Su primera cobertura fue en Haití. Luego, en 1999, con tan sólo 32 años, partió hacia Kosovo. Con el pasar del tiempo y con el aumento de las guerras, también estuvo en la caída de Suharto en Indonesia, en Paraguay, Afganistán, en Irak, en Egipto, en Libia, en Siria, en Ucrania, en Gaza y la lista sigue.
Gracias a cada una de sus experiencias, escribió tres libros. En 2003, publicó el primero, "Diario de guerra, apuntes de una corresponsal en el frente", en donde relata sus vivencias en Irak y Afganistán. En 2013, lanzó el segundo, "El Papa Francisco: vida y revolución. Una biografía de Jorge Bergoglio", el cual tuvo su adaptación cinematográfica en 2015 bajo el título "Francisco: el padre Jorge". Y, por último, en 2023, salió "Cien días en Ucrania: Diario de una corresponsal de guerra", el cual pudo presentárselo a Volodímir Zelensky.

Elisabetta Piqué es una mujer que ha demostrado con todos sus años de trabajo, coberturas, viajes y enfrentamientos que no le tiene miedo a nada. Se ha tenido que tapar de pies a cabeza para poder caminar por países árabes, ha tenido que ver cómo un grupo iraquí secuestraba a sus colegas periodistas, ha escuchado las injusticias que viven muchas a manos de los hombres y, aún así, ella sostiene que, siempre que hay un conflicto, ya está lista para ir.
Es algo que la apasiona desde adolescente, pero lo que suele ir a buscar es la parte humanitaria, hablar con la gente, que le cuenten su historia. Trabaja en el diario La Nación y cuenta que desde allí todos saben que es una apasionada en su labor.
Está casada con un hombre irlandés y tiene dos hijos, de 19 y 17 años, que la apoyan y la respaldan en su vocación, algo que ella misma dice que la ha ayudado a seguir ejerciendo día a día. Por ello, en este especial de Para Ti por el Día de la Mujer, fue elegida como una de las representantes por los derechos de las mujeres.
Los peligros de cubrir guerras en países donde es arriesgado ser mujer
- ¿Cómo es tu experiencia cuando vas a cubrir a países en donde las mujeres ya de por si están relegadas y no es común verlas en un ámbito como éste?
- Todas las guerras son muy distintas, al igual que mis vivencias. Afganistán fue bastante shockeante porque ahí la mujer tiene que usar la burka, de hecho tengo una en mi casa, pero me la compré como souvenir, no fue para utilizarla.
Es muy difícil de comprender para alguien que viene de países occidentales y siempre recuerdo esas coberturas en Afganistán, que uno dice "qué difícil siendo mujer". Es verdad porque a mí me miraban como si fuera un extraterrestre y siempre digo que la regla número uno es no andar sola.
Tenés que tratar de moverte con colegas. Además, necesitas un intérprete, pero es muy difícil de explicar qué estás haciendo ahí totalmente sola. En ese momento, no tenía hijos y no podían creerlo por mi edad, a pesar de que era bastante más joven. Aún así, allí ya habían mujeres de mi mismo rango etario que eran abuelas.
Las mujeres no sólo tienen que salir a la calle con un varón, sino que no pueden emprender. Recuerdo a una que era viuda con un montón de hijos, pero que su sueño era poner una peluquería y con un grupo de colegas la ayudamos, pero el que le puso la barrera era su hermano. Encontrás realidades realmente distintas.
Tenía la ventaja de que era la única en un grupo con otros colegas varones que podía entrar a una casa y hablar con las mujeres. En las coberturas de guerra, lo que más me interesa es la parte humana, hablar con la gente, que me cuenten de su vida, que relaten todo ese costado de la guerra que está detrás de los juegos de poder.
- ¿Alguna vez has pensado en "tal vez no vuelvo"?
- La verdad, que, si le preguntás a alguien en el diario, dicen: "El problema de Beta es que cuando le decimos que vuelva, no quiere volver". Mi sueño no sólo era ser corresponsal en el exterior, sino que también contar las experiencias de la gente que conozco en estos lugares.
Cuando era adolescente, vi una película, que se llamaba "Bajo Fuego", que era la historia de Nicaragua, y siempre tuve el sueño de ir a hacer este tipo de coberturas. Siempre me dicen cosas como, "¿no tenés miedo?", "¿Por qué vas?", "Estás loca". Obviamente que nadie te puede obligar a ir a una guerra, pero de hecho, pasa algo y ya saben que estoy lista para ir.
Si tenés miedo, te paralizás. Ahí, tenés que estar alerta. Juega mucho el tema de la adrenalina porque estás en una situación en donde tenés que pensar en varias cosas. Primero, en cómo no terminar siendo vos la noticia. Todavía, no me llegó el momento de decir "basta, ya no quiero".
- ¿Alguna vez te pasó algo?
- Siempre te pasan cosas. En Idlib, Siria, en donde hay un gobierno islamista y las mujeres están cubiertas hasta el piso, sucedió que una persona me comenzó a insultar cuando me vio porque llevaba jeans, a pesar de que tenía la cabeza tapada con un pañuelo. Sin embargo, no llegué a ser yo la noticia.

