas fotos".

"Ellos no son de mezclarse con el criollo o el hombre blanco pero algo habrá visto en vos para hacerte este pedido. Sentite una privilegiada, más allá de lo que vas a ver en un rato y del dolor que cargas por la pérdida de tu mamá", me insistió.
Fuimos con María hasta la casa del hijo del Cacique donde allí estaban velando sus restos. María iba a llevar el cajón en la parte trasera de su camioneta hasta el cementerio, ya que ella es la única criolla que tiene ese tipo de vehículo en el Paraje.
Llegamos al lugar y le dije a María, "preguntale al hijo si saco fotos únicamente del cajón cuando me indiquen o saco todas las fotos que quiera en distintos momentos". Lo único que él le contestó: "Decile a la periodista que saque todas las fotos que quiera”.
Ver el cajón donde estaban los restos de ese hombre siendo un Cacique de un pueblo originario, me produjo un tremendo dolor, entendí a ese hijo, renegué de lo muy poco empático que a veces solemos ser con ellos, mucho más en esos momentos... El cajón de un Cacique de una de las comunidades Wichí de El Impenetrable, era similar a una caja de zapatos. Registré con mucho dolor lo que estaba viendo, además de estar algo sofocada por el calor: 57° de sensación térmica.
En el cementerio, por un momento, volví a sentir ese dolor que tuve en micorazón cuando tuve que retirar yo sola el cuerpo de mi madre y cremarlo de manera inmediata. Yo era una más entre los Wichí, pero sacando fotos y llorando también. Hubo momentos que pensé que me iban a decir "no te acerques tanto a nosotros". No dejaba de sacar fotos y al mismo tiempo no podía creer como los restos de un ser humano tan valioso para la historia del lugar, estaba en la caja de un zapato.
Para mí fue una manera simbólica de asistir al velorio de mi mamá ya que no tuve esa oportunidad, al mismo tiempo me sentí tan honrada que ellos confiaran en mí, me dieran un lugar en uno de sus peores momentos de dolor, más allá que las fotos iban a ser utilizadas para un reclamo.

Volví a recordar las palabras de Marta Asarte, maestra artesana Wichí de Paraje Pozo del Toba en Misión Nueva Pompeya, cuando logré entrar a su comunidad: “sabemos las intenciones de tu corazón, por eso estás entre nosotros”.
-¿Qué nuevos destinos o proyectos tenés pensados para 2025?
-Tengo pensado hace tiempo poder viajar hasta Sáenz Peña, a unos 168 km. de la ciudad de Resistencia, donde allí se encuentra el museo del saenspeñense investigador autodidacta Ramón Oreste Otazo, más conocido como “Moncho Otazo”, quien supo ser un gran referente y explorador de El Impenetrable. Según cuentan las historias y leyendas,en su andar por el monte, además de navegar y explorar innumerables veces el Río Bermejo, jamás tuvo nada que envidiar a las aventuras de Indiana Jones y sus expediciones.
Fue un apasionado por recorrer, conocer y divulgar los secretos desde la naturaleza de El Impenetrable. Él fue una gran inspiración y nació en mí una profunda admiración al leer sobre sus expediciones. Siento un profundo respeto por lo que logró y que haya sido y sigue siendo el chaqueño que más conoció del monte de El Impenetrable.
También tengo pensado visitar un lugar que estoy segura guarda uno de los secretos mejores custodiados y lleno de misterios, que tiene que ver también con la caída de un fragmento meteorico que formó parte de un gran aerolito, caído hace más de 4000 años en el oeste santiagueño y sudeste de El Chaco. El lugar se llama Mesón de Fierro, cercano a la localidad de General Pinedo y también a Campo del Cielo en la localidad de Gancedo donde hoy se encuentran el segundo y tercer meteorito más grandes del mundo...
Según parte de la historia de este lugar, hay una enorme mole de fierro en terrenos tal vez poco explorados o que fuera escondido por exploradores con vaya a saber con qué propósito. Un gran misterio y una historia atrapante rodea a Mesón de Fierro.

