Este domingo 11 de mayo, los hijos mellizos del príncipe Alberto y la princesa Charlène de Mónaco, Jacques y Gabriella, dieron un importante paso en su vida espiritual al recibir el sacramento de la Primera Comunión, en una ceremonia celebrada con discreción y recogimiento.
Las imágenes difundidas desde el Principado muestran a los hermanos, de 9 años, vestidos con albas blancas y posando con serenidad frente a la Catedral de Mónaco, aunque, según trascendió, la ceremonia íntima se llevó a cabo en la Iglesia de San Carlos.
El detalle no es menor: este templo es parte del recorrido escolar de los niños, alumnos del prestigioso colegio Cours Saint-Maur, lo que refuerza el carácter cercano y familiar de la celebración.

El acontecimiento se enmarca en una fecha simbólica: se cumplen 10 años exactos de su bautismo, aquel evento multitudinario que congregó a miles de monegascos en las calles del Principado y que fue seguido con atención por la prensa internacional. En esta ocasión, los festejos se mantuvieron en la intimidad, pero con el mismo significado profundo que caracteriza a los rituales católicos.
Una ceremonia cargada de significado
Tanto Mónaco como Liechtenstein son las únicas monarquías europeas donde el catolicismo sigue siendo la religión oficial del Estado, lo que convierte a este tipo de ceremonias en eventos de peso tanto a nivel familiar como institucional.

Charlène, que se convirtió al catolicismo antes de casarse con el príncipe Alberto en 2011, ha sido siempre una figura muy comprometida con la fe. Por eso, no sorprende que esta Primera Comunión de sus hijos haya sido vivida con tanta solemnidad y emoción. “Extendemos nuestras más sinceras felicitaciones al príncipe heredero Jacques y a la princesa Gabriella que recibieron este sacramento con fe y convicción”, expresó el Palacio de los Grimaldi en su comunicado oficial.
Look angelical y tradición
Vestidos con albas blancas—las túnicas tradicionales que simbolizan pureza y renovación espiritual—los pequeños royals mostraron una imagen de serenidad y dulzura. En su sencillez, el atuendo refleja el respeto por el rito católico y la belleza de los detalles sobrios.
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Como parte de la proyección institucional, este paso religioso también los prepara para acompañar a sus padres en celebraciones litúrgicas más importantes del calendario monegasco, consolidando poco a poco su presencia pública en la vida del Principado.
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