Bajo los cielos del mundo: los barrios de Lisboa, Portugal – Revista Para Ti
 

Bajo los cielos del mundo: los barrios de Lisboa, Portugal

Considero que planificar un viaje es el escenario posible donde voy sentando las bases –expectativas, curiosidades, anhelos- de lo que finalmente constituirá el descubrimiento de un nuevo camino. Así, al recrear las emociones que quedaron grabadas en mi memoria, concluyo cada uno de mis paseos mirando el firmamento, agradeciendo la oportunidad de haber conocido un nuevo destino y llevar de la mano al lector por los mismos caminos que he recorrido bajo los cielos del mundo.
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Hoy, Lisboa está de moda. La capital portuguesa no ha perdido la esencia melancólica que le dieron los primeros pueblos que arribaron a sus orillas. Lo hacían desde países lejanos, navegando a través del amplio horizonte marino que mezcla las aguas del Océano Atlántico con las del Río Tajo. 

Vistas de Lisboa y del río Tajo desde el mirador de San Pedro Alcántara.

Fue de madrugada cuando la penumbraaún reinaba sobre el paisaje; el tren cruzaba la frontera y desde la ventana del vagón comedor comencé a divisar las primeras figuras de árboles, colinas y casas. Eran los campos portugueses.

Llgamos a la gigantesca Estación de Oriente, moderna, de aspecto futurista, con armazones metálicos, obra del reconocido Santiago Calatrava. Aparte de su estética nos resultó una estación muy cómoda por ser un punto de enlace entre el ferrocarril, el metro y los autobuses urbanos y de línea.

Desde allí tomamos la línea de bus 431 para cruzar el Rio Tajo sobre el puente Vasco da Gama. En 20 minutos llegamos a lavilla portuguesa de Alcochette en el distrito de Setúbal, dondenos alojamos en casa de amigos. El camino inverso se hacía desde lavillaembarcando en ferry a Lisboa. El pequeño barco nos dejó en la Praça do Comêrcio, conocida como Terreiro do Paço. 

Descansando en la ribera del río.

Optamos luego por caminar. Es imposible –o al menos absurdo- conocer esta ciudad de calles, rincones, escaleras y zonas peatonales en auto. De todos modos lo puedes conocer de otra manera, moviéndote con una excelente red de transporte público: autobuses, metro, trenes y barcos que cruzan el Tajo. 

De los resabios del pasado quedan los tranvías. Un medio de transporte pintoresco que utilizamos para recorrer la ciudad. Con el histórico Tranvía 28 fuimos conociendo a vuelo de pájaro la vida social de Lisboa. El Tranvía despliega un andar muy lento en las cuestas empinadas lo que permite pasar tan cerca de la gente que parecía facilitar el contacto con los lisboetas ocasionales; estamos en la rua Conceiçāo de Alfama, pero hay  otros distritos que atravesar. 

Tranvía 28.

Con el Tranvía 12, conocido como el E 12 (en portugués, tranvía se dice elétrico), hicimos un recorrido circularentre los barrios Baixa y Alfama, cómodamente sentadas en sus remodelados asientos de madera.

Los elevadores también forman parte de los medios de transporte típicos de Lisboa. Tres de ellos, da Bica, da Glória y da Lavra, funcionan como funiculares con vagones que suben trabajosamente por pequeñas calles de grandes pendientes. 

Elevador Da Glória.

Las siete colinas de Lisboa demarcan los barrios de la ciudad; nosotras visitamos los céntricos: la Baixa, el Chiado, el Bairro Alto y la Alfama cuyas encantadoras calles  saben mezclar lo añejo y la modernidad. Si bien las caminatas durante el mes de junio nos resultaron un poco agobiantes, la suave brisa del Atlántico hizo llevaderos los recorridos.

El barrio más antiguo es La Alfama (fuentes termales). La Alfama recuerda mucho a los árabes por el tipo de construcción de calles estrechas y empedradas, escaleras sinuosas que bajan hasta el río entre casas con fachadas de azulejos, patios escondidos, naranjos y tendederos de ropa secándose al sol, jaulas con pájaros y, sobre los adoquines, gatos a la espera de restos de sardinas asadas que obtengan de alguna tasca escondida en los callejones. Es el plato popular de Lisboa.

Barrio de La Alfama.

