Bajo los cielos del mundo: Jerash, Jordania – Revista Para Ti
 

Bajo los cielos del mundo: Jerash, Jordania

Cada vez que planifico un viaje estoy llena de ilusiones y expectativas sobre lo que voy a encontrar en ese nuevo sendero elegido. No soy viajera de shopping y si hay algo que disfruto de los caminos, es interactuar y dejarme sorprender por la gente del lugar, conocer su idiosincrasia, sus costumbres, leyendas, todos esos pequeños detalles que enriquecen y siempre encuentro fuera de lo planificado. Y como las emociones son las que quedan grabadas en nuestra mente, concluyo cada uno de mis viajes mirando al cielo y agradeciendo la oportunidad de haber conocido otro destino que formará parte de una nueva historia Bajo los Cielos del Mundo
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Desde Jerusalem nos trasladamos hacia Jordania por el paso Puente Hussein, donde tuvimos que cumplir varios procedimientos complejos para cruzar ambas fronteras y luego de casi dos horas de trámites, pudimos ingresar al nuevo país y encontrarnos con nuestro guía jordano que nos acompañaría durante toda la travesía.

Camino a Jerash, observando un campamento beduino.

La recepción de nuestro guía fue muy cordial y enumeró varias recomendaciones para que nuestra estadía en Jordania no tuviera ningún sobresalto. Nos recordó que habíamos ingresado a un país donde la religión oficial es el Islam, por lo que deberíamos tener en consideración sus creencias y costumbres, especialmente vistiendo de forma modesta y respetando los lugares sagrados. También nos advirtió que podíamos beber solo agua embotellada y que en el momento de comprarla debíamos verificar que se encuentre correctamente sellada, pues era habitual que algún comerciante pícaro pueda rellenarla. Ya estando bajo el cielo de Jordania, nos dirigimos a Amman, su capital, donde pasaríamos la noche.

Al día siguiente partimos hacia Jerash, cuyo nombre en arameo significa "bosque denso" y es considerada una de las ciudades romanas antiguas mejor conservadas del mundo. Pertenecía a la Decápolis, que eran las diez ciudades que consolidaban el poder de Roma en Medio Oriente y formaban parte de la Ruta de la Seda.

El camino resulta por demás interesante, ya que la ruta cruza distintos pueblos que le permiten a uno adentrarse en las realidades locales de una forma exquisita. A la hora del almuerzo, el autobús se detuvo en una parada programada para visitar un pequeño restaurante muy pintoresco. En el patio de ingreso fuimos recibidos por el aroma del delicioso pan árabe que cocinaba un artesano en su horno de barro. Con una habilidad sorprendente, moldeaba la masa con sus manos en círculo a gran velocidad, formando un gran bollo que luego arrojaba con fuerza sobre el techo del horno caldeado por el fuego de la leña. El calor hacía que la masa quedara pegada sobre la superficie interna hasta desprenderse cuando llegaba al punto de cocción ideal.

 Artesano del pan árabe.

A pesar de que la mayoría de las personas en Jordania se expresan en árabe, para todos aquellos que no lo hablamos existe un idioma universal que es la sonrisa. Ése mediodía la sonrisa del panadero manifestó simpatía y entusiasmo al preparar un pan especial, dibujando con sus dedos en la masa mi nombre dentro de un gran corazón. Nos estaba agasajando y recibiendo en su tierra de una manera muy cordial.

Luego del apacible almuerzo, nos dirigimos finalmente a Jerash, población que estuvo escondida durante siglos bajo las arenas y que en ese atardecer, los rayos del sol tiñeron de dorado. Dispuesta a atrapar el color, el ruido, la intimidad de sus leyendas entre calles de grandes piedras, columnas y plazas, caminé hacia la entrada principal por el Arco de Adriano, que da la bienvenida a la zona arqueológica.

Arco de Adriano, entrada a la parte arqueológica de la ciudad.

