“En casa es donde mis hábitos tienen un hábitat”, dice la cantante Fiona Apple. Y en esta pequeña frase capta la esencia perfecta en cómo nuestros espacios cotidianos influyen en nuestras emociones y comportamiento.
No sólo cada elemento que elegimos conscientemente brinda información nuestra, nuestro hogar nos define: es el reflejo de nuestra personalidad, nuestros vínculos y como nos proyectamos para salir al mundo.
Según Le Corbusier (uno de los diseñadores más influyentes del siglo XX), “Nuestra casa debe ser el estuche de la vida, la máquina de la felicidad”. Ese estuche solo potenciará a nuestros sueños y deseos más profundos si logramos establecer un vínculo emocional con él. Ese vínculo será el combustible que permitirá expandir nuestro fuego interno.
De hecho, la palabra hogar deriva del latín "focus" (fuego), haciendo referencia al lugar donde la familia se reunía para encender el fuego, calentarse y alimentarse, creando en ellos una sensación de seguridad y calma. La magia de convertir una casa en un hogar radica en los pequeños detalles que lo convierten en un espacio diseñado especialmente para nosotros.
Lo que nos dejó la pandemia, sin dudas fue, un cambio de foco en cómo percibimos nuestros espacios y el valor que le damos en nuestra vida diaria. Ese tiempo “extra” que pasamos encerrados seguramente haya sido muy distinto para quien se sentía relajado en su “hábitat”, rodeado de lo que realmente “necesitaba” y quien no.
Beatriz Colomina, en su libro “La arquitectura de los rayos x” sostiene que “Parte de la evolución de la arquitectura tuvo que ver con la necesidad de dar respuesta a los probemas de salud y diferentes necesidades de cada época”. Y es que hoy las viviendas y los espacios de trabajo de última generación se miden en “salud".
Esta toma de consciencia es vital para poner en marcha las preguntas importantes a la hora de reconectar con tu casa, espacio de trabajo o cualquier ámbito que sientas necesita alinearse con quien sos hoy.
El cerebro humano se conformó hace unos tres millones de años para vivir rodeado por los ritmos de la naturaleza. La vida actual nos desafía a permanecer la mayor parte de nuestra jornada en espacios reducidos alejados de la vida natural.
Claramente esos cambios impactan en nuestro cerebro, estado de ánimo y rendimiento. Las neurociencias han demostrado que fabricamos más oxitocina y serotonina (las comúnmente llamadas hormonas de la felicidad), si nuestros entornos son agradables.
El neurodiseño o neurointeriorismo nos invita a reflexionar sobre una planificación de nuestros espacios que abarque los cinco sentidos, y cómo podemos diseñar entornos que promuevan el bienestar y la salud, a través de un proceso que nos invita a conectar con nosotros mismos, para llevarnos más allá de la simple decoración.
“Se trata de considerar como cada aspecto de un entorno puede influir sobre determinados procesos cerebrales, que tienen que ver con el estrés, la emoción y la memoria”, dice Eve Edelstein, profesora asociada de la NewSchool of Architecture & Design en San Diego.
Desde la Academia de Neurociencia para Arquitectura en Estados Unidos, se están llevando a cabo estudios para desentramar la relación entre los espacios amplios, la relajación y la creatividad; sobre el increíble poder de la naturaleza para estimular la concentración y contribuir a la curación de las personas luego de una enfermedad. Además, se está estudiando el impacto que los edificios y muebles con ángulos rectos tienen en la amígdala, una parte del cerebro relacionada con los procesos de defensa y agresión.
Te dejo como diseñadora, mi decálogo para que comiences a explorar esta conexión entre el diseño interior y la neurociencia, y puedas crear entornos que potencien tu bienestar y calidad de vida.
1. Orden y organización
La idea de deshacernos de lo que ya no nos sirve y quedarnos sólo con aquello que nos hace felices y genera un impacto positivo en nuestra productividad y claridad mental. Existen infinidad de opciones de almacenamiento para mantener tu espacio limpio y en orden sin sacrificar tu estilo.
2. Ciclos naturales
Delimitá eficientemente el uso de cada habitación y la ubicación de los muebles para aprovechar la luz natural al máximo. La iluminación está sincronizada con el ritmo circadiano de nuestro cuerpo, por lo que rodearnos de la mayor cantidad de luz natural durante el día para luego ir regulando la intensidad de la iluminación de nuestro espacio va a preparar al cerebro para el aumento nocturno de melatonina, la hormona encargada de controlar los ciclos de sueño y vigilia.
