Diana Spencer fue y es una de las figuras mundiales más influyentes e inspiradoras, en muchos aspectos. Mientas perteneció a la Familia Real británica usó su influencia para llevar adelante importantes tareas humanitarias alrededor del mundo. Siempre se mostró accesible y cercana con su pueblo, que la adoptó como su líder carismática desde el primer momento. Y que la lloró (y la sigue llorando) como tal, luego que un trágico accidente le arrebatara la vida.
Siendo muy joven fue la elegida para casar al heredero del trono de Inglaterra (casi una imposición de su familia y de la Casa Real británica) dado que la reunía las condiciones ideales para ser una gran compañera del heredero al trono.
Inocente, cándida y carismática, no tardó en convertirse en el centro de atención de la prensa y del pueblo, que la tomó como la brisa de aire fresco que tanto necesitaba en aquel entonces la acartonada familia Windsor.
Una boda que se convirtió en uno de los eventos televisivos más importante del siglo pasado, que fue seguido al detalle en todo el mundo: su gran atractivo era que una joven sin título nobiliario hacía realidad el sueño de convertirse en princesa. Pero los acontecimientos dieron muestras de que ese idilio no fue más que un espejismo: Carlos no llegó a sentir más que una gran simpatía por Diana, con quien se unió en matrimonio para hacerle caso al mandato real. Él estaba enamorado de una mujer casada con quien siempre le fue infiel a su joven esposa (y que es hoy su actual esposa, Camilla Parker Bowles).
Diana se sumió en la tristeza y en los desórdenes alimenticios después de intentar de todas las maneras posibles de ganarse el corazón del hombre del que se había enamorado perdidamente. Después de concebir a sus dos herederos, William y Harry, la Princesa de Gales le dio rienda suelta a su corazón y se enfocó en hacer algo con su investidura, y así encaró tipo de tareas humanitarias que la convirtieron en un bastión para todos los que deseaban hacer algo para mejorar, un poquito, el mundo. Con la misma alegría se sentaba a charlar con los líderes mundiales o tenía en brazos niños desnutridos y enfermos a los que visitaba en hospicios en los que pocos se animaban a poner un pie. Fruto de su entrega se convirtió en una gran amiga de la Madre Teresa de Calcuta, quien casualmente, murió 6 días después que ella, mientras organizaba un homenaje en su nombre.
Sabiendo que le sería imposible acceder al amor de quien era su marido, Diana tuvo varios romances que se transformaron en escándalo. Recién un año antes de morir obtuvo el ansiado divorcio, después de haber llegado a un acuerdo: Diana era libre y podía comenzar a vivir de otra manera. Durante el verano de 1997 inició una relación con el multimillonario egipcio Dodi Al Fayed, a quien había conocido diez años atrás en un partido de polo.
Si bien su vida amorosa le trajo varios dolores de cabeza a la Familia Real británica, pero el pueblo hacía rato que se encontraba de su lado: sufrió con ella los desplantes de Carlos y el férreo brazo de Isabel II. Su manera sencilla de hablar y de vivir su vida la había convertido en una líder carismática, título honorario que su ex marido jamás estuvo ni cerca de ostentar. Diana era del pueblo.
La mañana en la que los noticieros y diarios del mundo cubrían su trágico accidente, cientos de miles de personas en el mundo no daban crédito a la terrible noticia. Se tejían teorías, se aventuraban conspiraciones. Y se buscaban explicaciones que dijeran por qué Diana había muerto, paradójicamente, justo cuando comenzaba a vivir como ella deseaba. En las afueras de los Palacios de Buckingham y de Kensigton los ramos de flores se acumulaban de a millones, literalmente, como una muestra de respeto y cariño inédita.
Durante días la noticia fue abordada por los programas de televisión que repasaron, una y otra vez, la historia de una mujer cuya figura había logrado relevancia no sólo dentro de las fronteras del Reino Unido. El mundo lloraba a la Reina de Corazones, una mujer que vivió y murió siendo fiel a sus convicciones.
