Según la OMS, cerca de 450 millones de personas en el mundo están afectadas por algún trastorno mental o de la conducta, según el Atlas de Salud Mental publicado recientemente por esta entidad.
A su vez, de acuerdo al informe, el presupuesto público sanitario que los 194 estados miembros que se asocian en este organismo, solo un 2% es destinado al abordaje de este tipo de problemáticas que se caracterizan por su diversidad y por presentarse con diferentes niveles de gravedad.
Las cifras son alarmantes y los padecimientos, al parecer, se van incrementando: las exigencias del mundo actual nos han convertido en personas multitarea, hiperconectadas y sobresaturadas de información, lo que ha provocado un importante aumento del estrés, generando en muchos casos el llamado “síndrome del empleado quemado” o burnout.
Es que el estrés, venga ocasionado por la tecnología o no, puede ocasionar efectos leves (ansiedad, dificultad para concentrarse, irritabilidad o insomnio) aunque también consecuencias graves, como depresión o aislamiento social que pueden repercutir en el ámbito laboral generando, por ejemplo, absentismo laboral.
Según estadísticas, el 90% de las organizaciones entiende que hay que incentivar el autocuidado, y el 86% apuesta por la colaboración público-privada en materia de salud mental, pidiendo a las administraciones públicas que les presten soporte en la gestión, ayudándoles a normalizar los tratamientos de estas patologías y ofreciendo una mayor seguridad jurídica.
Fitness emocional
Las pautas que tienen que ver con el autocuidado se aconsejan en casos donde no hay presente una patología, ni siquiera de manera incipiente. La consulta y el acompañamiento porfesional deben ser siempre las pautas a seguir si es que sentimos que algo no funciona bien para nosotros.
Este tipo de planes que nos recomiendan ejercer determinados ejercicios o prácticas son pequeñas acciones para hacer más llevadero nuestro día a día, pero bajo ningún concepto reemplazan tratamientos específicos, como una terapia, por ejemplo.
Los especialistas aconsejan prácticas como el "fitness emocional", que consiste en cultivar el autoconocimiento y entrenar una actitud positiva y una comunicación saludable, factores que nos ayudarán a mejorar nuestro bienestar aprendiendo a gestionar nuestras emociones de forma saludable y eligiendo la forma en que pensamos, sentimos y nos comportamos cada día, para poder optimizar nuestra energía y proteger nuestra salud.
Carlos Hernández, profesor de la Universidad Carlos III, en su libro Optimismo para torpes considera que, si tratamos de pensar de forma positiva, el cerebro puede sobreponerse a nuestra personalidad y establecer rutinas que nos acerquen al optimismo. Para conseguir ese incremento de optimismo, hay una serie de pautas que es aconsejable seguir:
- Objetivos SMART: Establecer metas que se puedan alcanzar y ser realistas con nuestras posibilidades, fortalece el optimismo. Cada letra indica un concepto: Specific (específico), Mensurable (medible), Achievable (alcanzable), Relevant (relevante) y Timely (temporal).
- Visualizar: Si tenés que proponerte un objetivo, tratá de visualizar cómo lo conseguís.
- Meditar: Es un ejercicio sano para el cerebro y beneficioso según innumerables investigaciones. Ayuda a rebajar el estrés, a no perder el control y a pensar con claridad en situaciones extremas.
- Ejercitarse: La actividad física tiene efectos positivos sobre el cuerpo, pero también nos ayuda a mantener el equilibrio entre lo físico y lo mental-emocional.
- Entorno positivo: El contexto nos influye, por eso lo óptimo es evitar aquellos entornos más tóxicos que afectan a nuestro comportamiento.