-¿Qué mensaje te gustaría transmitirle a otros chaqueños para que valoren su tierra?
-Al Chaco se lo valora conociéndolo ya que es mucho más de lo que a veces se muestra desde afuera. Una tierra con riquezas naturales únicas, de saberes ancestrales que no se comparan con otros países ya que cada saber es único y solo resisten, transforman y permanecen cuando se lo conoce y se lo muestra.
Muchas veces buscamos afuera, en otros lugares, aventuras, paisajes, sabores, sonidos y aromas que les aseguro todo esto tenemos en nuestro Chaco, pertenecen a nuestra identidad y para lograr un verdadero sentido de pertenecía hay que conocerlo.
Tenemos que darnos la oportunidad de animarnos a mirar nuestro Chaco con otros ojos, con curiosidad y respeto por sus ríos, su monte, su historia, su cultura y su gente.
Cada vez que subo una foto o comparto una historia a la página "Te Muestro Otro Chaco", siento que también aporto un granito de arena para que más chaqueños miren a su provincia y se reconozcan en ella, se enamoren como me pasó a mí y sientan orgullo al identificarse con ella.
-Alguna anécdota concreta de alguna mañana en el monte o de una artesana destacada.
-Una de las mejores anécdotas que tengo muy presente es la vivida con Marta Asarte, maestra artesana Wichí de Paraje Pozo del Toba en Misión Nueva Pompeya. Me supo decir que había una leyenda muy misteriosa y cargada de miedo en relación a porqué el Paraje donde ella vive se llama “Paraje Pozo del Toba”.

Para contarme esta leyenda, me llevó a una laguna a unos 2 km de dónde vivía y procedió a realizar un relato que lo aprendió de su madre, con tanto misterio y de esas historias de cuentos de terror que involucraba a una serpiente gigante. Y que según ella, solía todavía aparecer cuando se levanta el viento norte. No quise decirle a ella para no interrumpirlam, pero fue la única vez que tuve algo de miedo por allá.
Marta comenzó a reírse, me agarró de la mano y me dijo “quédate tranquila amiga, que mientas estés con una de nosotras en el monte, nada te va a pasar”. Nos reímos las dos y ella procedió a relatarme el atrapante, misterioso y terrorífico final de la leyenda del pozo del Toba. Que por supuesto, no contaré para que ustedes mismos vengan a conocer esta parte de El Impenetrable, conozcan a Marta y los lleve hasta esta laguna misteriosa.

-¿Cómo es el balance entre tu rol de madre, emprendedora y “rescatista cultural”?
-En realidad vivo muy a pleno lo de ser emprendedora y rescatista cultural, ya que soy madre hoy a la distancia, mi hijo Facundo Lautaro de 31 años, papá de Isaías y compañero de vida de Agustina. Vive en Río Grande, Tierra del Fuego, lugar donde nació y que también comparte sus días con su padre.
Sin duda, a veces hay días muy complejos en el arte de emprender y querer mostrar el otro Chaco, cuesta instalar la idea de que somos unas de las provincias más lindas del país. Pero siempre estoy dispuesta a escuchar y aprender del otro, forma parte del proceso de seguir creciendo como emprendedora y referente (no influencer) para que los demás también pongan en valor mí trabajo y llegue a todo el país y al mundo.

-¿Cómo vinculás la fotografía y el periodismo con todo esto de El Impenetrable?
-La fotografía, muchas veces, es mi manera de hablar de ese otro Impenetrable. El periodismo lo contextualiza. No me interesa mucho el turismo de consumo rápido o los reels donde se cuentan de un lugar del Chaco a 25 mil revoluciones antes de llegar al minuto. Me interesa mucho más, contar historias, escribir largos y pausados textos en la mayoría de las publicaciones, una manera también de fomentar la lectura, que mucha falta hace.
La fotografía me ayuda muchas veces a congelar momentos que dicen mucho más que las palabras y el periodismo también me permite darle profundidad, juntos son mis herramientas para mostrar ese “otro Chaco” que quiero que lo conozca el resto del país y el mundo.
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