Ariel Rodríguez Palacios comenzó su programa "Ariel en su salsa" y desde su comienzo es un éxito en las mañanas de Telefe. El reconocido chef no está solo en la cocina ya que lo acompaña su hijo Felipe, quien lo ayuda a preparar los platos y también es parte de las humoradas que suele hacer su papá en cada programa.
El joven de 28 años cuenta con una sólida experiencia en el mundo culinario, que lo llevó incluso a vivir en Francia y Japón, y desde hace un tiempo volvió a instalarse en Argentina para continuar su carrera en el país.
En una reciente entrevista, contó sobre su presente laboral: “Estoy muy contento de poder trabajar nuevamente con mi papá, algo que antes hacíamos en Canal 9 pero acá es mucho más latente y estoy aprendiendo de él cómo quiere que se hagan las cosas y el trabajo en equipo, que es difícil pero gratificante a la vez”.
Luego, en diálogo con Pronto, fue consultado por si su papá es exigente en la cocina. "Sí, muy pero en el buen sentido. Es muy exigente consigo mismo pero entiende mucho a los otros y cuando hay un error o pasa algo, no se enoja y jamás va a gritar. Sin embargo, quiere que todo salga perfecto y te lo va a explicar del mejor modo para que te salga lo más cercano a la perfección", contestó sincero.
Sobre su experiencia en televisión, Felipe aseguró: "Me encanta. Me llevo bien y siento igual que recién estoy empezando. Los enfoques de las cámaras no son fáciles porque a la vez estoy pensando que no se me tiene que quemar la comida y que tiene que salir rica y presentable. A la vez uno lo tiene que estar disfrutando y transmitiendo esa pasión, que no siempre se traduce en la cara cuando estamos preocupados porque el plato salga perfecto".
Por otro lado, recordó cómo fue el momento en que le contó a su padre que quería seguir sus pasos: "Cuando tenía 13 años, mi papá me preguntó qué quería ser de grande y entré en dudas porque en el colegio no me iba tan bien. Me llevaba materias porque no le daba bola y después entendí que para terminarlo rápido, había que estudiar. Entonces, le dije a mi viejo que quería ser cocinero y él me respondió: “¿Estás seguro? No sabés en la que te estás metiendo”.
"El camino del cocinero en el restaurante es duro: trabajás mucho tiempo, a veces de noche, los horarios nocturnos son complicados y vas en contra del resto. Cuando mis amigos salían a bailar o divertirse, yo estaba trabajando. Lo mismo para los cumpleaños, Navidad, Año Nuevo y fechas especiales. Mi viejo sabía todo eso por haberlo vivido, me la jugué y si bien es duro al principio, después lo empecé a disfrutar", continuó.
