Una mano está apoyada sobre la arcilla mientras la otra exprime, estruja al máximo una esponja que gota a gota humedece el barro. El torno sigue su ritmo y la fuerza centrífuga crea magia en las manos de Nicolás Pottery. La masa, primero amorfa, va cobrando vida... Es cono, cilindro, esfera, disco. Se eleva, se angosta, se ensancha. Es jarra, florero, bowl y maceta. Toma mil formas y el efecto de ese diálogo que se produce entre el alfarero y su arcilla es hipnótico.
Nicolás Martínez (42), -así se llama en realidad aunque lo conozcamos como Nico Pottery-, se enamoró de este arte a las doce años. Pero tuvo que recorrer varios caminos hasta encontrar la manera de "ser emprendedor", resiliente y poder mantenerse económicamente gracias a la cerámica, como nos dirá más tarde.
Nos recibe en Pottery Coffee & Deli, el refugio palermitano -tiene otro en Acassuso- donde ofrece sus talleres de cerámica y es parada obligada para saborear un rico café con alguna delicatessen. Por todo el lugar abundan las piezas creadas por Nico: una repisa separa tazas en colores prolijamente elegidos y un banco de carpintero apila torres de platos, bowls y vajilla que todas quisiéramos en nuestra mesa.
María Rosa, una visionaria: "Ella fue una mamá de hoy"
-¿Cómo arrancaste con la alfareria?
-Mi mamá tenía un programa de radio hace 30 años atrás. Ella tenía sus anunciantes, el famoso canje. Y como sabía que me gustaban las manualidades, me mandó a un taller de cerámica. Ella fue como una mamá de hoy. En ese momento me hubiera mandado a fútbol, pero me mandó ahí donde había señoras, donde no era común que un chico de 12 años estuviera haciendo un curso de cerámica. Ella la vio.
Yo quedé fascinado con el torno porque soy muy comercial. Amo la cerámica, me encanta, pero lo que hagas te tiene que dar una buena calidad de vida porque pasamos una única vez por esta vida. Entonces, tiene que estar muy bien combinada la parte artística con lo comercial. Yo -con doce años- sabía que con el torno podía producir un montón de cosas.
Salía del colegio y les decía a mis compañeros del secundario que me iba a lo de mi tía en lugar de decirles que iba al taller de cerámica porque en esa época me iban a hacer bullying.
Cuando terminó el programa de radio de mi mamá, que se llamaba "Románticos en FM", uno de los socios del taller decidió becarme para que pudiera continuar. Yo no podía seguir pagándolo.
-¿Esa persona que te becó, vive? ¿Es consciente de lo que lograste gracias a eso?
-No sé si vive. José Arpi era su nombre. Era uruguayo.
-¿Y cómo seguiste?
-Continué todo el secundario yendo al taller. Después me puse mi propio taller en mi casa. Mi mamá me cedió la mitad de la casa. Eran dos habitaciones que estaban destinadas a ser producción de piezas. Todavía no daba clase. Empecé a producir piezas para vender a casas de decoración. Y empecé a estar en las expos, a la par que trabajaba y estudiaba -había empezado Arquitectura-.
En ese momento trabajaba en Alparamis. Hay toda una historia ahí porque entré a los 17 años. Hice toda una carrera en esa empresa. De estar en el depósito, pasé a ser administrativo, después a cuentas a pagar, tesorería... En paralelo, le vendía cerámica porque en ese momento tenía la línea de Alparamis house. Cuando me di cuenta que ya tenía clientes en el interior del país, en Buenos Aires y Alparamis, dije "renuncio y me dedico cien por ciento a esto". No podía con tantas cosas entre la facultad, el trabajo y el taller.
Es muy difícil vivir de la decoración. Un local se arma con una mesa, seis sillas, espejo, la vajilla y ya está. Después hay que esperar el novio para que compre esas cosas. Pero como Alparamis me compraba el 90% de la producción, yo me sentía tranquilo. Lo tenía asegurado. Pero un día en 2007, Alparamis me hace una compra muy grande y yo empiezo a entregar todas las semanas, hubo un cambio del gerente de compras y me quedo con toda la mercadería sin entregar.
Me quedé con la casa llena de mercadería sin poder vender. Fui muy resiliente en un montón de cosas. Hoy miro para atrás y digo "mirá todo lo que armé de la nada". Pero ese 2007 fue difícil: falleció mi papá a los 54 años que venía con una enfermedad, y me cancelaron esa compra grande... Recuerdo tener mi pieza llena de jarrones altos. Encima, me había metido a comprar un segundo horno a pagar con el banco.
Tenía una amiga en el Puerto de Frutos, en Tigre, y a través de ella pude conseguir un local ahí para probar con la venta minorista... En ese momento había un auge. A través de una amiga conseguí un local chiquitito, el último, en una galeria de colores que se llamaba Las Palmas. Era el local 13. Ahí llené el local con todo lo que tenía.