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Siempre ocurren cosas que no prevés. Recuerdo que en una cobertura en Irak, estaba con un grupo en un convoy y, en el auto en el que viajaba yo no sucedió nada, pero al otro lo secuestraron las fuerzas de Saddam Hussein. Momentos complicados siempre hay, pero uno se pone la coraza, tenés que tener la sangre fría y la catarsis viene después. Quizás, la catarsis la hago con los libros.
El día a día de una corresponsal de guerra
- ¿Y dónde solés dormir o comer?
- Todo depende de a qué lugar vas. En Afganistán o en Irak, teníamos que usar generadores porque no había electricidad en la carpa. Te puede tocar un hotel 5 estrellas, pero depende de a dónde estás yendo y de qué tipo de cobertura. Tuve que dormir en un seminario greco-católico en Ucrania.
Nunca me olvido un viaje que hice desde Kabul a Kandahar porque una noche dormí en un lugar que parecía un establo, ya que era lo que había y tenía una sensación de "que no se enteren que hay dos mujeres durmiendo ahí" porque podía llegar a ser problemático y también peligroso para nosotras.

- En los países que relatás, ¿alguna vez pensaste que tu vida corría más riesgo por ser mujer que por la guerra en sí?
- No. En algunas situaciones, como en Afganistán, es verdad que corrés más peligro por ser mujer. Tal vez, un hombre no habría sido insultado por la calle por llevar jeans como lo fui yo. Pero, siempre creo que es importante estar y creo que, actualmente, somos muchas las corresponsales de guerra.
En mi experiencia, en los últimos años, tanto en Ucrania como en Siria, vi a muchas chicas jóvenes periodistas, así que a nivel medios occidentales se ve un cambio.
- ¿Y tu familia qué dice?
- No podría hacer esto, con ganas de salir mañana mismo si me necesitan, sin tener el respaldo de mi marido, que me conoció ya yendo a estos lugares siempre. Siempre me apoyó y me dijo: "Si tenemos un hijo, yo me quedo, vos seguís haciendo lo tuyo". Y lo puedo hacer por eso, porque es fundamental tener a alguien que te sostenga.
Por otro lado, mis hijos siempre lo vivieron bien porque, fundamentalmente, nunca el padre les dijo cosas como: "Su mamá los abandonó". Siempre volví y estuve igual presente.
- ¿Qué cosas fuera de lo común considerás que tuviste que hacer en una cobertura?
- En una guerra, me parece que es todo fuera de lo común, desde no dormir de noche para irte a un refugio, ver las familias destruidas, ver gente que quiere paz, cuando ves cientos de miles de personas que tienen que dejar su casa y que están en condiciones espantosas, en campos de refugiados. Y siempre, cuando uno vuelve, mira a su alrededor, dice: "Qué afortunada que soy porque tengo agua corriente, agua caliente, un techo". Sobre todo, cuando ves situaciones tremendas.
- ¿Has sufrido pesadillas después de alguna guerra?
- Absolutamente. He tenido sueños rarísimos, sobre todo, después de Ucrania. No dormías nunca porque sonaba la sirena y después sucedía el bombardeo y tenías que ir al refugio. Pero, mi forma de canalizar está en los libros, en contar o en hacer la nota. Uno intenta transmitir todo ese dolor, esa angustia, esa locura que siempre hay.
El denominador común, más allá de que haya un bando o el otro, Zelensky, Putin, Hamas; es siempre el mismo y es contar el horror absoluto de la muerte, de la violencia, del conflicto. Y, finalmente, a la gente común no le importa absolutamente nada todo el tema político porque lo que le interesa es que su familia viva en paz.
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