Si hay alguien que pasó por muchas tragedias y supo cómo levantarse y seguir cuidando de sus hijos es Carolina de Mónaco. La princesa sufrió la muerte de su mamá y de su marido muy joven. Sacó todas sus fuerzas una vez más y se hundió en el amor de sus hijos para contenerlos y protegerlos del dolor. Su hijo mayor, Andrea, quedó impactado por la muerte de su padre y tuvo que ser tratado psicológicamente durante mucho tiempo.
Carolina de Mónaco eligió retirarse de la vida social y vivir en la Provenza con sus hijos. Así ha sido su relación siempre, unidos frente a todo. Durante años se mantuvo alejada hasta que poco a poco el dolor se fue mitigando y Carolina volvió a resurgir como la princesa de Mónaco.
Vale destacar que nadie olvidó que ese papel le correspondía a ella. Con el amor de su familia, mientras iban creciendo, en 1999 rehizo su vida junto a un amigo de toda la vida, el príncipe Ernesto Augusto de Hannover, duque de Brunswick y Luneburg, en el Palacio de Mónaco.
Fruto de ese amor nació su hija Alejandra, y sin duda, fue una inyección de alegría en la ajetreada vida de la bella princesa. Durante los años posteriores perdió a su padre y tuvo que enfrentar la separación de su primogénita que le ponía fin a su matrimonio con Ernesto de Hannover.
Aunque no se emitió ningún comunicado oficial, se rumoreaba que Carolina de Mónaco la apoyó como lo habría hecho cualquier madre. En una oportunidad, Charlotte Casiraghi se sinceró y habló sobre la relación que tiene con su madre asegurando que se sintió mucho más cerca de su progenitora desde que tuvo hijos.
Actualmente, aunque convivan con problemas y diferencias, se los ve a todos como una familia unida, con nietos de por medio a quienes cada tanto presume en alguna salida.
