Virgen de Luján: la sorprendente historia del "Negro Manuel", el hombre que fue testigo de su milagro - Revista Para Ti
 

Virgen de Luján: la sorprendente historia del "Negro Manuel", el hombre que fue testigo de su milagro

Él acompañaba la carreta que llevaba a la imagen de la Virgen y que quedó varada en medio de la nada. Desde ese momento, no se separó nunca más de su lado y le dedicó su vida. Una historia que vale la pena recordar con motivo de celebrarse el 8 de mayo el Día de la Virgen de Luján. 
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El 8 de mayo se celebra el Día de la Virgen de Luján y nada mejor que contar quién fue el "Negro Manuel", el hombre que fue muy importante en la veneración de la patrona de la Argentina. Él era un esclavo que había sido adquirido en Brasil para realizar en 1630 un viaje a Buenos Aires junto a dos imágenes de la Virgen María que debían llegar al norte del hoy territorio argentino.

La carreta se estancó a orillas del río Luján, y no había manera de moverla. Hasta que bajaron una caja con una de las imágenes de la Virgen, pequeña, de 38 centímetros, de terracota pintada, y la carreta se pudo mover. Entonces el Negro Manuel decidió quedarse allí con esta Virgen, que comenzó a atraer peregrinos, sirviéndola como "ama y señora" hasta el día de su muerte.

La pintura recrea el momento del milagro de la Virgen de Luján.

Monseñor Juan Guillermo Durán, docente y reconocido historiador y académico, contó la historia de este importantísimo personaje en la historia de la devoción a la Virgen de Luján, llamado Manuel "Costa de los Ríos" fiel esclavo de la Virgen de Luján.

La imagen que recrea al Negro Manuel junto a la Virgen.

Allí, en ese libro, se cuenta que Manuel nació a principios del siglo XVII en África, y aunque hasta recientemente se dudaba de su origen, se afirma que lo era de Costa de los Ríos, en Guinea Superior, procedencia confirmada en su acta de venta.

Poco se sabe de su infancia, sólo que su lengua materna y su grupo religioso fue el yoruba, quienes adoraban a Olodumare, como dios supremo. Dicen que tenía muchos conocimientos medicinales que aprendió en su infancia.

La imagen de la Virgen tal como la conoció el Negro Manuel, sin el manto.

Fue capturado como esclavo, perdió su libertad y fue llevado hasta Pernambuco, Brasil, donde fue adquirido para realizar un viaje a Buenos Aires en el que viajarían dos imágenes de la Virgen.

La historia cuenta que un portugués Antonio Farías de Sáa, fundador de "una hacienda en Sumampa", en Santiago del Estero, solicitó a un paisano suyo le trajese del Brasil una imagen pequeña de la Inmaculada Concepción "para colocar en una capilla". Le remitieron "a un mismo tiempo dos; las cuales encajonadas cargó en su carretón, y llegando al río de Luján hizo noche en lo de un paisano suyo llamado Rosendo".

Fue allí donde se dio el milagro: la carreta no se movió hasta que bajaron una de las cajas que llevaba una de las imágenes. Manuel, el negro que había sido bautizado y catequizado, entendió que aquel episodio había sido una señal divina y decidió quedarse allí junto a la iamgen.

Restos arqueológicos de la primer ermita que se construyó para venerar a la Virgen.

De inmediato se construyó la primer ermita o capilla de adobe y techos de paja. Comenzó a conocerse la noticia de la Virgencita que había elegido ese lugar, en el medio de nada, para quedarse y durante 40 años muchos paisanos o familias llegaban hasta allí peregrinando.

Dicen que en aquella ermita convivía la imagen de la Virgen con los rituales yoruba que practicaba Manuel. Con cera oblada y restos de los cirios encendidos, fabricaba velas de color negro, convirtiendo una verdadera actividad artesanal, para el sustento propio y de la ermita que tenía a su cargo, y con eso ungía a los enfermos que se acercaban hasta el lugar.

Manuel mantenía la imagen impecable, con un velita prendida de día y de noche. Cuando la estancia y la ermita cayeron en abandono, doña Ana de Matos pidió la imagen para llevarla a sus tierras a orillas del Río Luján. Manuel se fue con ella, siempre acompañándola. Siguió cuidando de ella, con el sebo de las velas o las lámparas que iluminaban la imagen ungía a los enfermos que se acercaban a buscar cura a sus enfermedades.

La imagen original hoy, con el manto.

La tradición dice que muchas noches, Manuel notaba que la imagen no estaba en su lugar y que por la mañana la encontraba nuevamente allí cubierta, algunas veces con rocío, otras con polvo y barro y otras con abrojos en su manto y vestido. Entonces, el negro le decía: “Señora mía, ¿qué necesidad tenéis Vos de salir de casa para remediar cualquiera necesidad siendo tan poderosa? ¿y, como Vos sois tan amiga de los pecadores, que salís en busca de ellos, cuando véis que os tratan tan mal?”.

Se quedó siempre a su lado hasta 1686 cuando murió. Fue sepultado detrás del altar mayor del santuario que en ese momento se estaba terminando de edificar. Antes de su muerte él advirtió: "Mi Ama, la Santísima Virgen, me ha revelado que he de morir un viernes y que al sábado siguiente me llevará a la Gloria". Y la profecía se cumplió.

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