Historias de Cemento: la casona del Jardín Botánico, el único edificio rodeado del verde de los cinco antiguos continentes – Revista Para Ti
 

Historias de Cemento: la casona del Jardín Botánico, el único edificio rodeado del verde de los cinco antiguos continentes

La casona del Jardín Botánico.
En esta nueva edición de Historias de Cemento, los invito a conocer una casona inmersa entre especies naturales de los antiguos cinco continentes. Con ustedes, la casona del Jardín Botánico.
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“…Un jardín botánico no es un parque más dentro de los jardines de recreo de una ciudad. El jardín botánico debe tener las características de un museo, pues es archivo colección de plantas y debe tener también la de un laboratorio, en cuanto sirve para el estudio”. Cristobal Hicken, naturalista.

La casona del Jardín Botánico.

Sarmiento (1811-1888) y su tenaz proyección a futuro. ¿Acaso todas las flores de todos los mañanas no son las semillas de hoy?.

Así, desde los primeros jardines botánicos que abastecían a los boticarios, pasando por el intercambio a través de los océanos, el cultivo y estudio de las plantas garantizó la trascendencia de viejas y nuevas especies vegetales.

La casona del Jardín Botánico.

Es por lo que, durante su presidencia, Sarmiento impulsó la idea de proyectar un parque para la ciudad de Buenos Aires.

Es el parisino Carlos Thays (1849-1934), por entonces director de Parques y Paseos de Buenos Aires quien eleva el proyecto a la Intendencia Municipal, expresando la iniciativa de crear un “jardín botánico para objetivos científicos, recreativos y paisajísticos”.

La casona del Jardín Botánico.

El perímetro ocupaba ocho manzanas delimitadas por la Avenida Santa Fe, Las Heras, República Árabe de Siria y Plaza Italia, terrenos de Palermo que habían pertenecido a Rosas. Un solar desde donde seguramente era claro ver la barranca hacia el Rio de la Plata.

Las obras llevaron seis años de trabajo y tras la demora, entre 1892 y 1898, la inauguración quedó en manos de Nicolás Avellaneda (1837-1885), presidente sucesor.

La casona del Jardín Botánico.

Dicen que Sarmiento había mandado a traer un arrayan desde Chile para plantar en la ceremonia inaugural, pero, el flamante nuevo presidente tenía otros planes. A pedido de su esposa, Carmen Nóbrega de Avellaneda, el árbol simbólico para la ceremonia sería una magnolia.

En medio de una inédita disputa, Avellaneda finalmente plantó la magnolia por sobre la idea primera de su antecesor. Dicen que la pala de plata que se utilizó aún se conserva en la oficina del director de Espacios Verdes del gobierno de la ciudad de Buenos Aires.

La casona del Jardín Botánico.

El Jardín Botánico, paraíso de 5.500 especies botánicas que aún perduran; tiene un laboratorio de hierbas medicinales; ginkgo bilobas de China; acacias, eucaliptus y casuarinas; de Oceanía; robles, avellanas y olmos de Europa; y del África: helechos, palmeras, dátiles y gomeros de África; sequoias gigantes de Estados Unidos; guayabas, chirimoyas y ocho variedades de maíz oriundas de América.

Y, en el predio de Argentina, “la casona” que oficiaba de nueva Dirección de Parques y Paseos, una gran novedad para entonces.

La casona del Jardín Botánico.

Esta casa fue proyectada por el Ingeniero Militar de origen polaco Jordan Wysocki, quien llegó a Buenos Aires convocado por Sarmiento para trabajar en el norte de nuestro país.

Wysocki se unió al ejército como agrimensor en 1871 y Sarmiento lo contrató para crear el primer plano del “Parque 3 de Febrero” en Palermo, en una pequeña porción de lo que había sido haciendas particulares del General Juan Manuel de Rosas.

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Desde Cementos Avellaneda, cuentan que el edificio central del jardín Botánico fue construido en base a un proyecto de Wysocki, quien formó parte de la Oficina Topográfica Militar y participó de la Sociedad Geográfica de Buenos Aires. Además, fue parte de otros proyectos como el plano de la nueva línea de fronteras ocupada por las fuerzas de la División Costa Sud en Puán, en el sudeste de la provincia de Buenos Aires, y el plano donde figuraba la delineación de la Colonia Reconquista, hoy pujante ciudad del norte santafesino.

La casona del Jardín Botánico.

