#HistoriasDeCemento: Cervecería Munich, el antiguo edificio cervecero recuperado como museo en la Costanera sur - Revista Para Ti
 

#HistoriasDeCemento: Cervecería Munich, el antiguo edificio cervecero recuperado como museo en la Costanera sur

En esta nueva edición los invito a conocer la historia del edificio que engalanó la costanera porteña, punto de reunión y esparcimiento de una época dorada. Con Ustedes, "la Confitería Múnich" (hoy Dirección Gral. de Museos y Museo del Humor).
Deco
Deco

"Vago por mi orilla sin orilla en mi ciudad.
Busco aquellas cosas que eran nuestras y no están.
Sólo tu recuerdo se ha salvado y mi canto empecinado
en cantarte más y más".

Vieja Costanera Letra y música: Negro y Cosentino.

Los barrios del sur, Monserrat y San Telmo convivían con la costa del plata a diario, sumidos en un paisaje caótico de barcas, carros de agua, pescadores y lavanderas. Carlos Pellegrini dibujaba hacia 1830 la línea costera y las cúpulas de Buenos Aires parecían ser todo lo que tocaba el cielo. Con la construcción de Puerto Madero, la ciudad vieja quedaría encerrada para siempre entre veredas angostas y sombrías.

Buenos Aires, Cenicienta de cemento, se olvidaron de tu orilla y te amurallaron con torres de cristal, gigantes mudos que le hacen frente a la bendita brisa costera.

En 1916 Hipólito Yrigoyen asumía la presidencia del país generando políticas públicas que dotaron a la ciudad con lugares de esparcimiento como un balneario en la zona sur de la costanera. Los terrenos costeros se rellenaron con tierra proveniente de las excavaciones para el subterráneo de la compañía Lacroze (hoy línea B).

Para entonces las clases altas pasaban sus veranos en Mar del Plata y los sectores sociales menos pudientes encontraban en las aguas limpias del Río de la Plata un nuevo espacio para apaciguar el calor del verano.

El Balneario de la Costanera fue construido en 1918 por el ingeniero Benito Carrasco. Quedó inaugurado frente a las autoridades y el monseñor Alberti bendijo las aguas del flamante Balneario Municipal.

Con escalinatas que descendían desde un murallón hacia el río, se proyectó una línea de acacias y tipas, maceteros, pérgolas y farolas importadas de Francia adornaban el paisaje. Había canchas de tenis y gimnasio, confiterías, cafés y kioscos. Se construyeron duchas, casilleros individuales y casillas donde los bañistas se cambiaban para ingresar al río con el vestuario apropiado.

El reglamento imponía el uso obligatorio de “traje completo de baño, de malla (mamelucos) o pantalón y saco, debiendo hallarse todas las prendas en buen estado, se prohíbe el uso, para los baños, de calzoncillos comunes o de punto. Los bañistas deberían proveerse de toalla y solo podían permanecer media hora en el agua”. Los paisajistas Jean Claude Forestier y Carlos León Thays (hijo) quien fuera el Director de Paseos, diseñaron y construyeron los jardines.

Para 1919 se inauguró el Espigón “Plus Ultra”. El monumento que allí se emplazó, obra del escultor José Lorday, se erigió unos años después, luego del primer vuelo transatlántico del avión “Plus Ultra” (en latín “Más Allá”). Se trató de un hidroavión español que realizó por primera vez un vuelo entre España y América en el año 1926.

El teatro griego era una estructura al aire libre construido en 1929 que jerarquizaba el paseo de Costanera Sur, embellecido con significativas obras de arte cercanas como la Fuente de las Nereidas y la estatua de Luis Viale.

Acompañando la idea de recreación y punto de encuentro se construyó una cervecería frente al río en menos de cinco meses, convirtiéndose en uno de los lugares de referencia de la distinguida sociedad porteña de entonces, visitada por grandes personalidades de la época como Yrigoyen, Marcelo T. de Alvear, Alfonsina Storni, Belisario Roldán, Juan Manuel Fangio e incluso, más de una vez cantó ahí Carlos Gardel, adquiriendo prestigio y alta reputación.

Se trataba del edificio de la “Cervecería Múnich”, obra del arquitecto húngaro Andrés Kálnay (1893-1982) encargada por el empresario catalán Ricardo Banús, inaugurada en 1927 en la Avenida de los Italianos 851.

#DatoCementero

Desde Cementos Avellaneda, cuentan que su construcción se dio en el plazo inédito de 4 meses y 8 días. Primero, el terreno debió ser rellenado y compactado, para lo cual se utilizó tierra proveniente de las excavaciones para el subterráneo de la compañía Lacroze (hoy línea B). Luego, sobre una losa casetonada de un metro de grosor, se construyó el edificio, con un sótano, planta baja y dos niveles con terrazas exteriores.

Kálnay y Banús deciden emprender el proyecto evocando a la ciudad de Múnich. Para tan prometedora tarea se contrató al ingeniero Federico Kammerer quien dirigió las obras, mientras que las instalaciones fueron realizadas por el ingeniero H. Potthoff.

