En el año 2004 los investigadores Bieling, Israeli y Antony publicaron un artículo titulado “¿El perfeccionismo es bueno, malo o ambos?” con el objetivo de examinar distintos modelos del constructo “perfeccionismo”, esto es, una variable de personalidad que subyace a múltiples dificultades para un correcto funcionamiento psicológico.
En términos generales, los teóricos exponen dos extremos: un perfeccionismo desadaptativo que termina por causar angustia emocional ya que está centrado sobre todo en las recompensas y se acompaña de una gran preocupación por cómo se comportan los demás, y otro perfeccionismo que se cataloga como adaptativo ya que se trata de una variedad más bien benigna, en este caso, hablamos de un perfeccionismo que fomenta la excelencia y el esfuerzo por alcanzar metas importantes.
Galarregui y Keegan (2012) también estudiaron este concepto en relación a la procrastinación y definen al perfeccionismo como la tendencia a fijar altos estándares de desempeño acompañada de una evaluación excesivamente crítica y una creciente preocupación por cometer errores. Así, cuando el perfeccionismo se acompaña de una tendencia a demorar tareas pueden aparecer problemáticas en términos de salud mental y malestar psicológico.
Conviene reconocer también si la tendencia perfeccionista está orientada preponderantemente a la autoexigencia, a la exigencia sobre los demás y el mundo o sobre la mirada que los demás tengan sobre nuestro desempeño y características personales.
Además, es importante reconocer qué tanto esta tendencia al perfeccionismo supone una interferencia en las actividades de la vida diaria y cuánta autonomía se pierde al momento de realizar tareas, lo cual puede derivar en procrastinación de obligaciones a cumplir: por ejemplo, es una interferencia el hecho de no socializar con personas nuevas por temer la evaluación que realicen de nosotros, no iniciar un estudio académico por el temor a fallar o no animarse a buscar un nuevo empleo por miedo a no pasar exitosamente el período de entrevistas laborales.
También podemos observar si nos quita autonomía en términos de necesitar asistencia para tareas simples por temor a realizarlas de modo deficiente. Además, el perfeccionismo se suele acompañar de un tono emocional: esta tendencia puede producir sentimientos asociados a la ira, a la depresión y/o a la ansiedad, lo cual suele derivar en comportamientos inflexibles para evitar esas emociones.
En este sentido, Mora Benavides y equipo (2024) proponen como estrategia clave acompañar en la formación de la autorregulación, esto es, la capacidad de controlar los pensamientos, acciones, emociones y motivación para alcanzar las metas propuestas, ya que sostienen que el éxito de un adulto se debe tanto a sus competencias, conocimientos y experiencias como a su capacidad autorreguladora en función de las tareas, metas o propósitos que establece para cumplir con sus proyectos personales y actividades laborales.
Así, para quitar presión sobre esta concepción del mundo que suele inmovilizar a las personas en función de sus objetivos conviene comprender que, si el objetivo es “ser y hacerlo mejor”, sólo puede lograrse mediante la práctica y el aprendizaje. Algunas estrategias para trabajar en estos aspectos son las siguientes:
· Identificar los pensamientos y creencias perfeccionistas que son disfuncionales y nos detienen y modificarlas por otras más benevolentes, compasivas y realistas. Por ejemplo, si la tendencia es a pensar “soy un fracaso, todo lo hago mal”, identificar cuál fue el error concreto y reconocer en qué otros ámbitos se tiene buen desempeño.
· Prestar atención al diseño de metas: los objetivos deben ser importantes para la propia persona y, además, tener criterio de realidad. Conviene dividir las metas en metas más pequeñas que puedan cumplirse poco a poco.
· Resignificar el error: los errores no son actos que deben llevar a penitencias, sino que son una vía de aprendizaje. Todo error agrega información: ya sabemos que así no es y eso nos permite probar alternativas.
· Buscar ayuda: La red social “real” así como apoyo terapéutico o pedagógico son fundamentales para cambiar la tendencia del perfeccionismo desadaptativo a uno adaptativo.
Si algo de todo lo expuesto te identifica, trabajá para tener mejores niveles de calidad de vida y bienestar: recordá que lo perfecto universalmente entendido no existe y que sólo se perfecciona haciendo, un día a la vez.
Fuente: Anabella Serventi, Lic. En Psicología MN 76890
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