Este fin de semana, Valentín Yankelevich se sentó en la mesaza de Juana Viale y emocionó a todos al compartir cómo vive su presente como piloto profesional, su conexión con el legado familiar y el recuerdo de su madre, la recordada actriz Romina Yan.
Aunque forma parte de una de las familias más influyentes del espectáculo argentino —es hijo de Romina Yan, nieto de Gustavo Yankelevich y Cris Morena—, Valentín decidió tomar un camino distinto: el de la velocidad. A sus 20 años, debutó este año como piloto de TC 2000, una de las categorías más importantes del automovilismo argentino.
Valentín Yankelevich: “Mi mamá está conmigo en el auto”
Durante el programa Almorzando con Juana, Valentín habló con honestidad sobre cómo la figura de su mamá lo acompaña cada vez que sube al auto de carrera. “Yo sé que ella está conmigo en el auto, la siento muy presente”, dijo. Y agregó: “Elegí el número 5 para el auto por su cumpleaños. Trato, con lo que puedo, de tenerla presente”.
También compartió que, aunque cree que su madre tendría miedo de verlo competir, está seguro de que “lo apoyaría al cien por ciento”. “Hubo situaciones en las cuales dije: no sé cómo pasó esto, y estoy seguro de que ella me ayudó”, confesó.
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A los siete años, Valentín perdió a su madre. “La tristeza no es tanto, uno se acostumbra a vivir con el dolor. Es más la pena por los momentos que se pierde. Pero disfruto mucho lo que hago. Mi mamá era la mejor del mundo, un ser de luz. Yo sé que está, pero a veces se extraña”.
El sostén familiar: su abuelo Gustavo y su abuela Cris
Más allá del recuerdo de su madre, Valentín también se refirió al papel fundamental de su familia en este camino. Sobre su abuelo, Gustavo Yankelevich, con quien comparte una relación muy cercana, dijo: “Se ha puesto la familia al hombro. Lo admiro mucho, nunca he visto a nadie trabajar tanto como él”.
Y también destacó el acompañamiento constante de su abuela, Cris Morena: “Me apoya muchísimo”.
Un nuevo camino con raíces profundas
Valentín no solo sorprendió por su talento en la pista, sino también por la madurez con la que vive su historia. El joven piloto continúa escribiendo su propia página, con una pasión que lo impulsa y una conexión profunda con su historia familiar.
Su testimonio es un recordatorio de cómo el amor y el recuerdo pueden transformarse en fuerza. Y también de que, aun en caminos distintos, el arte y la pasión pueden heredarse de muchas maneras.
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