Las esculturas y los ornamentos de la fachada fueron obra del escultor Enrique Schwindsackl, fabricados a pie de obra con una temática decorativa que gira en torno al mundo de la cerveza.

El edificio marca claramente el estilo personal de Kálnay con elementos del pintoresquismo del centro de Europa, su lugar de origen, con rasgos del Art decó, fusionado con el purismo checo y las líneas de la Escuela de Viena. Es por lo que podemos encuadrarlo como una obra de composición ecléctica.

Kálnay diseñó las arañas de luz, la boisserie de las paredes, las barandas de las escaleras, las baldosas del piso y los vitrales de la cervecería, ilustrando personajes alegóricos.

En el exterior la temática continuaba con ornamentación germana como las camareras alemanas con sus bandejas de chops de cervezas, imágenes de cabezas de cerdo, cabritos sosteniendo escudos con el nombre de la cervecería, las cabezas de animales en la pérgola superior ilustrando la cultura y folclore alemán, símbolos que remiten a los orígenes de la cerveza conocida como Bock.

Kálnay estuvo en todos los detalles, hasta diseñó la icónica vajilla con ilustraciones cerveceras.

A su especialidad, comidas alemanas, se sumó la cerveza que provenía de la zona de Quilmes. En el sótano se ubicaron las instalaciones frigoríficas y los circuitos de distribución de cerveza. La cámara más grande tenía capacidad para refrigerar 1000 barriles de cerveza (50.000 litros) abasteciendo directamente a las llaves de expendio en el nivel de la planta baja.

Las terrazas recrearon el ámbito de las tradicionales cervecerías de Múnich, con amplios jardines y balcones. El color de los vitrales a través de la luz generaba hipnóticas miradas y se escuchaban las melodías que ejecutaba la orquesta de señoritas desde el balcón. Por sus mesas pasaron grandes personalidades que disfrutaban ver artistas de variedades, cómicos, cantantes e ilusionistas.

El edificio quedó abandonado a su suerte en 1970 y toda la ornamentación original, junto con el mobiliario, fue presa de hechos vandálicos. Las aguas ya no eran aptas para los bañistas, el hedor del agua advertía el estado avanzado de contaminación y la zona pasó a ocupar el patio trasero de la ciudad.

La Gerencia de Relaciones Industriales de ENTEL estaba a cargo del prestigioso arquitecto Rodolfo de Liechtenstein, quien dotado de una sensibilidad singular y procurando un rescate histórico, logra gestionar en 1979 la remodelación del edificio para convertirlo en el nuevo Museo de Telecomunicaciones.

La obra estuvo terminada para 1980, dos años antes de la muerte de Kálnay. El museo reabrió sus puertas recuperando el alma que había sido apagada en la década del '50 cuando el público giró el rumbo a las playas del sur.

Para entonces el complejo de Chapadmalal se había popularizado y las clases obreras accedieron a veranear en la costa del Mar Argentino, quedando la costanera porteña sumida al olvido.

Para la tarea de puesta en valor se contactó nuevamente al arquitecto Andrés Kálnay quien había llegado a Buenos Aires en marzo de 1920 junto a su hermano, también arquitecto. Andrés Kálnay colaboró generosamente con los planos de su archivo personal, y su hijo Esteban diseñó nuevos vitrales para reemplazar los perdidos.

En esta nueva oportunidad se cambiaría la temática cervecera por elementos de las telecomunicaciones resaltando satélites, antenas y hasta el logo de la empresa.

La Costanera Sur fue el paseo más popular durante la primera mitad del siglo XX, cuando los habitantes de la ciudad se bañaban en el Río de la Plata, estuario de aguas claras y costas limpias.

Hoy ha recuperado gran parte de su esplendor con el barrio de Puerto Madero y la Reserva Ecológica, convirtiendo a la Costanera Sur en uno de los lugares preferidos de esparcimiento porteño, omitiendo a los bañistas, claro.

En la actualidad, es sede de la Dirección General de Museos y alberga al Museo del Humor. En el subsuelo funciona una biblioteca dedicada a la gastronomía y en sus salas y auditorio se realizan múltiples actividades culturales.

Poner en valor un edificio de interés arquitectónico e histórico implica la responsabilidad de adaptarlo al medio, en un entorno que dista del punto en el tiempo de su emplazamiento fundacional.

Buenos Aires sigue siendo Cenicienta, de espaldas al río. La Cenicienta del plata, con sueños de lata, supo de brillos y estridencias, pero dejó una estela de luz resistiendo, chispeante y tenaz.

Fotos: gentileza Silvina Gerard (@silvina_en_casapines) y Museo del Humor (@museodelhumor.muhu).

Más información en parati.com.ar

   

Vínculo copiado al portapapeles.

3/9

Lorem ipsum dolor sit amet, consectetur adipisicing elit.

Ant Sig