3. Biofilia poderosa
Rodearte del mundo natural genera una atmósfera positiva y curativa. Mantener en nuestros interiores una conexión con la naturaleza no sólo va a embellecer nuestro espacio, va a mejorar nuestro estado de ánimo, reducir nuestro stress y optimizar la calidad del aire al filtrar toxinas y aumentar los niveles de oxígeno.
4. Mensajes en el color
La psicología del color es poderosa: consciente o inconscientemente, asociamos cada color a una emoción. Es por eso que las diferentes tonalidades afectan nuestro comportamiento. Los tonos neutros por ejemplo, nos aportan tranquilidad y, además, amplitud visual al espacio.
Su función va más allá de una decisión estética, los azules transmiten serenidad, el verde nos conecta con la naturaleza y el optimismo; y los tonos amarillos y naranjas nos aportan energía.
5. Texturas orgánicas
La invitación es volver a la versión más natural de nosotros mismos y nuestro entorno. Materiales como la madera, cuero, cerámica y textiles como el lino, lana o algodón son ideales para reconectar con las sensaciones.
Cuanto más suave es la textura, mayor es la sensación de bienestar, y no solo en relación al tacto, sino también con el resto de los sentidos.
6. Foco en los sentidos
Para favorecer la calma, creatividad y atención es vital mantener una estimulación sensorial equilibrada, y despertar nuestros sentidos a través de estímulos como los aromas, los colores, los sonidos.
Por ejemplo, no hay nada más potente que aromas asociados a ciertos recuerdos, o la música como puede modificar radicalmente nuestro estado de ánimo. Expandir la experiencia más allá de lo visual para generar diversas emociones te ayudará a hacer de tu casa un hogar.
7. Delimitar espacios
El equilibrio entre la funcionalidad y la estética es esencial: nuestros espacios deben satisfacer nuestras necesidades prácticas y emocionales.
Diferencia el uso de cada espacio utilizando diferentes recursos: ambientes para el descanso y la relajación se nutrirán de colores y texturas suaves, muebles cómodos e iluminación tenue; mientras que las áreas de trabajo tendrán su foco en aumentar la productividad y colaborar a través de su flexibilidad a nuestro flow creativo.
8. Personalización
La decoración responde también a criterios ancestrales: nuestra casa es nuestra guarida y tenemos que sentirnos seguros estando en ella, sentir que la dominamos.
Reflejar nuestra identidad y que nuestro espacio acompañe nuestra evolución es una de las bases del neurointeriorismo. Personalizá tus espacios con fotografías, recuerdos, arte y objetos que tengan un significado especial, eso hará que te sientas más cómoda y feliz.
La autenticidad e identificabilidad son claves para que nuestros espacios favorezcan en nosotros determinadas sensaciones, como dice Marie Kondo: “El espacio en el que vivimos debería ser para la persona en que nos estamos convirtiendo, no para la persona que fuimos en el pasado.”
9. Líneas curvas
Las líneas orgánicas nos remiten a la naturaleza, tienen un efecto relajante y fluido en nuestros sentidos
Una investigación realizada por Sibel Seda Dazkir, doctora en Diseño y Entorno humano de la Univ. Estatal de Oregon (EE.UU.) confirmó que los objetos diseñados con líneas curvas y sinuosas favorecen el pensamiento creativo, despiertan sensaciones relacionadas con la felicidad y la relajación, mientras que las líneas rectangulares están asociadas a sensaciones de frialdad y hostilidad.
10. Coherencia
Imaginá tus espacios como una tejido del cual formas parte, donde la homogeneidad y la organicidad se entrelazan para crear una sensación de armonía y comodidad.
Tu espacio, estímulos y hábitos funcionan como un todo integrado. ¿De qué serviría fomentar el bienestar en tus ambientes si en tu cocina no hay comida real? ¿Si no recordás mantener un ambiente saludable, ventilado y fresco?, ¿Si pasás la mayor parte del tiempo con los ojos pegados a la pantalla de tu teléfono y no sos capaz de registrar la maravilla que te rodea?
Tu entorno habla mucho más de vos de lo que podés imaginar.
Nuestros espacios pueden convertirse en un recordatorio constante de nuestras metas, un refugio donde podemos encontrar la inspiración y la motivación necesaria para perseguirlas, porque es el primer paso para alcanzarlas.
Volvete responsable del valor que le das a cada espacio que habites, anímate a diseñarlos impulsada por tus necesidades, deseos y sueños más profundos.
Como reflexiona Elsa Punset: “Tenemos derecho a exigir que nuestros hábitats privados y colectivos reflejen y estimulen lo mejor que llevamos dentro”.
Texto: Male Eirin, Diseñadora y Coach en Bienestar (@diariodebienestar).
Fotos: Pinterest.