“La casona” fue construida en 1881 por el constructor Pedro Serechetti siguiendo el proyecto y planos de Wysocki.

Con cuatro vértices salientes como torreones, el aspecto de castillo inglés sobresale entre la vegetación que solo se funde en comunión con la tierra de los ladrillos rojizos del exterior. La fachada es envolvente y deja ver la arquitectura ladrillera de alta calidad de manufactura para la construcción de aquel momento.

La casona del Jardín Botánico.

Los ladrillos son cerámicos, suelo arcilloso transformado químicamente por acción del calor. Desde épocas coloniales, los ladrillos argentinos se fabrican secados al sol, apilados y luego horneados. El amasado se realizaba con este barro meteorizado, o sea expuesto a la intemperie antes del moldeo, que se realizaba en marcos de madera a veces diseñados para moldear varios a la vez.

La casona del Jardín Botánico.

En la planta baja se habían proyectado seis amplias salas y en el primer piso, cuatro habitaciones comunicadas entre sí por grandes arcos o aberturas que carecían de puertas y que permitían, además del paso, la transformación de los recintos en otras salas de mayor dimensión.

En la casona también se diseñaron habitaciones para vivienda del director y de los encargados, “guardianes permanentes”. Fue hogar de Carlos Thays y su familia durante algunos años.

La casona del Jardín Botánico.

“La casona” ofició de pabellón central desde donde se proyectó geográficamente el espacio en cinco grandes regiones, una para cada continente en aquel momento, pero reservó la mayor área a las plantas autóctonas de Argentina.

Respetando cada zona continental de entonces, se encargaron traer ejemplares de Asia, África, Oceanía, Oriente, América, India e incluso China y Rusia. Lograron que se adaptaran a nuestro suelo, lo que no fue tarea sencilla.

La casona del Jardín Botánico.

Mas de treinta esculturas ornamentan el paseo. Por iniciativa de Carlos Thays, en este jardín se continuó con la experiencia de la germinación industrial de la yerba mate que, desde la expulsión de los Jesuitas en 1767, había quedado interrumpida.

Thays logró que las semillas germinaran, sometiéndolas a una larga inmersión en agua a temperatura elevada. Un sector del parque está destinado a la exposición y estudio de esta noble planta, tan representativa de nuestra cultura.

La casona del Jardín Botánico.

Benito Carrasco sucedió a Thays en la Dirección General de Paseos en el período 1914-1916. Durante su gestión se incorporó al Jardín Botánico la Escuela de Jardineros (que funciona actualmente sobre la Av. Las Heras), la biblioteca especializada en temas botánicos y el gabinete de fotografía.

La casona del Jardín Botánico.

El predio hoy cuenta con “la casona”, esculturas, bustos y monumentos como “La Primavera”, la “Ondina de Plata”, la “Loba Romana”, el “Mercurio”, la “Venus”; y grupos magníficos como “Saturnalia”, estatuas de mármol que simbolizan los movimientos de “La Pastoral” de Beethoven y el grupo escultórico “El Despertar de la Naturaleza”.

La casona del Jardín Botánico.

Posee además cinco invernáculos, una biblioteca botánica y una biblioteca infantil, huerta educativa, el herbario, el museo, un jardín de mariposas y los estanques de los Cinco Continentes por entonces.

La casona del Jardín Botánico.

En una superficie de 77.649,69 metros cuadrados, conviven añosos árboles como los eucaliptus y una tala, que hoy todavía pueden verse desde la esquina de las calles Gurruchaga y Santa Fe, reliquia de los enormes bosques de esa especie que poblaban nuestra pampa, hoy casi inexistente por la tala indiscriminada para uso y comercialización de leña.

La casona del Jardín Botánico.

En 1937 el Jardín Botánico de Buenos Aires fue bautizado con el nombre de su creador, el arquitecto, naturalista, paisajista, urbanista, escritor y periodista francés Carlos Thays y en 1996 fue declarado “Monumento Histórico Nacional”.

La casona del Jardín Botánico.

En un entorno silencioso, el jardín solo se encuentra interrumpido por el trinar de aves. Los senderos, con bancos perfectos para contemplar la paleta de verdes parecen detenidos en el tiempo, a la espera del visitante en busca de un recreo. Será que se vuelve uno minúsculo, atrapado entre los cinco antiguos continentes.

Fotos: gentileza @buenosairesjardin.

Más información en parati.com.ar

 

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