Elísabet Benavent, más conocida como @betacoqueta, llegó a Buenos Aires en el marco de una gira literaria que la llevó por varias ciudades de Latinoamérica. Sonriente, cálida y espontánea, recibe a Para Ti horas antes de su participación en la Feria del Libro (sábado 10 de mayo a las 17:30 en la Sala José Hernández).
Con el entusiasmo intacto y la humildad que la caracteriza, comparte cómo vive este presente soñado: acaba de entregar un nuevo manuscrito, trabaja en la adaptación de una novela para streaming. Y celebra el privilegio de poder dedicarse a lo que ama: escribir historias que enamoran.
-¿Qué te trae por Buenos Aires?
-Estoy aquí para participar de la Feria Internacional del Libro. Aunque vengo a presentar un libro que salió hace algunos meses, en realidad estamos haciendo un recorrido por toda mi obra, desde el principio. Y es muy emocionante.
-Tenés una carrera muy prolífica, pero no tan extensa. ¿Imaginabas este presente cuando arrancaste?
-Para nada. Yo pensaba que Valeria iba a ser un one hit wonder. Ni siquiera estaba segura de poder escribir los cuatro libros. Publicar ya era un sueño cumplido y creí que ahí terminaba todo. Pero esto… esto superó mis expectativas hace muchos años.
-¿Todavía te sorprende lo que generás?
-Muchísimo. Vengo de Chile, donde se llenó un teatro con 800 personas. Es apabullante. O cuando voy a la Feria del Libro de Madrid y veo gente esperando desde las ocho de la mañana. Me da vértigo. También me impresiona haber entregado el manuscrito número 26. Es de locos.
-¿Cómo hacés para escribir tanto?
-Tuve ventaja: cuando publiqué el primero de Valeria ya tenía siete libros escritos. Pero desde 2016, empecé a escribir cada uno desde cero. Me ayudó mucho la disciplina. Escribir sin disciplina es muy complicado. Me obligué a ser ordenada, a trabajar como si fuera una oficina.
-¿Cómo es tu rutina de escritura?
-Entreno cuatro veces por semana, hago natación y pilates. Me gusta escribir después de hacer ejercicio, me despeja. También leo todos los días: creo que leer es parte del trabajo de escribir. No escribo todos los días frente al ordenador, pero siempre llevo un cuaderno conmigo. Todos los días hay algo creativo que se anota.
-¿Qué te gusta leer?
-Leo absolutamente de todo. Soy muy voraz. Me pongo un reto cada año: leer más que el año anterior. Llevo un Excel con todas las lecturas, lo armamos con mi pareja como un juego. Me gusta mucho el terror, el realismo mágico oscuro —Mariana Enríquez es una de mis favoritas—, el thriller, la novela intimista. Este año leí a José Donoso, estoy retomando a Dostoievski y tengo pendiente La montaña mágica de Thomas Mann. Todos los años digo que lo voy a leer… creo que este es el año.
-¿Cuánto tiempo te lleva planear una historia?
-Muchísimo. Tardo mucho en la parte blanda: imaginar los hilos, los personajes, los espacios, la época del año, los temas de fondo. Cuando me siento a escribir, ya tengo muchas decisiones tomadas. Tengo dos pizarras y un cuaderno donde organizo todo.
-¿Te pasa de tener una idea nueva mientras escribís otra historia?
-Todo el tiempo. Y me da miedo quedarme sin ideas, así que tengo una libreta donde anoto todo. El día que entrego un manuscrito, también entrego el briefing del siguiente libro. Es mi forma de calmar la cabeza y seguir.
-¿Te cuesta despedirte de tus personajes?
-Con algunos sí. Me pasó mucho con Martina con vistas al mar y Martina en tierra firme. Fue el primer proyecto que me tomé como escritora profesional. Me costó muchísimo despedirme. Ahora ya me voy mentalizando desde antes, como un amor de verano que sabés que se termina.
-Tus novelas siempre reflejan una visión muy romántica de la vida. ¿Cambió tu mirada con los años?
-Sí. Antes me encantaban los grandes gestos, las declaraciones grandilocuentes. Ahora creo en el microrromanticismo, el de todos los días. Que me cuiden, que me hagan un café. Eso es el verdadero romanticismo. Y eso también se trasladó a mis novelas.
-¿Qué creés que encuentran tus lectoras en tus historias?
-No lo sé. Y sigo sin poder creer todo lo que me pasa. Supongo que tiene que ver con el género, que es muy agradecido, cercano. Yo intento crear mundos bonitos, y el humor es una herramienta potente. Pero también creo que hay algo de suerte, de estar en el momento adecuado. La suerte sola no alcanza, claro, hay que trabajar. Pero ayuda.
-¿Qué sentiste la primera vez que viste a tus personajes en pantalla?
-Fue todo un proceso. La primera temporada de Valeria se alejó mucho del libro. Me hubiera gustado que fuera más fiel, pero fue una decisión de equipo. Lo lindo es que después, en la segunda temporada, hubo un acercamiento. Además, encontré un equipo increíble en la productora y aprendí muchísimo.
-Las lectoras a veces son muy celosas con las adaptaciones...
-Sí. Al principio la recepción fue difícil. Pero las lectoras fueron justas: miraron para opinar. Algunas dijeron “el libro me gusta más”, pero también supieron separar y disfrutar la serie como algo distinto. Hoy conviven las dos cosas, y eso está buenísimo.
-¿Hay alguna otra novela tuya en camino hacia el streaming?
-Hay algo en marcha, sí. Espero poder contar más muy pronto. Si pudiera elegir, ya sé cuál me gustaría adaptar. Y lo lindo es que ahora soy parte del equipo de producción ejecutiva. No sabía ni lo que significaba, pero aprendí sobre la marcha. Me adoptaron y me hicieron sentir parte.
-¿Estás escribiendo algo nuevo?
-Sí. Acabo de entregar un manuscrito que ahora está en fase de edición. Es una historia ambientada fuera de Madrid, en la llamada “España vaciada”, con el mundo audiovisual como contexto. Vuelvo a la voz narrativa femenina. Me apetecía mucho ese enfoque.
-¿Disfrutás de tu trabajo?
-Muchísimo. Me siento una privilegiada. Es un trabajo raro, pero para mí es el mejor del mundo. Hace poco, en el Día del Libro en España, pensaba: “Qué viaje, qué suerte, qué maravilla”.
-¿Qué mensaje te gustaría dejarles a otras mujeres que sueñan con vivir de su pasión?
-Que se puede. Que se nos permite soñar. Nos van a decir mil veces que no, que no es para nosotras, que soñamos demasiado alto. Pero hay que seguir corriendo. Como dice esa frase que se le atribuye erróneamente al Quijote: "Ladran, Sancho, señal que cabalgamos". Pues eso: que ladren, pero nosotras sigamos cabalgando.
Fotos: Diego García
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