-¿Y cómo te fue?
-Aprendí un montón de cosas. En el local me pedían precio por 2 piezas. Y en la desesperación, era tanta la mercadería, que yo la quería vender y perdía dinero.
También empecé a aprender a observar lo que buscaba la gente. Tenía bachas para baño y se vendían todas. Ahí empecé a escuchar lo que la gente pedía más allá del estilo de uno. Hay que ser comercial cuando hacés un producto porque vos tenés que pensar en quién te lo va a comprar.
Del local de deco a los talleres de cerámica
-¿Cuándo se te ocurrió el tema de los talleres de cerámica?
-Lo del Tigre funcionaba solo los fines de semana. Necesitaba trabajar más y ahí busqué el local en Acassuso que hoy sigue estando y es donde arranqué con los cursos. En ese momento no tenía descando, producía piezas para los dos locales. Y llegaba fin de mes y me preguntaba, "¿hice bien en renunciar?" porque las cuentas no me cerraban.
Entonces, acá viene el tema de las señales. Me di cuenta que todo el tiempo tenés señales, y tenés que estar despierto a ellas. Me pasaba que en Acassuso armaba vidrieras cada 15 días. Y como predominaba la cerámica, la gente entraba al local para preguntar si daba talleres. Pasaba todo el tiempo.
Entonces, le propongo a mi mamá, ¿qué pasa si ponemos atrás del local unos tornos y empezamos a tener para los gastos fijos?". Mi vieja apostó, aunque me preguntó: "Nico, ¿estás seguro?". Yo la entiendo porque la remamos en dulce de leche. Viste que este país tiene eso, de subidas y bajadas. Compré cuatro tornos con cheques y cuando cerraba el local, me iba por Acassuso a repartir flyers con la publicidad de los talleres.
La gente se empezaba a anotar. Sin abrir el taller, tenía alrededor de 50 alumnos anotados. Cuando empecé a dar clases a los dos meses, eran 100. Al tercer mes, eran 300 alumnos. Entonces yo decía "es por acá". Me estaban cambiando los números, podía estar más tranquilo y ya tenía que armar el equipo de trabajo. No podía dar clases y producir.
Un visionario
-¿Qué balance hacés de todos estos años?
-Después nació Nordelta como mi segundo taller, le siguió Palermo y hoy hay un proyecto en Martínez, no para cursos sino para producción de cerámica y un café. Me fue llegando todo. Hoy tengo todos los talleres llenos.
Fue tanto laburo, de tantos años... Vos me ves en el detalle de todo, eso lo traslado a todo, para la gente que viene acá. Yo marqué la diferencia. Que sea un espacio donde la gente se sienta cómoda, que sea lindo. Viste que el taller de cerámica es sucio, desordenado y yo dije "por qué? Yo quiero ir por otro lado". Y en estos 11 años convoqué al público joven que no iba al taller de cerámica. Hoy tengo chicas de 20 años que salen de su trabajo y vienen al taller en Pottery. Antes de mí ibas a un taller de cerámica y te encontrabas con sólo con señoras. Cambié el concepto en los talleres de cerámica. Y además los llevé a espacios que se ven.
-¿Por qué creés que los talleres de cerámica tienen tanto éxito hoy, están de moda?
-Llevé el taller de cerámica a un espacio terapeútico, de anti estrés. Veo cómo llega la gente y cómo evoluciona con el tiempo. Desarrollé esa herramietna de poder vincularme para decirles "tranqui, estas dos horas son para vos". Pasamos por todos los estados en el talle, les digo que son unos privilegiados por tener el tiempo para dedicarse a ellos. Si tenés esas dos horas para vos, es un mimo: aprovechalo.
Trabajé mucho tiempo en la parte humana del taller. Cumplen años y los festejamos. Tenemos la muestra anual donde se les entrega un certificado, se hace una muestra. Me encanta lo que tienen mis talleres... ¿Viste que son blancos?: tienen un neutro, el color lo ponen los alumnos.
Muchas veces pregunto cómo llegaste acá, y me dicen me mandó el psicólogo... Cualquier cosa manual que hagas te va a bajar. Vivimos en un mundo muy agresivo. Todo es ya. Y con el taller, uno sana la cabeza.
-¿En qué momento dejaste de ser Nicolás Martínez para pasar a ser Nico Pottery?
-Yo arranqué este proyecto con mi mamá, María Rosa. Ella fue la primera que "la vio" y eligió mandarme a un taller de cerámica porque veía potencial ahí, en algo manual. En la primera exposición nos llamábamos Anfora Cerámica, pero había otra marca que era Anfora y Barroco. Entonces lo tuve que cambiar. A la "f" del logo le sacamos un palito y quedó Ancora. Después me enteré que "ancora" en italiano es todavía. Luego, dos amigos míos, Laura y Santiago, insistieron con que le pusiera el nombre de Nicolás Martínez Pottery al local de Tigre.
