"El pañuelito de papel pasa de una mano a la otra. Lo estruja, lo aprieta y lo desliza por entre los dedos. Sus uñas, delicadamente pintadas con esmalte nacarado, lo arañan, lo marcan, lo lastiman. Pero Romina no se da cuenta y en el preciso instante en el que se pone de pie la escuchar la sentencia, éste es su paño de lágrimas, y también donde deposita su furia y desilusión", Para Ti fue testigo del momento en el que Romina Anahí Tejerina, que en ese momento tenía 21 años, era condenada a 14 años de prisión por haber asesinado de 21 puñaladas a su beba recién nacida.
Romina Tejerina: de la oscuridad a la luz de una nueva maternidad
Pasaron 20 años de aquel 10 de junio de 2005 y Romina recuperó hace varios años su libertad. "Lleva una vida normal, trabaja, pudo armar una familia, tiene un hijo. Estudió turismo y en algún momento incluso trabajó con eso. Su vida cotidiana es resolver la educación, el alimento, la vida de su hijo... Tiene una vida social también como la de todos y todas", nos cuenta Mariana Vargas, quien fue su abogada en el juicio, que mantiene una relación cercana con ella y una gran amistad con su hermana, Mirta Tejerina, que también es su compañera en la lucha por los derechos de la mujeres.

Y nos aclara que "La exposición la lleva otra vez a eso, y ella está muy preocupada por resguardar a su hijo. No quiere que nada afecte al niño, su vida de relación ni su círculo cercano. Por eso no quiere dar notas".
El día del espanto
"No me siento bien. Acompañame a la farmacia", le había pedido Romina a Erica, su hermana dos años mayor. Eran las 7 de la mañana del 23 de febrero de 2003 y después de haber pasado toda la noche con "dolor de estómago", quería comprar chicles laxantes. Pidieron un remise y partieron rumbo a la farmacia Jujuy. De regreso a su casa, en la calle Polonia 65 del barrio Santa Rosa de Lima de San Pedro de Jujuy -donde vivían las dos hermanas y con otra más, Mirta- Romina masticó dos chicles, y treinta minutos después fue al baño.

"Recuerdo que desde las 7 de la mañana ya estaba con pérdidas de sangre, sentí que algo me bajaba y fue ahí cuando algo expulsé. Salió el bebé. Estaba asustada, llamé a mi hermana Erica, se impresionó con la sangre y se retiró", contó Romina durante su declaración indagatoria.
"Me fui a buscar una caja y ahí metí a la niña con placenta y todo. En el baño había un cuchillo, lo agarré y le metí dos puñaladas al bebé a través de la tapa de la caja. No recuerdo el lugar que lo lastimé. Aparecieron mis hermanas, dejé el cuchillo y ellas llamaron a mi madre. Después Mirta levantó la caja y se retiró del lugar hasta el hospital", prosiguió la declaración de Tejerina.
Romina, que ocultó su embarazo (excepto a Erica) usando ropas amplias y fajas, le infringió a su hija 21 heridas cortantes y punzantes. Erica contó que desde que se enteró que estaba embarazada intentó abortar "poniendo perejil en la vagina, tomando vino caliente y tés de yuyos", e incluso acudió a médicos pero por tener un embarazo avanzado y ser menor de edad, se negaron a hacerle las maniobras abortivas.
Dos días después del nacimiento, la beba a la que llamaron Socorro Milagros, murió. Romina declaró que "la bebé había sido fruto de una violación cometida por su vecino, que no lo había denunciado porque la había amenazado y que en la cara de la bebé había visto la cara del violador".
Del infierno a la paz: dejar atrás el pasado y pedirle revancha a la vida
Romina, una adolescente de 19 años que cursaba el último año de la escuela secundaria, vivió su propia pesadilla el 1° de agosto de 2002. Tras una noche de baile, declaró haber sido brutalmente violada por un vecino, un hombre que la doblaba en edad. El miedo, la vergüenza y la culpa, frutos amargos de una sociedad que aún no comprendía la magnitud de la violencia contra la mujer, la llevaron a ocultar el embarazo fruto de esa atrocidad.
Intentó abortar varias veces, desesperada, pero la ley lo prohibía y el hecho de no tener recursos, le impidió el acceso. El 23 de febrero de 2003, en la soledad de su baño y con apenas siete meses de gestación, Romina dio a luz a su beba en el inodoro. Allí, en medio de un desgarrador brote psicótico, al ver en el rostro de la pequeña el de su violador, la apuñaló.

El supuesto violador, solo estuvo detenido 23 días y fue sobreseído por "falta de pruebas". Hubo incluso una fiscal que, con palabras que hoy nos indignan, sugirió que Romina "se lo había buscado" por bailar con pollera corta. Una dolorosa demostración de cómo el sistema patriarcal revictimizaba y discriminaba a las mujeres jóvenes y pobres.
Romina pasó nueve años y cuatro meses en el Penal de Mujeres de Alto Comedero. Durante un año, se le negó asistencia psicológica y la posibilidad de estudiar o trabajar, a pesar de los incesantes reclamos de su defensa y de un movimiento de mujeres que, con su caso como bandera, clamaba por justicia y libertad. Su nombre se convirtió en un símbolo de la lucha por la despenalización del aborto y contra la violencia de género, movilizando a miles en todo el país.
El 23 de junio de 2012, el día de su cumpleaños número 29, Romina Tejerina recuperó su libertad condicional. Sus primeras palabras, según su hermana Mirta, revelaron la profundidad de su dolor: "Por todo el tiempo sufrido se me secaron las lágrimas". Sin embargo, no pudo evitar la emoción al ver a su madre.
Los primeros días de libertad fueron un nuevo desafío. Romina fue insultada en la calle y, en medio de una crisis de nervios, llegó a expresar que quería volver a prisión. Sin embargo, el refugio fundamental de su familia fue su ancla para sobrellevar el inmenso dolor.
Hoy, Romina logró, contra todo pronóstico, dar vuelta la página. Formó pareja y es madre de un niño que, tiene 6 años. Su vida actual está profundamente centrada en la crianza de su hijo, un rol que, para ella, es mucho más que una tarea; es la materialización de una nueva oportunidad.
El camino no ha sido fácil: la pérdida de su padre durante la pandemia y la enfermedad de su madre han puesto a prueba la fortaleza de las hermanas Tejerina, quienes se sostienen mutuamente. Pero, como bien señaló su abogada, Mariana Vargas, "constantemente batallamos para que las personas que sufrieron situaciones de abuso sexual o violencia graves puedan dejar atrás ese pasado. Y con Romina creo eso ha sido posible".
Contacto del Archivo Atlántida: María Luján Novella. Teléfono: +54 9 11 3903-8464. E-mail: [email protected]
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