Pedro tiene apenas seis años y ya conoció el horror. Su vida cambió para siempre el día en que su padre, Pablo Laurta, asesinó a su madre, Luna Giardina, y a su abuela, Mariel Zamudio, en Córdoba. Desde entonces, el niño está bajo el cuidado del Estado y contenido por una familia de acogimiento elegida dentro de su entorno más cercano.
“La prioridad fue mantener inalterable su medio conocido, para que el impacto sea lo menos devastador posible”, explicó Liliana Montero, ministra de Desarrollo Humano de Córdoba a La Nación +. Pero sabe que ninguna medida alcanza para borrar lo vivido. “El niño ha pasado por una situación altamente traumática y va a tener secuelas de por vida”, señaló.
Montero habló también de una red de cuidado silenciosa que se está tejiendo alrededor de Pedro. “Frente al odio desparramado del femicida, nosotros le oponemos la esperanza organizada: una comunidad escolar, de vecinos y amigos que contienen y abrazan”, dijo con emoción.
“No era una persona peligrosa”: habló la jueza que intervino en el caso
En las últimas horas, la jueza María Victoria Jalil Manfroni, titular de la Unidad de Jueces N°2 de Córdoba, rompió el silencio. Fue ella quien le otorgó a Luna el botón antipánico, y quien ahora debe responder por un sistema que, una vez más, no logró prevenir una tragedia.
En diálogo con Cadena 3, la magistrada explicó que “desde el primer día” se dispusieron medidas de restricción de acercamiento, y que se renovaron sistemáticamente. “Se le otorgó el botón antipánico desde el primer momento y se ordenó la colocación de una tobillera, pero nunca se pudo colocar porque él no tenía domicilio en Córdoba ni en ningún lugar de Argentina”, detalló.
Jalil Manfroni también contó que se dictó una búsqueda de paradero y que se libró un oficio a Migraciones para impedir su ingreso con armas, ya que Laurta practicaba tiro en Uruguay. Sin embargo, nada de eso alcanzó. El femicida logró entrar al país por una frontera no autorizada y, días después, cometió el crimen.
“Soy jueza de medidas cautelares. No tengo potestad de detener a nadie. Todo lo que se podía hacer desde el Juzgado de Violencia Familiar se hizo correctamente”, se defendió. Y agregó una frase que hoy suena tan fría como estremecedora: “En el proceso penal se determinó que él no era una persona peligrosa. No había indicadores para pensar que se podía presentar este desarrollo fatal”.
Mientras la Justicia busca explicaciones, Pedro intenta entender un mundo que se quebró frente a sus ojos. No hay resolución judicial que repare la pérdida de una madre, ni protocolo que alivie el miedo de un niño que vio demasiado pronto la cara del dolor.
Hoy, la pregunta que resuena en cada rincón del país no es qué se hizo, sino por qué no alcanzó.
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