El fútbol comenzó a ser practicado por varones en Inglaterra en 1863 y recién en 1914 –plena Guerra Mundial– lo empezaron a jugar las mujeres a la salida de sus trabajos en las fábricas. Sin embargo, en ellas no era bien vista esta práctica, al punto que en 1921 la Federación Inglesa prohibió el uso de los recintos deportivos para los partidos entre mujeres. Esta prohibición se levantaría recién en 1971.
¿En qué se basaban las objeciones? En que las mujeres eran débiles y sus cuerpos frágiles, que este tipo de actividad podría afectar su capacidad reproductiva y que características necesarias como la fuerza, la valentía y el liderazgo eran propias de los varones. Es decir, los estereotipos de género tuvieron –y tienen– incidencia en quiénes pueden participar de determinados deportes.
¿Cómo siguió la historia? Recién en 1980 la FIFA reconoció el fútbol femenino, el primer mundial se jugó en 1991 (61 años después que el primer mundial masculino) y esta actividad recién fue incorporada como disciplina olímpica en 1996.
“El deporte es uno de los principales ámbitos de socialización pero su acceso es limitado y esto da cuenta de cuánto nos queda avanzar para la igualdad real. Las niñas deben poder pensarse como jugadoras, pero también deben existir clubes en los que puedan participar y desarrollarse. Sin embargo, todavía hay espacios en los que no tienen las puertas abiertas”, dice Georgina Sticco, directora y co-fundadora de Grow- género y trabajo.
Avances y pendientes del fútbol femenino
A pesar de que hoy el fútbol femenino está cobrando mayor protagonismo, aumentan las audiencias y –lentamente– también las inversiones, las diferencias siguen existiendo. Según un informe de FIFpro (2018) la industria futbolística genera más de 500.000 millones de dólares cada año. No obstante, un 49% de las jugadoras profesionales no reciben un salario y se estima que un 87% finalizará su carrera deportiva antes de los 25 años por este motivo.
En Argentina, solo el 55% de las mujeres futbolistas de primera división son profesionales, y sus sueldos no llegan al 2% de lo que ganan los varones (ONU Mujeres Argentina, 2022). Se podrá decir que no generan los mismos ingresos que ellos, pero también es cierto que para desarrollar un negocio, primero es necesario invertir en él.
Deporte y trabajo
Desde Grow- género y trabajo consideramos que el fútbol todavía le debe mucho a las mujeres, y no solo a las jugadoras. Además de un deporte, representa una opción laboral en la que ellas todavía son minoría: contar con más periodistas, relatoras, árbitras, entrenadoras, entre otras profesiones vinculadas a este ámbito, y que tengan las mismas oportunidades de desarrollo que sus pares varones, es fundamental para que la igualdad se convierta en una realidad dentro y fuera de la cancha.
Fuente: por Equipo Grow- género y trabajo