Al Bairro Alto llegamos girando a la derecha por la rua Misericordia, tomando una de las callecitas hasta el elevador Da Gloria (carrís). Subimos rumbo al bellísimo Mirador de São Pedro Alcántara, un balcón con vistas a la Baixa y a la ladera del Castelo de Sâo Jorge. Este barrio pudo sobrevivir al terremoto que asoló la ciudad en 1775 y gran parte de sus casas han quedado casi en ruinas. Todavía se divisa la hierba que crece entre las grietas de sus paredes.  

Barrio Alto.

A pesar del terremoto del S. XVIII, hoy atrae a cientos de turistas, sobre todo de noche cuando la diversión se despliega en bares, cafés y locales de fado.

El fado es una melodía portuguesa quenació en los barrios pobres; están inspirados en una mezcla de ritmos africanos, canciones árabes y folklore. Sus temas son: el amor, la esperanza y la saudade, término portugués que tiene que ver con la melancolía y la sensibilidad. Esta música exige oyentes silenciosos; mientras se canta, no se conversa.

Petisqueira dos Sentidos, comida portuguesa y fados en la Rua Travessa da Espera.

Una curiosidad que aprendimos de uno de los barrios elegantes de Lisboa, El Chiado, que debe su nombre al chirrido que hacían los carruajes al pasar por sus calles empedradas. En el barrio, con tiendas tradicionales, galerías de arte, locales de moda y teatros para disfrute de lisboetas y turistas, también se accede a las terrazas de los cafés para admirar aún más la vida lisboeta. Uno de ellos, el café A Brasileira, es lugar de encuentro de escritores y políticos, que fuera frecuentado por uno de los mejores escritores portugueses de todos los tiempos, el poeta Fernando Pessoa.

Barrio el Chiado, local del café A Brasileira.
Sentado y fundido en bronce el poeta Fernando Pessoa. Asiduo cliente del lugar.

El barrio LaBaixa es el corazón comercial de Lisboa, la parte baja que desciende hacia el río y donde se halla la Praça do Comercio. Sus calles tienen nombre de oficios y aquí se encuentra la Rua Augusta, una peatonal con tiendas y terrazas. Los dibujos de los adoquines fueron obra de hombres en condición de presos pertenecientes a otros siglos.

Atravesando el barrio llegamos al Elevador de Santa Justa, ascensor de hierro desde el cual puedes ver la ciudad. 

Muy cerca de allí, sobre la calle del Largo de Santo Domingo, encontramos diversas tascas o ginjinhas, locales para degustar el típico licor de cereza muy dulce, que en su mayoría solo beben los hombres. 

De entrada, este destino se nos había presentado diferente, de a pie, tomando tranvías, mezclándonos con la gente; perdiéndonos incluso como condición del viaje. Una urbe hecha de pasado, de conquistadores que habían dejado su huella en las pendientes de las calles, imposibles de caminar. 

Barrio la Baixa. Arco de la Rua Augusta que lleva al centro de Lisboa.

Así fue que nos perdimos en el laberinto de las calles de un barrio periférico, pero, en contrapartida,  conocimos la cotidianidad de la gente trabajadora mientras la luz del sol abandonaba la ciudad. 

Intentando coordinar nuestro paseo, regresamos al centro en un autobús de línea, recordando el sabor amargo de haber tenido que presenciar una feroz pelea desatada dentro entre varios malandros y pasajeros. 

En los días siguientes nos trasladamos en el moderno tranvía 15 que viaja paralelo al Río Tajo hasta el Barrio de Belém. En esa zona conocimos dos puntos importantes: la Torre de Belém, sobre la orilla del río -desde donde partían los portugueses en sus viajes de descubrimiento-, y el Monasterio de los Jerónimos.

Torre de Belém.

Después nos alejamos unos 25 km de Lisboa para conocer las poblaciones de Estoril y de Cascáis sobre la costa atlántica. 

Fue un lindo viaje con amigas en esa ciudad marinera en la cual mirar hacia arriba siempre nos acercó algo interesante para ver: un canario, una jaula, ropa tendida, un lisboeta descansando en su balcón. 

La Alfama, Praça do Comêrcio y antigua tienda de gastronomía portuguesa Silva e Feijoo.

Noté sin prisa, que bajo esos cielos del mundo, la ciudad se comunicaba de mil maneras a través de sus cuestas, sus esquinas, sus suelos adoquinados donde aún subsisten los rieles de los tranvías y de la brisa del Atlántico que trae esa bienaventurada y fresca brisa con aroma a mar. 

Dança na rua, Praça do Rossio, Bairro Alto y La Alfama.

Más información en parati.com.ar

 

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