La historia de adopción y lucha de Luisa Albinoni: en 2012 Verónica llegó a su vida y la cambió para siempre - Revista Para Ti
 

La historia de adopción y lucha de Luisa Albinoni: en 2012 Verónica llegó a su vida y la cambió para siempre

Es una de las personalidades del espectáculo más queridas, con una trayectoria de más de 45 años que participa actualmente en MasterChef Celebrity 3. Le dedicó un plato ganador a su hija del corazón Verónica, que llegó para iluminar su vida en 2012 y que, desde ese momento, es el motor de su corazón.
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Debutó en la actuación en 1975 y desde ese momento no paró: trabajó junto a los capocómicos más destacados del espectáculo nacional, como Jorge Porcel y Alberto Olmedo. Graciosa y espontánea, Luisa Albinoni es una rubia de labios rojos que forma parte del imaginario popular.

Foto: IG

Lo que siempre deseó fue la maternidad y, por esas cosas de la vida, fue algo que le costó tiempo, energía y también un gran sufrimiento. Cuando tenía 52 años había perdido su último embarazo y se tuvo que amigar con la idea de que ser madre no iba a ser algo biológicamente posible. Pero eso no la detendría. De esta manera, se embarcó en la difícil tarea de adoptar: suspendió temporalmente su carrera artística mientras se separaba de su pareja de ese momento y comenzó una recorrida en juzgados y hogares de todo el país. Fruto de ese camino lleno de espinas, finalmente, llegó el alivio, cuando conoció en 2012 a Verónica, su hija desde aquel entonces.

Si bien Luisa había atravesado el dolor de la pérdida de dos embarazos y de un hijo recién nacido, su corazón herido ya podía empezar a sanar a través de la presencia de esa niña de 6 años que comenzaba a llamarla "mamá". "El amor se gestó en nosotras a través del tiempo. Aprendimos a conocernos, a respetarnos, a entender nuestros propios espacios, a querernos", contó en una entrevista con La Nación. Le llevó 9 años hacer su sueño realidad: "Visitás hogares y te encontrás con algunos que son maravillosos y otros que no lo son. Y hasta ves cosas horribles porque muchas veces se comercializa con las criaturas", dijo.

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La actriz estaba dispuesta a comenzar su familia pese a no estar en pareja: "Decidirme por la adopción me costó una relación de diez años. Nosotros estábamos consolidados, compartíamos la idea de tener un hijo y hasta me pidió tres veces casamiento. Pero cuando perdí el último embarazo, se terminó todo y la adopción no era una opción para él", reveló.

Asimismo, comentó todas las dificultades judiciales que se interpusieron en su camino y que fue afrontando paso a paso. "El sistema judicial te limita, te maltrata, te hace sentir que sos muy chiquitita y que nunca estás apta para nada. Todos tus sueños se llenan en formularios que pasan por la lupa de unos cuantos que no sabés quién sos, pero que se dan el lujo de juzgar tu vida, tus hechos, tu pasar económico, tu aptitud psicológica… y todo eso se transforma en una gran locura. Con decirte que en esa época tuve que cambiar por completo mi imagen. Me corté el pelo, me dejé de pintar las uñas y me quité el rojo de los labios para estar acorde con lo que se esperaba de mí… Muy ridículo todo".

Por otro lado, dio a conocer una experiencia muy dolorosa que le tocó vivir cuando era muy joven: "Perdí un hijo cuando tenía 19 años, murió apenas nació. Y siempre me quedó esa fantasía en la cabeza de si realmente se había muerto o si vivía. Con esto, lo que te quiero decir es que cuando me decidí a adoptar, también lo hice porque quería dormir con la conciencia tranquila. Para mí era importantísimo la intervención de la justicia, necesitaba estar completamente segura de que el hijo que iba a tener no había sido sacado ni robado de ninguna madre".

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Embarcarse en la misión de convertirse en madre adoptiva puso frente a la actriz una serie de tareas que debe cumplir todo el tiempo: tests psicológicos, papeleo y hasta enfrentarse con los prejuicios de algunos funcionarios con los que debió lidiar: "Pensá que, en esa época, ya era excepcional dar un chico en adopción a una familia monoparental, y encima la madre pertenecía al ambiente del espectáculo… Los artistas creo que ya tenemos un San Benito colgado en la cabeza: cargamos con los títulos de locos, drogadictos, alcohólicos, trastornados".

Cómo conoció a Verónica

Luisa conoció a su hija cuando era una beba que había llegado, junto a sus cuatro hermanos, a uno de los tantos hogares que ella amadrinaba. Cuando la nena tenía 5 años la decretaron en estado de abandono y un año después, la pudo llevar a su casa. "Al principio vino con su hermano mayor porque los otros tres ya habían sido adoptados por una familia. Pero lamentablemente no se adaptó a nuestra vida… Era otra historia, otro dolor, otra circunstancia. Él quiso volver al hogar y el juez tuvo que analizar mi caso otra vez… y eso llevó unos tres años más. Hoy el hermano de Vero está muy feliz y mantiene contacto con el resto de su familia".

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La actriz es consciente de la situación de su hija, respeta su pasado y su origen, con lo cual se predispone a que siga su relación con sus hermanos. "Si bien tengo la adopción plena (eso significa que no tengo obligación de establecer vínculo con la familia biológica), yo quiero que Verónica esté contenta. La traje a mi vida para que sea feliz".

Por otro lado, cuenta que los primeros días de convivencia no fueron fáciles: que la nena la llamaba por su nombre o le decía "señora". La percibía con un gran enojo contra sus padres biológicos y aclara que esa actitud es muy frecuente en niños abandonados. "Por suerte pudimos cambiar eso. Le pedí que pensara cómo sería ella si algún día se convertía en mamá y no pudiera darles a sus hijos lo que necesitaban… Aprendió a perdonar y juntas descubrimos que si no hubiese sido por sus papás, nunca nos hubiéramos encontrado".

En cuanto a cómo se llevan, la describe como "muy tierna, muy cariñosa" y también se sincera: "Sé que con algunas cosas yo soy hincha, pero nos llevamos muy bien. Y logramos construir un vínculo donde nos contamos todo o hasta donde ella quiere. De sexo también, hablamos abiertamente de todo".

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Luisa cuenta que su hija es "muy coqueta", que ama usar sus tacos y que cuando se maquilla se pinta los labios bien rojos (una marca registrada de la actriz). Además, que está "aprendiendo a aceptar su individualidad, descubriendo su forma de ser mientras ella busca su propia personalidad. Estoy muy orgullosa de ella".

Su reflexión con respecto a esta experiencia que le cambió la vida es: "Esta elección fue mutua. Nos adoptamos las dos. Ella fue quien logró convertirme en mamá, entonces la agradecida soy yo. Después de tanta lucha, al final del camino estaba el premio mayor, ¿no?"

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