En un mundo donde las dietas restrictivas y las tendencias de alimentación extremas ganan terreno, es fundamental replantearnos el papel que juega la comida en nuestras vidas. Más allá de ser una fuente de energía, los alimentos están profundamente ligados a nuestras emociones, nuestra cultura y nuestro bienestar psicológico.
Prohibirnos disfrutar de ciertos alimentos, bajo la premisa de mejorar nuestra salud o nuestra apariencia, puede tener consecuencias negativas.
Según un estudio publicado en el International Journal of Obesity, las dietas restrictivas suelen fracasar en el largo plazo, ya que generan un ciclo de privación y compensación que afecta tanto el cuerpo como la mente.
El estrés derivado de estas restricciones puede incluso aumentar los niveles de cortisol, una hormona asociada con el aumento de peso y la inflamación.
Por qué no deberíamos prohibirnos comer lo que nos gusta
- Impacto emocional y psicológico: la comida es una fuente de placer y un refugio emocional. Prohibir ciertos alimentos puede generar sentimientos de frustración, ansiedad e incluso culpa, lo que lleva a una relación poco saludable con la comida.

Además, muchos de los alimentos que disfrutamos están vinculados a recuerdos de la niñez, como una receta familiar o un dulce que se compartía con los seres queridos. Privarnos de estos alimentos no solo afecta nuestra salud física, sino también nuestra conexión emocional con esos momentos significativos.
- Cultura y tradiciones: muchos de los alimentos que amamos están ligados a nuestras raíces, celebraciones y momentos familiares. Restringirlos no solo afecta nuestra salud emocional, sino también nuestra conexión cultural y social.
- Mayor control a largo plazo: permitirnos comer lo que nos gusta en las cantidades adecuadas nos ayuda a desarrollar una relación equilibrada con la comida, evitando episodios de atracones y reduciendo la posibilidad de abandonar objetivos de salud.
Hambre, saciedad y hambre emocional
Para tener una relación saludable con la comida, es clave diferenciar entre el hambre real y la saciedad, y el hambre emocional.
Hambre real: se manifiesta gradualmente y tiene que ver con la necesidad física de alimentos. Generalmente, el cuerpo da señales claras como ruidos estomacales, fatiga o irritabilidad. Este tipo de hambre se satisface de manera equilibrada con una comida nutritiva.
Saciedad: es el estado de sentirse satisfecho después de comer, cuando el cuerpo ya ha recibido la cantidad adecuada de alimentos para cubrir sus necesidades. La saciedad es un indicador natural de que se ha comido lo suficiente, y puede ser un buen punto de referencia para evitar comer en exceso.
Por otro lado, el hambre emocional es diferente. No se trata de una necesidad física de comida, sino de un deseo impulsado por emociones como el estrés, la tristeza, el aburrimiento o la ansiedad.
En estos casos, el acto de comer está más relacionado con un intento de gestionar esas emociones que con la necesidad real de nutrir el cuerpo. Reconocer el hambre emocional es esencial para evitar comer en exceso como una forma de escapar de los sentimientos difíciles.
Estrategias para disfrutar sin excesos
- Planificá tus comidas: si sabes que vas a disfrutar un postre o un plato especial, equilibra el resto de tus elecciones alimenticias durante el día.
- Fijá porciones razonables: a menudo, una porción pequeña es suficiente para satisfacer un antojo.
- Comé con atención plena: concentrate en los sabores, texturas y aromas de cada bocado. Comer despacio no solo potencia el disfrute, sino que también mejora la digestión.
- Permitite el placer sin culpa: comer lo que te gusta no debería generar remordimiento. Forma parte de una vida equilibrada y feliz.
- Reconocé el hambre emocional: identifica si lo que sientes es hambre física o emocional. Si es emocional, intenta manejar las emociones de otras maneras, como hacer ejercicio o hablar con alguien.
En definitiva, comer es mucho más que una necesidad biológica; es un acto de amor propio, conexión y disfrute. No se trata de prohibir, sino de aprender a convivir con nuestros gustos de una manera que favorezca tanto nuestro cuerpo como nuestra mente.
Por Agustina Murcho (M.N 7888), licenciada en nutrición especialista en trastornos alimentarios y magister en psicoinmunoneuroendocrinología - iG @nutricion.ag
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