Es por demás conocido el hecho de que los romanos le daban mucha importancia al entretenimiento, por eso, apenas atravesamos el Arco de Adriano, pudimos ingresar al Hipódromo, que con una capacidad para 15.000 asistentes, era un lugar de encuentro y alegría donde se podía disfrutar de carreras y deportes. Ese día no había espectadores, solo caminaba por la pista una mujer con su hijo. La mujer parecía protegerse del calor y la tierra con su larga túnica. Ambos caminaban tranquilos, tomándose el tiempo como una gracia que hay que disfrutar.

Camino con bloques de piedra colocados en forma diagonal para que las ruedas de las carretas no se encajaran en los espacios libres.

Continuamos nuestro paseo recorriendo los grandes bloques de piedra que conformaban el pavimento de la vía principal de la ciudad, Cardo Maximus. Pudimos observar las huellas de los carruajes que a través de los años dejaron sus marcas sobre los adoquines, que fueron colocados en forma diagonal para que las carrozas pudieran circular sin riesgo a que se traben sus ruedas y vuelquen.

Ya no se encuentran los techos que cubrían las aceras y que utilizaban los caminantes para protegerse del sol, por eso resulta importante elegir la época del año para conocer esta hermosa ciudad romana, si quieres evitar que tu única compañía sea el ardiente rayo del sol, tendrás que ir preferentemente en invierno u otoño.

Las columnas sostenían los techos, ya desaparecidos, que cubrían las aceras.

A lo largo de la vía Cardo Maximus, también observamos columnas de diferentes tamaños que pertenecían a casas y tiendas, resultando inevitable imaginar el bullicio de comerciantes y transeúntes que recorrían la ciudad en las épocas de apogeo.

 Templo de Artemisa.

Durante el recorrido me sorprendieron las columnas corintias del Templo de Artemisa, la diosa de la fertilidad y de la guerra, cuyas ruinas sirven actualmente de refugio para protegerse del sol. Lamentablemente su piso de mármol y sus estatuas no se han conservado, pero ello no impide imaginar la magnificencia del mismo en tiempos romanos. También se destaca el Templo de Zeus, ubicado en una pequeña colina para que sea visto desde cualquier lugar.

Quedan solo unos pocos mosaicos de los pisos originales, y las estatuas han desaparecido.

Mención especial merece el Teatro, que se encuentra en perfecto estado y que luego de subir los 65 escalones hasta las gradas más altas, nos regaló un magnifico e inolvidable paisaje. En tiempos pasados, algunas butacas podían reservarse y se advierten aún las letras griegas que las enumeraban.

Templo de Zeus sobe una colina.

La impresionante acústica y resonancia que conserva, permite al orador ubicarse en el centro y ser escuchado sin gritar en todo el recinto. Ese día, un grupo de músicos vestidos con trajes típicos y pañuelos rojos y blancos, hicieron sonar las gaitas jordanas, influencia heredada de la ocupación inglesa, acompañadas por tambores.

Vista panoramica del Teatro.

Visitamos también la Plaza Ovalada, de grandes dimensiones y rodeada por numerosas columnas. Al día de hoy se cree haya sido un mercado.

Esa tarde en el teatro hacia un grupo de músicos con gaitas jordanas.

En el centro de la misma hay dos altares y una fuente que en la actualidad se utiliza para mantener la llama encendida del Festival de Jerash.

Plaza Ovalada.

Llegamos al final del recorrido, escuchando de la voz de nuestro guía el origen del ocaso de esta magnífica ciudad, debido al uso de rutas marítimas y la fuerza de un terremoto que aceleraron su decadencia provocando el abandono de Jerash, que se apagó por completo.

Ya al atardecer me marché convencida de que a pesar de haberme familiarizado con gestos, sonidos, ideas, creencias y costumbres, hubo muchos elementos intangibles sobre el rasgo esencial de esta cultura, que han quedado enterrados en el desierto y perdidos en la historia para siempre. De todas maneras, descubrí en mi la voluntad y el deseo de una vida repleta de sentido, y me fui con la sensación de haber encontrado en Jerash una perfecta paz y la quietud que me hicieron sentir nuevamente afortunada por haber recorrido una ciudad más bajo los cielos del mundo.

Más información en parati.com.ar

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