Me había puesto el cartel a lo grande en local, pero cuando los que venían a comprar preguntaban si yo era Nicolás, yo respondía que no, me hacía llamar Máximo. No quería mostrar que yo era el mismo que hacía la pieza y que también barría el local, envolvía el paquete y cobraba. Lo hablé con la psicóloga en ese momento y ella me insistió en que tenía que ir con la cabeza en alto y decir que yo era Nicolás Pottery.
Fue tanto el cambio que hice, armé una marca, trabajé tanto en este personaje... Y con el tiempo la marca se fue achicando y la gente empezó a decir Nico Pottery, y hoy estamos llevando la marca a NP. Tengo la línea de vajilla que es Nicolás Pottery, está Nicolás Pottery Cursos y los cafés, Pottery coffee & deli.
-¿Cómo surgió la idea de los cafés?
-A los talleres siempre traían algo para compartir, se querían quedar después de hora, o venían antes... Los talleres tiene esa pata social. Entonces, dije "tengo que armar el espacio para eso. La clase tiene que terminar y tiene que haber un espacio al costado". Ahí fusioné los cafés con estos tres conceptos de negocio: que te sientes a disfrutar algo en mi vajilla, que la puedas comprar o que puedas ver que la podés hacer.
-Y detrás de eso aparecieron los talleres de vino y cerámica... ¿Eso te molesta o todo lo contrario?
-Al principio me daba bronca, pero admití que la competencia va a existir siempre, proque uno abre ojos siempre. ¿Cuál es la solución? Siempre mantenerte un paso más adelante. Entre tu paso y el que viene atrás siempre hay una diferencia, entonces es mantenerte y no quedarte. La gente viene a mis talleres porque hay un nombre atrás, pero también está bueno que haya un auge de los talleres de cerámica porque nos potencia a todos.
-¿Qué rol cumple Charly Ronco, tu marido, en todo esto?
-A Charly lo conozco en el 2017 a través de Benito Fernández que soy muy amigo. Al año nos casamos. Imaginate que fue rapidísimo. Charly tiene un gran corazón. Es muy profesional en lo que hace. Su experiencia de tantos años como relacionista público me ayuda mucho. Como toda marca necesita su parte comercial y él me potenció y lo sigue haciendo. Es una parte muy clave en el negocio. Está en todos los detalles. Nos complementamos en lo laboral y hacemos que esto funcione mejor. Estoy muy agradecido porque él me ayudó en los últimos 7 años. Me mostró el lado de marketing, de prensa, necesitás a alguien al lado que haga que tu negocio sea exitoso.
-Hablemos de la tendencia deco en cerámicas...
-Después de crear tanto, la tendencia que veo son las formas orgánicas. Hoy no es la cerámica perfecta que es la que yo aprendí, sino las formas irregulares, orgánicas, que veas una pieza y que tenga movimiento. Quedó un poco atrás todo lo que es vajilla de forma de molde, toda prolija. Capaz que en algun momento vuelve.
En colores, siempre incorporo nuevos. Me parece que son los colores satinados, mate, transparentes, jaspeados. Estuvimos mucho tiempo con blanco piedra, hoy se viene ese color satinado, sin brillo.
-La última pregunta: ¿qué sos?
-Digo que soy como "la Teffi Ruso de la cocina", que no es cocinera pero te enseña a cocinar. Mucha gente piensa que yo soy ceramista y no es así. Soy autodidacta. Soy empresario, tengo los café, los locales con vajilla, que vendo cerámicas. Hace 30 años que torneo, el año que viene queremos hacer algo tipo aniversario. Entonces te respondo: soy especialista en torno.
Trabajar en el torno es olvidarte de las preocupaciones, de lo que tenés que pagar. Pienso que mucho me sano. La cerámica para mí es esa ambición que no es una mala palabra. Yo quería cambiar la calidad de vida mía y la de la gente que me rodeaba. Teníamos momentos en casa que no había para comer. Nos ayudaba mi abuela, porque faltaba la comida en casa. Mi mamá trabajanba 10 horas por día, era una mamá con tres hijos varones, viuda.
Entonces la cerámica me sanó un montón de cosas: mi elección, la enfermedad y muerte de mi papá, el miedo a no encontrar un chico para formar una familia. Hoy con Charly estamos en el plan de decir por dónde empezamos a armar la familia. Yo soy partidario de la adopción. Veo para atrás y digo "mirá adónde llegué con todo esto". Hoy tengo una linda vida. No me arrepiento de nada. Creo que las cosas llegan en el tiempo que tienen que llegar. Hay que saber esperar. Y atender las señales: creo en eso. Esto es un espacio de felicidad. Mis talleres son dos horas para ser feliz.
@nicolaspotterycursos
@potterycoffedeli
Producción: Marité Rizzo
Fotos: Chris Beliera
Agradecimiento: @crecer_poles
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