¿Presencial, remoto o híbrido?: El verdadero desafío está en diseñar entornos laborales con bienestar - Revista Para Ti
 

¿Presencial, remoto o híbrido?: El verdadero desafío está en diseñar entornos laborales con bienestar

Elegir dónde y cómo trabajar ya no es solo una cuestión operativa: presencialidad, virtualidad o modelos híbridos impactan en nuestro bienestar, relaciones y sentido de propósito. El Coaching Ontológico ofrece herramientas para construir conversaciones y vínculos que potencien la experiencia laboral en cualquier modalidad.
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El trabajo es una parte fundamental de nuestras vidas. Por eso, la elección sobre dónde y cómo trabajamos es mucho más que una cuestión operativa. Es abrir la puerta a conversaciones profundas que nos invitan a repensar nuestras formas de vincularnos, organizarnos y encontrar sentido en lo que hacemos.

En ese sentido, el intercambio de miradas en torno a la presencialidad, la virtualidad o los esquemas híbridos nos lleva a explorar motivaciones diversas: bienestar percibido, logística familiar, sentido de pertenencia, necesidad de autonomía, deseo de encuentro, entre muchas otras variables que se entrelazan en cada historia concreta.

Es uno de los temas del momento, que nos interpela a todos. Así lo expresan las cifras. Según datos del informe “Randstad Workmonitor 2025”, un 33% de las personas que trabajan en Argentina expresan preferencia por esquemas laborales que incluyan trabajo remoto. Esta cifra actualiza la vigencia del tema y refuerza la necesidad de comprender cómo impacta cada modalidad en nuestras experiencias cotidianas.

  Tanto la virtualidad sostenida como la presencialidad continuada configuran contextos que amplían capacidades y restringen otras. El entorno remoto tiende, por ejemplo, a multiplicar franjas de flexibilidad, impulsa una autogestión más consciente y reduce los tiempos de traslado.

A la vez, desafía a rediseñar las conversaciones espontáneas, a crear nuevas formas de reconocimiento y a atender la gestión energética. La presencialidad, por su parte, puede facilitar la lectura de matices gestuales y fomentar la confianza a través de la proximidad física, aunque también puede tensionar el equilibrio entre vida personal y profesional.  

Sin embargo, vale decir que ninguna modalidad, por sí sola, garantiza bienestar ni representa una amenaza inevitable. Porque lo determinante no es el formato, sino la calidad de los vínculos, prácticas y conversaciones que sostenemos dentro de ese espacio.

 Desde la perspectiva del coaching ontológico se entiende que todo ámbito laboral emerge, antes que nada, como una red de conversaciones. Esta disciplina propone observar el lenguaje no solo como una herramienta descriptiva, sino como un generador de realidad.

Así, diseñar acuerdos, abrir conversaciones sobre lo que nos importa o revisar expectativas mutuas no son actos menores: son la base para construir confianza y potenciar la capacidad de acción colectiva. Por ejemplo, trabajar distinciones como “peticiones”, “compromisos” o “juicios fundados” permite evitar malentendidos y fortalecer relaciones de trabajo, más allá del canal por el que ocurran.

Por eso, en escenarios predominantemente digitales, se vuelve clave cultivar una presencia genuina, incluso cuando la pantalla media. Trazar rituales que delimiten la jornada, abrir espacios para expresar estados emocionales y conectar la tarea con el propósito compartido son prácticas concretas que fortalecen el compromiso.

En entornos más presenciales, el desafío puede estar en sostener márgenes de autonomía, evitar prácticas de control basadas en la supervisión constante y fomentar espacios donde la corporalidad sea vehículo de cuidado mutuo y no un indicador de productividad.

En este contexto es que muchas organizaciones avanzan hacia esquemas híbridos. Según un relevamiento de SHRM (Society for Human Resource Management, 2025), el 63% de las empresas en América Latina está adoptando modelos mixtos que buscan combinar flexibilidad, estructura y conexión.

El problema aparece cuando estos modelos se imponen sin conversación, bajo la lógica de que “una modalidad sirve para todos”. Allí se pierde de vista la singularidad de las personas, sus contextos y los distintos momentos que atraviesan los equipos.

 En lugar de decretar formatos, proponemos aceptar la diversidad de preferencias, explorar qué acuerdos fortalecen el desempeño colectivo y cocrear reglas de juego que honren la cultura, el propósito y las condiciones reales de quienes integran la organización. Esta conversación no solo es posible: es necesaria. Y el Coaching Ontológico, con su mirada profunda sobre el lenguaje, la emocionalidad y el cuerpo, es un aliado estratégico para facilitarla.

Para líderes de equipos, responsables de RR.HH. o cualquier persona en rol de gestión, este enfoque permite diseñar entornos laborales donde las decisiones no se toman “sobre” las personas, sino “con” ellas. Organizaciones que habilitan este tipo de diálogos no solo mejoran su clima interno, sino también su capacidad de adaptarse, innovar y sostener resultados en el tiempo.

En definitiva, el desafío no está en elegir entre “quedarse” o “volver”, sino en preguntarnos qué vínculos, qué conversaciones y qué prácticas laborales expanden nuestro desarrollo personal y profesional. La libertad crece cuando elegimos habitar de forma consciente el espacio —virtual, presencial o mixto— que mejor acompaña el propósito que nos reúne.

Así, la modalidad deja de ser el centro del debate y se transforma en un vehículo para desplegar bienestar genuino, creatividad colectiva y capacidad de acción.

Fuente: Adrián Viani, Master Coach, Integrante de la Comisón Directiva de la Asociación Argentina de Coaching Ontológico Profesional (AACOP)

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